En un profundo océano azul, donde las burbujas danzaban como estrellas, vivía un grupo de tiburones muy especiales. Eran tiburones alegres y juguetones, que siempre estaban buscando aventuras. Un día, el tiburón más grande, llamado Tito, tuvo una idea brillante.
—¡Vamos a hacer una fiesta submarina! —exclamó Tito, moviendo su cola de un lado a otro.
Los otros tiburones, que estaban cerca, se miraron emocionados. Tina, la tiburón pequeña, saltó de alegría.
—¡Sí! ¡Una fiesta! —gritó.
—¿Y qué necesitamos para la fiesta? —preguntó Tico, el tiburón de rayas.
Tito pensó un momento. ¡Necesitamos música, comida y muchos amigos! Así que todos se pusieron a trabajar. Tito nadó a buscar conchas para hacer instrumentos, mientras que Tina y Tico buscaban algas deliciosas.
—Mira, Tito, encontré unas algas que huelen riquísimo —dijo Tico, mostrando su hallazgo.
—¡Perfecto! —respondió Tito—. ¡Esto será un gran festín!
Después de un rato, los tiburones ya tenían todo listo. Las conchas sonaban como tambores, las algas estaban listas para ser servidas y el agua estaba llena de burbujas brillantes.
—¡Es hora de invitar a nuestros amigos! —dijo Tito, emocionado.
Nadaron por el arrecife, llamando a todos los peces y criaturas del mar. Los delfines, las tortugas y hasta los pulpos llegaron a la fiesta. Cuando todos estuvieron reunidos, Tito tomó la palabra.
—¡Bienvenidos a la fiesta submarina! ¡Vamos a divertirnos! —gritó.
Todos aplaudieron y comenzaron a bailar. Las burbujas subían y bajaban, creando un espectáculo de luces bajo el agua. Tito tocaba su instrumento de conchas, mientras Tina y Tico bailaban con los delfines.
—¡Mira cómo salto! —dijo Tina, dando vueltas en el agua.
—¡Eres una gran bailarina! —le respondió Tico, riendo.
La fiesta continuó, y todos compartieron las algas deliciosas. Pero, de repente, un grupo de peces payaso se acercó un poco tímidos.
—Hola, somos los peces payaso, ¿podemos unirnos? —preguntó uno de ellos.
Tito sonrió y dijo:
—¡Claro que sí! ¡Cuantos más seamos, mejor será la fiesta!
Los peces payaso se unieron a la diversión. Pronto, el agua estaba llena de risas y alegría. Todos bailaban juntos, y el océano se iluminaba con la felicidad de los tiburones y sus amigos.
—¡Esto es increíble! —exclamó un pulpo, haciendo malabares con sus brazos.
—¡Sí! ¡Nunca había tenido una fiesta así! —dijo un pez globo, inflándose de emoción.
La música sonaba, y todos disfrutaban de la fiesta. Pero, de repente, Tito se dio cuenta de que había algo que les faltaba.
—¡Esperen! —gritó—. ¡No hemos hecho un juego!
—¡Un juego! —gritaron todos al unísono.
—¿Qué tal si hacemos una carrera? —sugirió Tico.
—¡Buena idea! —respondió Tito—. ¡Una carrera de tiburones!
Así que todos se alinearon. Tito, Tina, Tico y los peces payaso se prepararon para la carrera.
—¡Listos, listos, ya! —gritó Tito.
Nadaron tan rápido como pudieron, haciendo burbujas y risas. Los delfines saltaron y animaron a sus amigos, mientras las tortugas se movían lentamente, riendo de la velocidad de los tiburones.
—¡Voy a ganar! —gritó Tina.
—¡No tan rápido! —respondió Tico, tratando de alcanzarla.
Al final, todos llegaron a la meta al mismo tiempo, y estallaron en risas. No importaba quién había ganado, lo que realmente importaba era que estaban juntos, disfrutando de la fiesta.
—¡Esto ha sido lo mejor! —dijo Tito, con una gran sonrisa.
—Sí, ¡deberíamos hacer esto más a menudo! —agregó Tico.
Y así, bajo el océano, los tiburones y sus amigos aprendieron que compartir y reír juntos era la mejor diversión de todas. La fiesta submarina fue un éxito, y todos se fueron a casa con el corazón lleno de alegría y recuerdos para siempre.