Había una vez, en un valle lejano y lleno de verdes colinas, un triceratops llamado Tito. Tito era un triceratops muy especial, no solo por sus tres grandes cuernos y su robusta armadura, sino porque guardaba un secreto muy especial en una cueva oculta entre las rocas.
Tito era un triceratops solitario. Aunque había muchos otros dinosaurios en el valle, Tito prefería pasar el tiempo solo. A veces, los otros dinosaurios lo invitaban a jugar, pero Tito siempre encontraba alguna excusa para no ir.
Un día, mientras Tito estaba en su cueva secreta, sus amigos Dino, el pequeño velociraptor, y Lila, la traviesa pterodáctilo, decidieron seguirlo. Habían notado que Tito siempre se alejaba del grupo y querían saber por qué.
—¿A dónde crees que va Tito cada día? —preguntó Lila mientras volaba en círculos sobre Dino.
—No lo sé, pero vamos a descubrirlo, —respondió Dino con entusiasmo.
Siguiendo a Tito con mucho cuidado, llegaron a una cueva escondida detrás de una cascada. Tito entró y los dos amigos se quedaron fuera, observando con curiosidad. Dentro de la cueva, Tito abrió un cofre lleno de piedras brillantes y cristales de colores. Era su tesoro secreto.
—¡Guau! ¡Mira eso! —exclamó Lila, sorprendida por el brillo de las piedras.
—Es increíble, —dijo Dino, con los ojos muy abiertos.
En ese momento, Tito se dio cuenta de que no estaba solo. Se giró rápidamente y vio a sus amigos en la entrada de la cueva. Al principio, se sintió muy molesto.
—¿Qué están haciendo aquí? —gruñó Tito, tratando de proteger su tesoro.
—Lo sentimos, Tito, —dijo Dino, bajando la cabeza—. Solo queríamos saber por qué siempre te alejas de nosotros.
Tito suspiró y se dio cuenta de que sus amigos solo estaban preocupados por él. Se sentó y les explicó.
—Este es mi tesoro. Lo encontré hace mucho tiempo y me gusta venir aquí porque es un lugar tranquilo. Pero ahora veo que he estado muy solo.
Lila se posó en el hombro de Tito y le sonrió.
—No necesitas estar solo, Tito. Nosotros somos tus amigos y queremos compartir contigo, no solo tus juegos, sino también tus secretos.
Dino asintió con entusiasmo.
—Sí, Tito. La verdadera riqueza no está en las piedras brillantes, sino en la amistad que compartimos.
Tito miró sus piedras y luego a sus amigos. Se dio cuenta de que Dino y Lila tenían razón. La verdadera riqueza era tener amigos con quienes compartir sus días.
—Gracias, amigos. Me he dado cuenta de que mi tesoro no es nada comparado con tenerlos a ustedes a mi lado, —dijo Tito con una gran sonrisa.
Desde ese día, Tito no volvió a ser un triceratops solitario. Invitó a Dino y Lila a su cueva para jugar y explorar juntos. Descubrieron que había muchas más aventuras por vivir y que la verdadera magia estaba en la amistad que compartían.
Y así, el valle se llenó de risas y juegos. Tito, Dino y Lila se convirtieron en los mejores amigos, demostrando que, a veces, los tesoros más valiosos no son los que se pueden guardar en un cofre, sino los que se llevan en el corazón.
Fin.