La Senda de las Mariposas de Fuego

Era un día soleado en el pequeño pueblo de Valle Verde, donde dos hermanos, Lía y Tomás, decidieron que era el momento perfecto para una aventura. Lía, la mayor, tenía el cabello rizado y una sonrisa que iluminaba su rostro. Tomás, su hermano menor, siempre llevaba consigo su inseparable gorra roja.

—¡Lía! —gritó Tomás mientras corría hacia ella—. ¿Recuerdas lo que nos contó la abuela sobre la Senda de las Mariposas de Fuego?

Lía asintió con emoción. La abuela siempre les hablaba de esas mariposas mágicas que guiaban a los viajeros hacia el reino de los duendes, donde los sueños se hacían realidad.

—¡Vamos a buscarlas! —dijo Lía, con sus ojos brillando de entusiasmo—. ¡Podríamos conocer a un duende!

Tomás saltó de alegría. —¡Sí! ¡Y podríamos pedirles un deseo!

Los hermanos se prepararon para la aventura. Lía empacó unas galletas de chocolate, y Tomás se aseguró de llevar su linterna, por si acaso se hacía de noche.

Al llegar al bosque, el aire estaba lleno de aromas frescos y melodías de pájaros. Los rayos del sol se filtraban entre las hojas, creando un espectáculo de luces y sombras. Lía y Tomás comenzaron a caminar por un sendero cubierto de flores de colores.

—Mira, Lía, ¡hay mariposas! —exclamó Tomás, señalando un grupo de mariposas azules que danzaban en el aire.

—Sí, pero no son las de fuego —respondió Lía, frunciendo el ceño—. Deben ser de otro lugar.

Continuaron su camino, y pronto llegaron a un claro donde el sol brillaba intensamente. Allí, el aire parecía vibrar, y de repente, un grupo de mariposas de un color rojo intenso apareció ante ellos.

—¡Mira, Tomás! —gritó Lía—. ¡Son las mariposas de fuego!

Las mariposas revoloteaban alrededor de los hermanos, como si estuvieran invitándolos a seguirlas. Sin pensarlo dos veces, Lía y Tomás se dejaron llevar por su mágico vuelo.

—¿A dónde nos llevarán? —preguntó Tomás, un poco nervioso.

—No lo sé, pero estoy segura de que nos llevarán a un lugar increíble —respondió Lía, con confianza.

Las mariposas los condujeron a través de un bosque espeso, donde los árboles parecían susurrar secretos. Después de un rato, llegaron a un claro iluminado por una luz dorada. En el centro, había una pequeña puerta de madera, adornada con enredaderas y flores brillantes.

—¡Es la puerta al reino de los duendes! —exclamó Lía, asombrada.

Tomás miró a su hermana, sus ojos llenos de curiosidad. —¿Y si no nos dejan entrar?

Lía sonrió. —No lo sabremos hasta que lo intentemos. Vamos, ¡no hay tiempo que perder!

Se acercaron a la puerta y, para su sorpresa, esta se abrió lentamente, revelando un mundo lleno de luces brillantes y risas alegres. Los duendes, con sus trajes coloridos y grandes orejas puntiagudas, estaban celebrando una fiesta.

—¡Bienvenidos, viajeros! —gritó uno de los duendes, saltando hacia ellos—. Soy Pícaro, el duende bromista. ¿Qué los trae a nuestro reino?

—Buscamos las mariposas de fuego —respondió Lía—. Queremos conocer a los duendes y pedir un deseo.

Pícaro sonrió ampliamente. —¡Ah, las mariposas de fuego son nuestras guías! Pero antes de que puedan hacer un deseo, deben superar una prueba. ¿Están listos?

Tomás se miró con Lía, quien asintió. —¡Sí! ¡Estamos listos!

Pícaro llevó a los hermanos a un gran árbol, donde había un juego de acertijos. —Si logran responder tres acertijos, podrán hacer su deseo —dijo el duende, cruzando los brazos—. ¿Listos?

Los hermanos asintieron, y Pícaro comenzó.

—Primer acertijo: “En el agua estoy, pero no soy pez. En el aire vuelo, pero no tengo alas. ¿Qué soy?”

Lía pensó un momento y luego dijo: —¡Es el vapor!

Pícaro aplaudió. —¡Correcto! Siguiente acertijo: “Soy ligero como una pluma, pero mil hombres no pueden sostenerme. ¿Qué soy?”

Tomás frunció el ceño, pero después de un rato, sonrió. —¡Es el aliento!

—¡Bien hecho! —exclamó Pícaro—. Ahora, el último: “No tengo boca, pero puedo hablar. No tengo cuerpo, pero puedo vivir. ¿Qué soy?”

Lía y Tomás se miraron, pensando. Finalmente, Lía dijo: —¡Es un eco!

—¡Exacto! —gritó Pícaro, saltando de alegría—. Han superado la prueba. Ahora pueden hacer su deseo.

Los hermanos se tomaron de las manos y miraron a Pícaro. —Deseamos que todos los niños del mundo puedan conocer la magia de la naturaleza —dijo Lía con determinación.

Pícaro sonrió y agitando su varita mágica, hizo que un brillo dorado envolviera el claro. —¡Su deseo está concedido! Que la magia de la naturaleza siempre esté con ustedes.

Lía y Tomás se despidieron de los duendes y, guiados por las mariposas de fuego, regresaron a casa. Al llegar, se dieron cuenta de que la aventura apenas comenzaba. Habían descubierto que la magia estaba en todas partes, y que, a veces, solo necesitaban un poco de valentía y un corazón lleno de sueños para encontrarla.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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