Era una noche oscura y tormentosa cuando los cuatro amigos, Ana, Carlos, Sofía y Diego, decidieron aventurarse en la Casa del Lago, un antiguo caserón abandonado en las afueras del pueblo. La leyenda decía que la casa estaba embrujada por los espíritus de aquellos que habían perecido en sus sombrías paredes. A pesar de las advertencias, la curiosidad los impulsó a explorarla.
Capítulo 1: La Llegada
El viento soplaba con furia mientras los amigos se aproximaban a la Casa del Lago. El crujido de las ramas secas bajo sus pies resonaba en la noche, creando una atmósfera lúgubre y ominosa.
«¿Estás seguro de que queremos hacer esto?», preguntó Ana, mirando con nerviosismo la fachada decrépita de la casa.
«¡Vamos, Ana! No seas cobarde», exclamó Carlos, tratando de ocultar su propio miedo.
Sofía agarró la linterna con firmeza, iluminando el camino hacia la entrada. Diego, el más intrépido del grupo, lideraba la expedición con una sonrisa desafiante en el rostro.
Empujaron la puerta entreabierta y entraron en la penumbra de la casa. El aire estaba cargado de humedad y un olor a moho impregnaba el ambiente. Las sombras danzaban en las paredes, alimentando la inquietud de los intrépidos exploradores.
Capítulo 2: El Misterio
Avanzaron con cautela por los oscuros pasillos, explorando cada habitación con creciente fascinación y temor. Las paredes estaban cubiertas de misteriosos símbolos y grafitis, como si hubieran sido testigos de innumerables rituales y ceremonias macabras.
De repente, un sonido siniestro resonó desde el sótano, haciendo que todos se detuvieran en seco.
«¿Qué fue eso?», murmuró Sofía, con la voz temblorosa.
Diego se adelantó, instando al grupo a seguirlo hacia las escaleras que conducían al sótano. Con cada paso, el aire se volvía más pesado, como si una presencia invisible los observara desde las sombras.
«Deberíamos volver atrás», sugirió Ana, su voz apenas un susurro.
«Pero aún no hemos descubierto el secreto de esta casa», respondió Diego, su determinación eclipsando su miedo.
Descendieron lentamente por las escaleras, la oscuridad envolviéndolos como un manto gélido. Al llegar al sótano, se encontraron con una puerta de madera cerrada con un candado oxidado.
Capítulo 3: La Revelación
Con manos temblorosas, Diego sacó un juego de ganzúas y comenzó a trabajar en el candado. El metal chirrió con cada movimiento, como si la misma casa resistiera su intrusión.
Finalmente, el candado cedió y la puerta se abrió con un chirrido ominoso. Una ráfaga de aire frío salió del sótano, enviando escalofríos por la espina dorsal de los amigos.
Con la linterna en mano, descendieron por la escalera de caracol hacia las profundidades del sótano. El aire estaba cargado de una presencia ominosa, como si los muros mismos estuvieran impregnados de sufrimiento y desesperación.
Al llegar al final de la escalera, se encontraron con una habitación llena de antigüedades y objetos cubiertos de polvo. En el centro de la habitación, un viejo cofre de madera yacía en el suelo, su tapa entreabierta como si esperara ser descubierto.
Con manos temblorosas, Carlos levantó la tapa del cofre y reveló su contenido: un diario antiguo envuelto en telarañas y un medallón de plata con un extraño símbolo grabado en él.
Capítulo 4: La Condena
Intrigados, los amigos comenzaron a hojear el diario, leyendo las páginas amarillentas con creciente fascinación y horror. Descubrieron la historia de la Casa del Lago, una historia de tragedia y muerte que se remontaba a siglos atrás.
Según el diario, la casa había sido el escenario de rituales oscuros y sacrificios humanos realizados por una secta siniestra que adoraba a un antiguo dios de la oscuridad. Los espíritus atormentados de las víctimas aún vagaban por los pasillos, buscando venganza contra aquellos que osaban perturbar su descanso eterno.
Antes de que pudieran asimilar por completo la terrible revelación, un escalofrío recorrió la habitación y las luces parpadearon ominosamente. Una voz susurrante llenó el aire, gélida como el aliento de la muerte.
«¡Debemos irnos de aquí ahora mismo!», gritó Sofía, su voz llena de pánico.
Pero ya era demasiado tarde. Las sombras cobraron vida a su alrededor, envolviéndolos en una oscuridad impenetrable. Los amigos comprendieron entonces que habían desatado una fuerza más allá de su comprensión, condenándose a sí mismos a una eternidad de tormento en la Casa del Lago.