La Caza Frenética del Artefacto Perdido en las Selvas Prohibidas


El helicóptero descendía lentamente, sus hélices cortando el aire húmedo y espeso de la selva. El piloto, un veterano de mil batallas aéreas, miraba con preocupación el denso follaje que se extendía bajo ellos. «Estamos en territorio prohibido», murmuró, más para sí mismo que para los pasajeros.

Jack, el líder del grupo, ajustó su mochila y miró a sus compañeros. «Recuerden, tenemos 72 horas antes de que el satélite pase de nuevo y podamos enviar una señal de extracción», dijo con firmeza. «No hay margen para errores».

A su lado, Lara, una arqueóloga experta en lenguas antiguas, revisaba sus notas. «El artefacto debe estar en algún lugar cerca del río. Según los textos antiguos, es una especie de brújula que puede cambiar el destino de quien la posea», explicó mientras sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y temor.

El helicóptero aterrizó en una pequeña explanada, y el grupo descendió rápidamente. El piloto les lanzó una última mirada de advertencia antes de despegar de nuevo. «Buena suerte, la van a necesitar», dijo mientras se alejaba.

Jack tomó la delantera, seguido de cerca por Lara, Tom, un exmilitar experto en supervivencia, y Elena, una botánica que conocía cada planta venenosa de la región. «Manténganse juntos y atentos», ordenó Jack mientras avanzaban entre la vegetación.

La selva era un laberinto verde y húmedo, lleno de ruidos extraños y sombras que parecían moverse. Cada paso era una lucha contra la naturaleza, pero el grupo avanzaba con determinación. «Según el mapa, debemos seguir este sendero hasta el río», dijo Tom, señalando un camino apenas visible entre los árboles.

Horas más tarde, llegaron a la orilla del río. El agua corría rápida y clara, pero había algo en el ambiente que les ponía nerviosos. «No estamos solos», susurró Elena, señalando unas huellas frescas en la tierra.

Jack asintió. «Debemos ser rápidos. Si alguien más está buscando el artefacto, no podemos permitir que lo encuentren antes que nosotros».

Cruzaron el río con cuidado, usando unas piedras como puente improvisado. Al otro lado, la selva parecía aún más densa y oscura. «El templo debería estar cerca», dijo Lara, consultando sus notas de nuevo. «Pero debemos tener cuidado. Las leyendas hablan de trampas y guardianes».

Avanzaron en silencio, cada uno atento a cualquier señal de peligro. De repente, un grito desgarrador rompió la calma. «¡Ayuda!», gritó Elena, atrapada en una trampa de lianas que se cerraban sobre ella como serpientes.

Tom reaccionó rápidamente, cortando las lianas con su machete mientras Jack y Lara mantenían la guardia. «Gracias», dijo Elena, respirando con dificultad. «Debemos seguir adelante».

Finalmente, llegaron a una pequeña colina cubierta de vegetación. En su cima, apenas visible entre las plantas, se alzaba la entrada de un antiguo templo. «Es aquí», dijo Lara con emoción. «El artefacto debe estar adentro».

El grupo subió la colina con cautela, sus corazones latiendo con fuerza. Dentro del templo, la oscuridad era casi total, pero las linternas revelaron antiguos grabados en las paredes. «Esto es increíble», murmuró Lara, maravillada.

Pero no había tiempo para admirar el arte. Jack avanzó decidido, buscando cualquier señal del artefacto. «Debe estar en la cámara principal», dijo, señalando una puerta al fondo del pasillo.

Entraron en la cámara, sus linternas iluminando un pedestal en el centro. Sobre él, descansaba un objeto brillante y antiguo, una brújula de aspecto místico. «Lo encontramos», murmuró Jack, avanzando con cautela.

Pero antes de que pudiera tocar el artefacto, un ruido detrás de ellos les hizo girar. Un grupo de hombres armados apareció en la entrada, sus armas apuntando directamente al grupo. «¡Alto ahí!», gritó el líder, un hombre de aspecto rudo con una cicatriz en el rostro.

«¿Quiénes son ustedes?», preguntó Jack, levantando las manos en señal de paz.

«Eso no importa», respondió el líder. «Lo que importa es que ese artefacto nos pertenece. Entréguenlo y tal vez les dejemos vivir».

Lara miró a Jack con desesperación. «No podemos dejar que se lo lleven. Es demasiado poderoso», susurró.

Jack asintió. «No podemos rendirnos sin luchar», dijo, mirando a Tom y Elena. «Prepárense».

De repente, un ruido ensordecedor llenó la cámara. Una explosión de humo y escombros cegó a todos por un momento. Cuando el polvo se asentó, el grupo de Jack había desaparecido, llevándose el artefacto con ellos.

«¡Rápido, por aquí!», gritó Jack, guiando a sus compañeros por un pasadizo secreto que Lara había descubierto en sus investigaciones. «No tenemos mucho tiempo».

Corrieron por el pasadizo, escuchando los gritos de sus perseguidores cada vez más cerca. «Debemos encontrar una salida», dijo Tom, mirando a su alrededor con desesperación.

Finalmente, llegaron a una cueva que se abría al exterior. La luz del sol les cegó por un momento, pero no había tiempo para descansar. «Debemos seguir moviéndonos», dijo Jack, tomando la delantera de nuevo.

La selva era un caos de vegetación y peligros ocultos, pero el grupo avanzaba con determinación. «No podemos dejarlos alcanzarnos», dijo Elena, mirando nerviosamente hacia atrás.

De repente, un rugido ensordecedor llenó el aire. Un tigre enorme apareció entre los árboles, sus ojos brillando con ferocidad. «¡Cuidado!», gritó Tom, levantando su arma.

El tigre se lanzó sobre ellos, pero Jack reaccionó rápidamente, disparando y ahuyentando al animal. «Debemos seguir adelante», dijo, respirando con dificultad. «No podemos detenernos».

Finalmente, llegaron a un claro donde el helicóptero les esperaba. El piloto les hizo señas frenéticas, instándolos a subir rápidamente. «¡Vamos, vamos!», gritó.

El grupo subió al helicóptero, y este despegó justo cuando sus perseguidores aparecían en el borde del claro. «Lo logramos», murmuró Lara, abrazando el artefacto con fuerza.

Jack miró a sus compañeros con una sonrisa de alivio. «Sí, lo logramos», dijo. «Pero esto es solo el comienzo. Ahora debemos descubrir cómo usar este artefacto para cambiar nuestro destino».

El helicóptero se alejó de la selva, llevándose consigo el artefacto místico y a un grupo de aventureros que habían desafiado lo prohibido y habían salido victoriosos.

Puntúa este cuento
Foto del avatar
Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *