Había una vez, en lo profundo del océano azul, una ballena gigante llamada Baila. Baila no era una ballena cualquiera; tenía un corazón tan grande como su cuerpo. Cada día, mientras nadaba por el océano, hacía sonar su canto melodioso que resonaba en las aguas. Todos los habitantes del mar la escuchaban y sonreían.
Un día, mientras Baila nadaba cerca de un hermoso arrecife de coral, decidió que era el momento de organizar un evento muy especial: ¡el primer baile del océano! Se le ocurrió que sería una gran oportunidad para que todos los animales marinos se unieran y celebraran juntos.
—¡Voy a invitar a todos! —dijo Baila emocionada, moviendo su cola de un lado a otro.
Primero, Baila nadó hacia la casa de Tortuga Tula, que siempre estaba tranquila y sabia.
—¡Tula! —llamó Baila—. ¡Voy a organizar un baile! ¿Te gustaría venir?
Tula levantó la cabeza de su caparazón y sonrió.
—¡Claro que sí, Baila! Pero, ¿cómo vamos a bailar bajo el agua?
—¡Es fácil! —respondió Baila—. Solo necesitamos un poco de música y muchas ganas de divertirnos. ¡Tú puedes enseñarnos a movernos con gracia!
Tula se rió y dijo:
—¡De acuerdo! Pero primero, necesitamos más amigos.
Así que Baila y Tula nadaron juntas hacia el fondo del océano, donde vivía Pececito Pipo, un pez pequeño y veloz.
—¡Pipo! —gritó Baila—. ¡Vamos a hacer un baile! ¿Te unes a nosotros?
Pipo, que siempre estaba lleno de energía, saltó de alegría.
—¡Sí, sí! ¡Me encanta bailar! Pero, ¿qué tipo de baile haremos?
—¡De todo! —respondió Baila—. ¡Bailaremos como las olas y como los corales!
Mientras tanto, la noticia del baile se esparció como burbujas en el agua. Pulpo Otto, que tenía ocho brazos, decidió que también quería participar.
—¡Baila! —dijo Otto, moviendo sus tentáculos—. Puedo hacer trucos con mis brazos mientras bailo. ¡Será divertido!
—¡Eso suena increíble, Otto! —exclamó Baila—. ¡Ven y muéstranos tus movimientos!
El grupo de amigos continuó creciendo. Delfín Dany se unió, saltando y haciendo piruetas en el agua.
—¡Hola, amigos! —dijo Dany—. ¡He oído que habrá un baile! ¡Me encanta bailar!
Baila sonrió y dijo:
—¡Perfecto, Dany! Necesitamos tu energía y tus saltos para hacer el baile aún más divertido.
Finalmente, decidieron invitar a Estrella de Mar Estela. Aunque era un poco tímida, todos querían que se uniera.
—Estela, ¿quieres bailar con nosotros? —preguntó Tula con dulzura.
—Oh, no sé… —dijo Estela, moviendo sus brazos—. No soy buena bailarina.
Baila se acercó y le dijo:
—No te preocupes, Estela. Aquí no importa si eres buena o no. Lo importante es que te diviertas con nosotros.
Estela sonrió tímidamente y aceptó la invitación.
Con todos los amigos reunidos, Baila dijo:
—¡Ahora necesitamos un lugar para bailar! ¿Dónde podemos hacerlo?
Pipo, siempre lleno de ideas, sugirió:
—¡En la cueva de los corales! ¡Es hermosa y tiene mucha luz!
Así que nadaron todos juntos hacia la cueva de los corales. Cuando llegaron, ¡era más hermosa de lo que habían imaginado! Los colores brillaban como un arcoíris, y las luces del sol se filtraban a través del agua, creando un espectáculo mágico.
—¡Es el lugar perfecto! —exclamó Baila.
Entonces, Baila comenzó a cantar una canción alegre. Su canto resonó por toda la cueva, y todos comenzaron a moverse al ritmo de la música.
—¡Baila como las olas! —gritó Dany, saltando de un lado a otro.
—¡Y como los corales! —añadió Tula, moviendo sus patas con gracia.
Otto hizo giros con sus brazos, mientras Pipo nadaba en círculos veloces. Estela, aunque un poco tímida al principio, se unió a ellos, moviendo sus brazos como si fueran pétalos de flores.
—¡Miren! ¡Estela está bailando! —gritó Pipo emocionado.
—¡Sí! ¡Eres increíble, Estela! —añadió Baila, animándola.
La cueva resonaba con risas y música. Todos los animales marinos se unieron, creando un espectáculo lleno de alegría y amistad.
—¡Esto es lo mejor que he hecho! —dijo Estela, sonriendo de oreja a oreja.
—¡Sí! ¡Bailar juntos es lo más divertido! —respondió Otto.
Después de un rato, Baila se detuvo y dijo:
—¡Quiero que todos sepan que este baile no solo es por diversión, sino para celebrar nuestra amistad!
—¡Sí! —gritaron todos al unísono.
Y así, siguieron bailando, riendo y disfrutando de su tiempo juntos. El baile de la ballena gigante se convirtió en una tradición en el océano, donde cada año, todos los animales marinos se reunían para celebrar su amistad y el amor que compartían.
Desde entonces, cada vez que Baila cantaba, todos los habitantes del océano sabían que era hora de bailar. Y así, el océano se llenó de risas y música, recordando siempre que lo más importante era estar juntos y disfrutar de la vida.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.