Había una vez en la sabana africana una jirafa llamada Lila. Lila era la jirafa más alta de todas, y estaba muy orgullosa de su altura. Cada mañana, se asomaba al espejo del lago para admirar su largo cuello y sus manchas brillantes.
—¡Mira qué alta soy! —decía Lila a sus amigos, los animales de la sabana—. ¡Soy la jirafa más hermosa del mundo!
Sus amigos, el elefante Ezequiel, la cebra Zuri y el león Leo, la escuchaban con una sonrisa, pero a veces se sentían un poco incómodos.
—Lila, ser alta es genial —dijo Ezequiel—, pero también hay otras cosas que son importantes.
—¿Como qué? —preguntó Lila, levantando una ceja.
—Como ser amable o ayudar a los demás —respondió Zuri, moviendo su cola.
Lila frunció el ceño. Ella no podía entender cómo algo tan pequeño como ser amable podría ser tan importante como su altura.
Un día, mientras Lila se paseaba por la sabana, vio a un pequeño pajarito llamado Pipo que intentaba salir de un arbusto espinoso.
—¡Ayuda! —chirrió Pipo—. ¡Estoy atrapado!
Lila, emocionada por mostrar su altura, se acercó al arbusto y dijo:
—¡No te preocupes, Pipo! ¡Yo puedo alcanzarte!
Con su largo cuello, Lila trató de estirarse, pero no podía llegar hasta el pajarito.
—¡Oh no! —exclamó Pipo—. ¡No puedo salir!
Entonces, apareció Zuri, la cebra. Con su agilidad, se acercó rápidamente y, con cuidado, movió algunas ramas del arbusto.
—¡Listo! —dijo Zuri—. Ahora salta, Pipo.
Pipo, feliz, salió del arbusto y voló alto en el cielo.
—¡Gracias, Zuri! —chirrió Pipo—. ¡Eres la mejor!
Lila miraba, un poco confundida. Nunca había pensado que Zuri, siendo más pequeña, pudiera hacer algo tan valioso.
Más tarde, Lila se encontró con Leo, el león, que estaba tratando de alcanzar un delicioso mango en un árbol.
—¡Ayuda! —rugió Leo—. ¡No puedo llegar a la fruta!
Lila se acercó, lista para ayudar. Pero cuando intentó estirarse, no pudo alcanzar el mango.
—No te preocupes, Leo —dijo Zuri, que pasaba por allí—. Yo puedo ayudar.
Con un salto, Zuri alcanzó el mango y se lo lanzó a Leo.
—¡Gracias, Zuri! —rugió Leo, disfrutando del dulce mango.
Lila sintió un pequeño cosquilleo en su corazón. Quizás había algo más que ser alta y hermosa.
Esa noche, mientras miraba las estrellas, Lila pensó en lo que había aprendido.
—Tal vez ser amable y ayudar a los demás es tan importante como ser alta —susurró para sí misma.
A partir de ese día, Lila no solo se miraba al espejo del lago; también ayudaba a sus amigos y aprendía de ellos. Y así, la jirafa presumida se convirtió en la jirafa más querida de la sabana.