El reflejo de nuestros corazones en el lago

En un rincón olvidado del mundo, rodeado de frondosos bosques y montañas imponentes, existía un lago que parecía sacado de un sueño. Sus aguas cristalinas reflejaban el cielo y las estrellas con una claridad asombrosa, como si el universo entero se asomara a mirarse en su superficie. Aquel lugar tenía fama de mágico, y no eran pocos los que aseguraban que el lago tenía el poder de revelar los deseos más profundos del corazón.

Una tarde de otoño, mientras las hojas caían suavemente al suelo, Elena decidió alejarse de la ciudad y buscar refugio en la naturaleza. Había escuchado historias sobre el lago y, en su corazón, sentía una necesidad imperiosa de encontrar respuestas. Caminó durante horas, siguiendo un sendero apenas visible entre los árboles, hasta que finalmente llegó a la orilla del lago.

Elena se arrodilló y miró su reflejo en el agua. Sus ojos, normalmente llenos de vida, parecían ahora apagados y tristes. «¿Qué me está pasando?», se preguntó en voz baja, sintiendo una lágrima rodar por su mejilla. La brisa fresca acarició su rostro, como si el lago mismo intentara consolarla.

Del otro lado del lago, Diego también había encontrado su camino hasta aquel lugar. Había oído hablar del lago de su abuelo, quien le había contado que allí había conocido a su gran amor. Diego, atrapado en una rutina que lo asfixiaba, decidió seguir los pasos de su abuelo con la esperanza de encontrar un propósito. Se sentó en una roca y contempló el agua, perdiéndose en sus pensamientos.

El destino, caprichoso y misterioso, decidió que aquella tarde sus caminos se cruzarían. Elena y Diego, cada uno en su rincón, se dieron cuenta de la presencia del otro al mismo tiempo. Sus miradas se encontraron a través del lago, y en ese instante, algo cambió. Elena sintió una calidez en su pecho, como si una chispa de esperanza hubiera encendido su corazón. Diego, por su parte, sintió una conexión inexplicable, como si conociera a aquella mujer desde siempre.

Diego se levantó y comenzó a caminar alrededor del lago, acercándose lentamente a Elena. Ella, sin apartar la vista de él, hizo lo mismo. Cuando finalmente estuvieron frente a frente, ninguno de los dos sabía qué decir. El silencio entre ellos era cómodo, como si las palabras fueran innecesarias.

«Hola,» dijo Diego finalmente, rompiendo el hechizo del silencio. «Soy Diego.»

«Hola,» respondió Elena, sonriendo tímidamente. «Soy Elena.»

Ambos se sentaron en la orilla, sin dejar de mirarse. Hablaron de sus vidas, de sus sueños y de sus miedos. Descubrieron que compartían muchas cosas, pero también que eran diferentes en muchos aspectos. «Es curioso,» dijo Elena en un momento, «cómo podemos encontrar consuelo en un extraño.»

«Tal vez no seamos tan extraños,» respondió Diego, mirándola a los ojos. «Tal vez nuestros corazones se conocen desde antes.»

El tiempo pareció detenerse mientras compartían historias y risas. El sol comenzó a ocultarse, tiñendo el cielo de colores cálidos y reflejando su esplendor en el lago. «Mira,» dijo Diego, señalando el agua. «Es como si el lago estuviera celebrando nuestro encuentro.»

Elena asintió, sintiendo una paz que no había sentido en mucho tiempo. «Es hermoso,» susurró, perdiéndose en el reflejo del atardecer.

Con el paso de los días, Elena y Diego continuaron encontrándose en el lago. Cada encuentro era una nueva aventura, una nueva oportunidad para descubrirse mutuamente. Se dieron cuenta de que el lago, con su magia y su belleza, les había dado el regalo más valioso: la posibilidad de amarse.

Una noche, mientras contemplaban las estrellas reflejadas en el agua, Diego tomó la mano de Elena y la miró con intensidad. «Elena,» dijo suavemente, «desde que te conocí, siento que mi vida tiene un propósito. Quiero estar contigo, quiero descubrir el mundo a tu lado.»

Elena sintió que su corazón latía con fuerza. «Yo también, Diego,» respondió, apretando su mano. «Contigo, siento que puedo ser yo misma, que puedo enfrentar cualquier cosa.»

Se besaron bajo el cielo estrellado, sellando su promesa de amor. El lago, como testigo silencioso, reflejó sus corazones unidos, mostrando que el amor verdadero puede encontrarse en los lugares más inesperados.

Con el paso del tiempo, Elena y Diego construyeron una vida juntos, siempre volviendo al lago para recordar el momento en que sus almas se encontraron. «Este lugar,» decía Elena, «es nuestro refugio, nuestro hogar.»

«Sí,» añadía Diego, «es el reflejo de nuestros corazones.»

Y así, en aquel rincón mágico del mundo, dos almas perdidas encontraron el amor y la felicidad, demostrando que, a veces, basta con mirar en el lugar correcto para descubrir lo que el corazón siempre ha anhelado.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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