En un antiguo castillo situado en lo alto de una colina, se rumoreaba que habitaban criaturas de la noche que se alimentaban de la sangre de los inocentes. Los lugareños evitaban acercarse a aquel lugar, temerosos de caer en manos de los vampiros que acechaban en la oscuridad.
Una noche, mientras la luna llena iluminaba el cielo, un joven valiente llamado Andrés decidió desafiar las supersticiones y adentrarse en el castillo en busca de respuestas. Armado con una estaca de madera y un crucifijo, se adentró en las sombrías estancias del antiguo edificio, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
A medida que avanzaba por los pasillos polvorientos, pudo escuchar susurros siniestros y pasos sigilosos que parecían seguirlo a cada paso. El corazón le latía con fuerza en el pecho, pero se obligó a continuar, decidido a descubrir la verdad detrás de las desapariciones en el pueblo.
De repente, una figura oscura se materializó frente a él, con los ojos brillando en la oscuridad y los colmillos afilados listos para el ataque. Andrés retrocedió instintivamente, pero se mantuvo firme, levantando la estaca en defensa propia. «¿Quién eres tú?», preguntó con voz temblorosa.
La criatura se rió con una risa que heló la sangre de Andrés. «Soy Vlad, el señor de este castillo. Y tú, humano imprudente, has caído en mi trampa», susurró con una sonrisa malévola en los labios. Antes de que Andrés pudiera reaccionar, Vlad se abalanzó sobre él, hundiendo sus colmillos en su cuello y bebiendo de su sangre con avidez.
El joven sintió cómo su fuerza lo abandonaba lentamente, mientras la habitación daba vueltas a su alrededor. «No… puede ser…», murmuró débilmente antes de caer en la oscuridad.
Cuando despertó, se encontraba encadenado en una mazmorra húmeda y fría, con un hambre insaciable quemando en su interior. Vlad se acercó a él, con una mirada de triunfo en los ojos. «Bienvenido a tu nueva vida, Andrés. A partir de ahora, serás uno de nosotros, un vampiro sediento de sangre», anunció con una sonrisa cruel.
Andrés sintió un terror indescriptible apoderarse de él, mientras se daba cuenta de que había caído en manos de las criaturas de la noche de las que tanto había oído hablar. «No… por favor, déjame ir. No quiero ser un monstruo como tú», suplicó, pero sus súplicas cayeron en oídos sordos.
Los días se convirtieron en noches interminables de caza y alimentación, mientras Andrés luchaba por mantener su humanidad en medio de la sed de sangre que lo consumía. Cada vez que clavaba sus colmillos en la garganta de una víctima, sentía cómo una parte de su alma se desvanecía, dejando solo un vacío oscuro en su interior.
Una noche, mientras vagaba por las calles del pueblo en busca de su próxima presa, Andrés se encontró con una joven de cabellos dorados que caminaba sola por el oscuro callejón. «Por favor, no… no quiero hacerte daño», murmuró con voz entrecortada, pero la sed de sangre era demasiado fuerte.
Sin poder resistirse más, se abalanzó sobre la joven, hundiendo sus colmillos en su cuello y bebiendo de su sangre con avidez. Sin embargo, cuando se apartó, se dio cuenta de que algo había cambiado. La joven no mostraba signos de miedo o dolor, sino una extraña sonrisa en los labios.
«Sabía que vendrías por mí, Andrés. Y ahora, seremos eternos juntos», susurró la joven con una voz que resonaba en su mente. Andrés retrocedió horrorizado, reconociendo en ella a una de las criaturas que lo habían convertido en lo que era.
«¿Qué… qué eres tú?», balbuceó, sintiendo el pánico apoderarse de él. La joven se acercó lentamente, con los ojos brillando en la oscuridad. «Somos los elegidos, los que han sido bendecidos con la inmortalidad. Y ahora, tú eres uno de nosotros», declaró con una sonrisa enigmática.
Andrés comprendió entonces que había caído en una trampa aún más retorcida de lo que creía. Su destino estaba sellado, condenado a vagar eternamente en la oscuridad como una de las criaturas de la noche que tanto temía. Y mientras la luna llena brillaba en lo alto del cielo, su risa se mezclaba con los aullidos de los lobos en la noche, anunciando su transformación en un ser de la noche para siempre.