El mercado de antigüedades estaba repleto de objetos polvorientos y olvidados, cada uno con su propia historia. Clara se paseaba entre los puestos, buscando algo especial para adornar su nuevo apartamento. Fue entonces cuando lo vio: un espejo antiguo, con un marco de madera tallada que parecía susurrar secretos de tiempos pasados.
—¿Cuánto por el espejo? —preguntó Clara, señalando el objeto.
El anciano vendedor la miró con ojos cansados y una sonrisa enigmática.
—Para ti, joven dama, solo cincuenta euros —respondió con una voz ronca.
Clara pagó sin dudarlo y se llevó el espejo a casa. Lo colgó en su sala de estar, justo enfrente del sofá. Esa noche, mientras leía un libro, notó algo peculiar en el reflejo. Había una mancha roja en la esquina inferior del espejo. Se levantó para limpiarla, pero la mancha no desaparecía.
—Qué extraño… —murmuró, frotando con más fuerza.
La mancha parecía estar dentro del cristal. Clara decidió ignorarla y se fue a dormir. Sin embargo, esa noche tuvo pesadillas. Soñó con un hombre de aspecto pálido y ojos rojos que la observaba desde el espejo, susurrando palabras ininteligibles.
Al día siguiente, la mancha había crecido. Ahora cubría casi toda la parte inferior del espejo. Clara intentó limpiarla de nuevo, pero fue inútil. La mancha parecía viva, pulsante, como si tuviera su propio latido.
—Esto es ridículo —dijo en voz alta, intentando convencerse de que no había nada de qué preocuparse.
Esa noche, las pesadillas fueron aún más vívidas. El hombre del espejo parecía más real, más presente. Clara se despertó sudando y decidió investigar el origen del espejo. Volvió al mercado de antigüedades, pero el puesto del anciano ya no estaba.
—¿Conoce al hombre que vendía aquí? —preguntó a otro vendedor.
—¿El viejo? Nadie lo ha visto en años. Algunos dicen que murió hace tiempo —respondió el hombre, encogiéndose de hombros.
Clara regresó a casa, más inquieta que nunca. Al entrar, notó que la mancha de sangre ahora cubría casi todo el espejo. Su corazón latía con fuerza mientras se acercaba al reflejo. De repente, una mano pálida salió del espejo y la agarró del brazo.
—¡Ayuda! —gritó, pero su voz se perdió en el vacío.
La mano la arrastró hacia el espejo, y Clara sintió un frío helado recorrer su cuerpo. Todo se volvió negro.
Despertó en una habitación oscura, con paredes de piedra y un olor a humedad. El hombre de sus pesadillas estaba frente a ella, sonriendo.
—Bienvenida a mi mundo, Clara —dijo con una voz suave pero amenazante.
—¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? —preguntó, temblando de miedo.
—Soy Vladislav, y tú eres mi prisionera. Este espejo es mi portal, y tu sangre es lo que necesito para mantenerme vivo.
Clara intentó escapar, pero las paredes parecían cerrarse a su alrededor. Vladislav se acercó, sus colmillos brillando a la luz tenue de una vela.
—No puedes escapar, Clara. Tu destino está sellado.
Desesperada, Clara recordó un detalle de sus pesadillas: el espejo tenía una inscripción en latín. Si podía leerla, tal vez encontraría una manera de romper el hechizo.
—¿Dónde está el espejo? —preguntó, tratando de ganar tiempo.
Vladislav la miró con curiosidad.
—¿El espejo? Está en la sala de rituales, pero no te servirá de nada.
Clara aprovechó un momento de distracción y corrió por el oscuro pasillo. Encontró la sala de rituales y, efectivamente, el espejo estaba allí. La inscripción en latín brillaba con una luz etérea: «Sanguis est clavis, sed voluntas est ianua.»
—La sangre es la llave, pero la voluntad es la puerta… —murmuró, tratando de comprender.
Vladislav apareció en la entrada, furioso.
—¡No puedes escapar! —rugió, avanzando hacia ella.
Clara, desesperada, se cortó la palma de la mano y dejó que la sangre goteara sobre el espejo. Al mismo tiempo, concentró toda su voluntad en regresar a su mundo.
El espejo comenzó a vibrar y una luz cegadora llenó la sala. Clara sintió que era arrastrada de nuevo, y todo se volvió blanco.
Despertó en su sala de estar, frente al espejo. La mancha de sangre había desaparecido. Respiró aliviada, pero algo no estaba bien. Su reflejo no se movía al mismo tiempo que ella. En lugar de eso, la miraba con una sonrisa maliciosa.
—¿Qué…? —Clara dio un paso atrás, horrorizada.
Su reflejo salió del espejo y la agarró del brazo.
—Gracias por liberarme, Clara. Ahora, tú ocuparás mi lugar.
Antes de que pudiera reaccionar, fue arrastrada de vuelta al espejo. La última cosa que vio fue su propio reflejo, ahora con los ojos rojos y una sonrisa cruel.
El apartamento quedó en silencio, con el espejo colgado en la pared. La inscripción en latín brillaba tenuemente, y una nueva mancha de sangre comenzaba a formarse en la esquina inferior.
Aquellos que visitaban a Clara en los días siguientes notaron su extraño comportamiento, pero nadie pudo adivinar la verdad. La verdadera Clara estaba atrapada en un mundo de oscuridad, mientras una entidad maligna ocupaba su lugar en el mundo real.
Y así, el espejo antiguo siguió colgando en la pared, esperando a su próxima víctima.