La Guerra Secreta de los Mercenarios en el Desierto de la Desolación

El sol abrasador del Desierto de la Desolación parecía una amenaza en sí mismo, pero lo que realmente inquietaba a los mercenarios no era el calor sofocante, sino la incertidumbre de la misión. Eran cinco en total, cada uno con habilidades únicas, y todos ellos sabían que la traición era una constante en su línea de trabajo.

«¿Cuánto falta para llegar al punto de encuentro?» preguntó Marcus, el líder del grupo, mientras miraba su reloj de pulsera. El sudor le corría por la frente y sus ojos se entrecerraban para protegerse del resplandor del sol.

«Unos veinte minutos más, si seguimos este ritmo,» respondió Lena, la experta en navegación y comunicaciones. Su tono era tranquilo, pero sus ojos no dejaban de vigilar el horizonte en busca de cualquier señal de peligro.

El grupo avanzaba en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. El desierto no solo era un desafío físico, sino también mental. La monotonía del paisaje podía hacer que incluso los más fuertes de espíritu se sintieran vulnerables.

«¿Crees que nos están esperando?» preguntó Jake, el francotirador, rompiendo el silencio. Su voz sonaba tensa, y no era para menos. La última misión había terminado en un desastre y la confianza en sus superiores estaba por los suelos.

«Más les vale,» respondió Marcus con un tono duro. «No hemos venido hasta aquí para nada.»

Finalmente, llegaron al punto de encuentro, una formación rocosa que ofrecía algo de sombra y protección. Allí, encontraron a un hombre vestido con ropas desaliñadas pero con un aire de autoridad. Era el contacto, conocido solo como «El Zorro».

«Llegan tarde,» dijo El Zorro sin preámbulos, su voz era un susurro áspero. «El tiempo es crucial en esta operación.»

«Tuvimos que asegurarnos de no ser seguidos,» replicó Marcus, sin mostrar ninguna emoción. «¿Qué tienes para nosotros?»

El Zorro sacó un mapa y lo extendió sobre una roca plana. «Aquí está la ubicación del objetivo,» señaló con un dedo huesudo. «Es una base subterránea, bien protegida. Su misión es infiltrarse y recuperar un artefacto antes de que caiga en las manos equivocadas.»

«¿Qué tipo de resistencia podemos esperar?» preguntó Lena, estudiando el mapa con atención.

«Pesada,» respondió El Zorro. «Pero eso no es lo peor. Hay rumores de que alguien de su propio grupo podría estar trabajando para el enemigo.»

La tensión en el aire se volvió palpable. La traición era una sombra que siempre los seguía, pero escucharla confirmada era otra cosa.

«¿Quién?» exigió saber Marcus, su voz era un gruñido bajo.

«No lo sé,» admitió El Zorro. «Solo sé que deben tener cuidado. Confíen en sus instintos.»

Con esa advertencia, El Zorro desapareció tan rápido como había aparecido, dejando al grupo con más preguntas que respuestas. El silencio se hizo aún más pesado.

«No podemos dejar que esto nos distraiga,» dijo Marcus finalmente. «Tenemos una misión que cumplir. Manténganse alerta y sigan el plan.»

El grupo se puso en marcha, siguiendo el mapa hacia la base subterránea. Cada uno de ellos estaba alerta, no solo a las amenazas externas, sino también a las internas. La desconfianza era un veneno que podía destruirlos desde dentro.

Después de varias horas de caminar, llegaron a una entrada oculta, camuflada entre las rocas. Lena usó sus habilidades para desactivar las trampas y abrir la puerta. «Estamos dentro,» susurró, y el grupo se adentró en la oscuridad.

Los pasillos eran estrechos y oscuros, iluminados solo por las linternas que llevaban. El silencio era opresivo, roto solo por el eco de sus pasos.

«¿Alguien más siente que esto es una trampa?» murmuró Jake, su voz apenas audible.

«Concéntrate,» le ordenó Marcus. «No podemos permitirnos cometer errores.»

Llegaron a una sala grande, llena de equipos y cajas. En el centro, sobre una mesa de metal, estaba el artefacto que buscaban. Era una esfera de cristal, con un brillo interno que parecía pulsar con vida propia.

«Ahí está,» dijo Lena, avanzando con cautela. «Pero esto es demasiado fácil…»

De repente, las luces se encendieron y una alarma comenzó a sonar. «¡Es una trampa!» gritó Marcus, sacando su arma. «¡Prepárense para pelear!»

De las sombras emergieron soldados enemigos, armados y listos para atacar. El grupo se dispersó, buscando cobertura y devolviendo el fuego.

«¡Nos han vendido!» gritó Jake, disparando a un enemigo que se acercaba demasiado.

«¡No podemos pensar en eso ahora!» respondió Marcus, derribando a otro soldado. «¡Tenemos que salir de aquí con el artefacto!»

Lena logró alcanzar la mesa y agarrar la esfera. «¡Lo tengo!» gritó, pero en ese momento, una explosión la lanzó contra la pared.

«¡Lena!» gritó Marcus, corriendo hacia ella. «¿Estás bien?»

«Estoy bien,» respondió ella con dificultad. «Pero tenemos que salir de aquí, ¡ahora!»

El grupo se abrió paso a través de los enemigos, disparando y esquivando balas. La adrenalina corría por sus venas, impulsándolos a seguir adelante.

Finalmente, lograron salir al exterior, donde el sol del desierto era un contraste cegador con la oscuridad de la base. «¡Corran!» ordenó Marcus, y el grupo se dispersó, buscando refugio entre las rocas.

«¿Todos están bien?» preguntó Marcus, respirando con dificultad.

«Sí,» respondió Jake, aunque su voz sonaba cansada. «Pero esto no ha terminado. Tenemos que averiguar quién nos traicionó.»

«Lo haremos,» dijo Marcus con determinación. «Pero primero, tenemos que llevar este artefacto a un lugar seguro.»

El grupo se puso en marcha, sabiendo que la verdadera batalla aún estaba por venir. La traición había dejado su marca, pero también había fortalecido su resolución.

«No importa quién sea el traidor,» pensó Marcus mientras avanzaban por el desierto. «Lo encontraremos y lo haremos pagar. No hay lugar para la traición en nuestro grupo.»

Y así, los mercenarios continuaron su camino, enfrentando no solo los peligros del desierto, sino también la sombra de la traición que los acechaba. La guerra secreta en el Desierto de la Desolación estaba lejos de terminar, y cada uno de ellos sabía que solo los más fuertes sobrevivirían.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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