Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Dulcelandia, un monstruo muy especial. No era un monstruo de los que asustan, sino uno que ayudaba a los niños a recordar sus sueños olvidados. Su nombre era Mimo y vivía en una casita de nube en el cielo.
Cada noche, cuando los niños de Dulcelandia se iban a dormir, Mimo bajaba silenciosamente y se deslizaba por sus sueños. Su misión era encontrar aquellos sueños que los niños habían olvidado y devolverlos a sus dueños.
Una noche, Mimo se encontró con un niño llamado Lucas. Lucas tenía cinco años y había olvidado un sueño muy especial. En su sueño, Lucas era un valiente caballero que rescataba a un dragón atrapado en una torre.
Mimo se acercó a Lucas y le susurró al oído:
—Lucas, soy Mimo, el Monstruo de los Sueños Olvidados. Estoy aquí para ayudarte a recordar tu sueño.
Lucas, aún medio dormido, respondió:
—¿De verdad? ¿Puedes hacerlo?
—¡Claro que sí! —dijo Mimo con una gran sonrisa—. Solo necesito que cierres los ojos y me sigas.
Lucas cerró los ojos y, de repente, se encontró en un campo lleno de flores de colores. Delante de él estaba Mimo, con su pelaje suave y azul.
—Este es tu sueño olvidado, —dijo Mimo—. Míralo bien y verás lo que puedes hacer con tu imaginación.
Lucas miró a su alrededor y vio la torre donde el dragón estaba atrapado. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia la torre y subió las escaleras. Al llegar a la cima, vio al dragón, que no era aterrador en absoluto. Era un dragón pequeño y simpático, con escamas brillantes.
—¡Hola, dragón! —dijo Lucas—. Estoy aquí para rescatarte.
El dragón, que se llamaba Drilo, sonrió y dijo:
—¡Gracias, Lucas! Sabía que vendrías.
Lucas rompió las cadenas que mantenían a Drilo atrapado y juntos volaron por el cielo, explorando montañas y valles. Fue una aventura increíble y Lucas se sintió muy feliz.
De repente, Mimo apareció de nuevo y dijo:
—Lucas, es hora de despertar. Pero no te preocupes, este sueño siempre estará contigo.
Lucas abrió los ojos y se encontró de nuevo en su cama. Miró a su alrededor y vio a Mimo sentado a su lado.
—Gracias, Mimo, —dijo Lucas—. Nunca olvidaré este sueño.
Mimo sonrió y le dio un suave abrazo.
—Recuerda, Lucas, —dijo Mimo—, la imaginación es poder. Siempre puedes volver a tus sueños cuando lo desees.
Con esas palabras, Mimo desapareció en una nube de polvo de estrellas, dejando a Lucas con una sonrisa en el rostro.
Desde ese día, Lucas nunca más olvidó sus sueños. Cada noche, cerraba los ojos y se dejaba llevar por su imaginación, sabiendo que Mimo siempre estaría allí para ayudarle.
Y así, el Monstruo de los Sueños Olvidados siguió su misión, ayudando a los niños de Dulcelandia a recordar sus sueños y a descubrir el poder de su imaginación. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.