Pedro y el Lobo

Pedro era un niño que vivía en un pequeño pueblo rodeado de verdes praderas y altas montañas. Su trabajo era cuidar de un grupo de ovejas que pastaban tranquilamente bajo el sol. Sin embargo, Pedro tenía un pequeño problema: le encantaba hacer travesuras.

Un día, mientras las ovejas comían, Pedro decidió gritar: “¡Auxilio! ¡Un lobo viene a comerse a mis ovejas!” Los aldeanos, al escuchar su grito, corrieron rápidamente hacia el prado. Cuando llegaron, encontraron a Pedro riendo a carcajadas.

—¡Pedro! —dijo el viejo Juan, con una ceja levantada—. ¿Por qué nos has llamado? No hay ningún lobo aquí.

—Solo estaba bromeando —respondió Pedro, aún riendo—. ¡Miren cuán asustados se pusieron!

Los aldeanos se marcharon, murmurando sobre lo travieso que era Pedro. Pero él no se preocupó, estaba demasiado divertido.

Pasaron unos días y Pedro decidió hacer la misma broma otra vez. Gritó: “¡Socorro! ¡El lobo viene!” Esta vez, los aldeanos llegaron un poco más despacio, pero al ver que no había peligro, se enojaron.

—Pedro, no puedes seguir haciendo esto. La próxima vez, no te creeremos —dijo la señora Marta, sacudiendo la cabeza.

—¡Lo prometo! —dijo Pedro, aunque en su corazón sabía que no podía resistir la tentación de hacer otra broma.

Pero un día, mientras las ovejas pastaban, Pedro vio algo moverse entre los arbustos. ¡Era un lobo de verdad! Su corazón comenzó a latir rápido.

—¡Oh no! —gritó Pedro—. ¡Un lobo de verdad!

Pero esta vez, los aldeanos no vinieron. Pedro corrió hacia el pueblo, gritando: “¡Ayuda! ¡El lobo se lleva a mis ovejas!”

Los aldeanos, cansados de sus mentiras, solo le respondieron:

—¡Pedro, deja de jugar! No hay lobo.

Desesperado, Pedro regresó al prado y vio al lobo acercándose a sus ovejas. No puedo dejar que se las lleve, pensó. Con valentía, se plantó frente al lobo.

—¡Detente! —gritó—. ¡No te llevarás a mis ovejas!

El lobo, sorprendido por la valentía de Pedro, se detuvo y lo miró. “¿Por qué no me tienes miedo?” preguntó.

—Porque sé que si no me creyeron antes, no me creerán ahora. Pero no dejaré que te lleves a mis amigas —respondió Pedro con firmeza.

El lobo, intrigado por la determinación del niño, decidió no atacar. “Eres valiente, pequeño. Pero también debes ser honesto. Si sigues mintiendo, nadie te creerá cuando realmente necesites ayuda”.

Pedro asintió, comprendiendo la lección. “Lo prometo, nunca más mentiré”.

Desde ese día, Pedro se convirtió en un buen pastor. Aprendió a cuidar de sus ovejas y a contar la verdad. Y aunque el lobo nunca volvió, Pedro siempre recordaría aquella lección.

Puntúa este cuento
Foto del avatar
Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *