En un rincón del océano, donde las olas susurraban secretos, vivía una ballena llamada Nala. Nala no era una ballena común; era una ballena pintora. Tenía un corazón lleno de colores y sueños que danzaban como los peces en el agua.
Un día, mientras nadaba cerca de un arrecife, Nala notó que estaba muy triste. Las corales eran grises y las algas parecían apagadas. “¡Oh, no! Este lugar necesita un poco de alegría”, pensó Nala.
—¡Hola, amigos! —saludó a un grupo de pececitos que nadaban cerca—. ¿Por qué están tan tristes?
—Mira el arrecife, Nala —dijo un pez payaso llamado Pipo—. Está tan gris y aburrido. No hay colores ni risas.
Nala sonrió y dijo:
—¡Yo puedo ayudar! Voy a pintar el arrecife con todos los colores del arcoíris.
Los pececitos se miraron entre sí, emocionados.
—¿De verdad? —preguntó una pequeña anguila llamada Lila, moviendo su cola con entusiasmo.
—¡Sí! —respondió Nala—. Pero necesitaré su ayuda. ¿Quieren ser mis ayudantes?
—¡Sí! —gritaron todos al unísono.
Nala se sumergió en el fondo del océano y comenzó a recolectar conchas, algas y piedras de colores. Con cada cosa que recogía, su corazón latía más rápido.
—Miren esto, ¡es una concha azul brillante! —dijo Nala, mostrándola a sus amigos.
—¡Es hermosa! —exclamó Pipo.
Con las conchas y algas, Nala comenzó a pintar el arrecife. Usó el azul del mar, el amarillo del sol y el rojo de las fresas. Cada trazo que hacía hacía que el arrecife cobrara vida.
—¡Más colores, Nala! —gritó Lila, mientras nadaba alrededor de la ballena.
—Voy a poner un poco de verde aquí —dijo Nala, llenando de color una gran roca.
Los pececitos ayudaban a esparcir la pintura, llevándole más conchas y algas. El arrecife empezó a transformarse. Las corales comenzaron a brillar y el fondo del mar se llenó de risas.
—¡Mira cómo brilla todo! —dijo Pipo, saltando de alegría.
—¡Es como un sueño! —añadió Lila, nadando en círculos.
Después de muchas horas de trabajo, el arrecife estaba completamente decorado. Había rayas amarillas, burbujas rosas y corales morados. Era un lugar mágico.
—¡Lo logramos! —gritaron los pececitos, llenos de felicidad.
Nala sonrió, sintiéndose muy orgullosa. Pero de repente, un grupo de tortugas marinas se acercó, mirando con curiosidad.
—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó una tortuga anciana llamada Tula.
—¡Nala pintó el arrecife! —respondió Lila, saltando de alegría—. ¡Ahora es un lugar lleno de colores!
Tula sonrió y dijo:
—Es hermoso. El arte trae esperanza. Gracias, Nala, por devolvernos la alegría.
Nala se sintió muy feliz. No solo había pintado un arrecife, sino que también había unido a todos los amigos del océano.
—¿Quieren hacer una fiesta? —sugirió Nala, moviendo su cola emocionada.
—¡Sí! —gritaron todos, y comenzaron a bailar alrededor del arrecife.
Con música de burbujas y risas, los peces, las tortugas y Nala celebraron la nueva vida del arrecife.
—Hoy hemos aprendido que el arte puede cambiar el mundo —dijo Nala, mirando a sus amigos.
Y así, el arrecife se convirtió en un lugar de alegría, donde los colores y las risas nunca se apagaron. Nala, la ballena pintora, había traído esperanza a todos, recordándoles que juntos podían hacer cosas maravillosas.
Desde aquel día, el océano nunca volvió a ser gris, y Nala siguió creando arte, pintando no solo el arrecife, sino también los corazones de todos sus amigos.