Era una noche oscura en la selva. Las estrellas brillaban como pequeños diamantes en el cielo, pero el pequeño tigre llamado Timo estaba muy asustado. “¿Qué hay en la oscuridad?” se preguntaba mientras se acurrucaba en su cueva.
Timo era un tigre valiente durante el día. Le encantaba correr entre los árboles y jugar con sus amigos, pero cuando caía la noche, todo cambiaba. Los ruidos de la selva le parecían aterradores. “Escucho ruidos extraños,” pensó, temblando un poco.
Su amiga, la tortuga Tina, que siempre era muy sabia, le dijo: “Timo, no debes temer a la oscuridad. La noche está llena de maravillas.”
“¿Maravillas?” preguntó Timo, con los ojos muy abiertos.
“Sí,” respondió Tina, sonriendo. “Si te atreves a salir, podrías descubrir cosas sorprendentes.”
Timo miró a su alrededor. La selva estaba tranquila, pero aún así sentía un nudo en el estómago. “¿Y si hay un monstruo?” dijo, temblando un poco más.
“No hay monstruos, solo animales como tú y yo,” le aseguró Tina. “Vamos, Timo, juntos seremos más valientes.”
Después de pensarlo un momento, Timo decidió que quería ser valiente. “Está bien, Tina. ¡Vamos a descubrir las maravillas de la noche!” exclamó.
Salieron de la cueva y, aunque la oscuridad parecía envolverlo todo, Timo comenzó a sentir un poco de emoción. “¿Ves? La luna brilla, y eso es hermoso,” dijo Tina, señalando el cielo.
“¡Es cierto!” dijo Timo, mirando la luna. “Es como un gran faro en el cielo.”
Mientras caminaban, escucharon un suave susurro. “¿Qué fue eso?” preguntó Timo, asustado.
“Es solo el viento,” dijo Tina. “El viento juega con las hojas.”
A medida que avanzaban, se encontraron con un grupo de luciérnagas. “¡Mira, Timo! ¡Son luces danzantes!” gritó Tina emocionada.
“¡Son hermosas!” dijo Timo, olvidando su miedo por un momento. “¿Pueden hablar?”
Las luciérnagas, al escuchar a Timo, comenzaron a brillar aún más. “¡Hola, pequeño tigre! No temas, solo estamos aquí para iluminar la noche,” dijeron en coro.
Timo sonrió. “Gracias, luciérnagas. ¡Son muy amables!”
Continuaron su aventura y encontraron un arroyo que brillaba con la luz de la luna. “¡Guau! ¡Es como un espejo!” exclamó Timo, saltando de alegría.
“Sí, y también podemos ver nuestros reflejos,” dijo Tina.
Timo se miró en el agua y vio su hermoso pelaje anaranjado. “¡Soy un tigre valiente!” se dijo a sí mismo. “No tengo que tener miedo.”
De repente, escucharon un rugido lejano. Timo se congeló. “¿Qué fue eso?” preguntó, con los ojos muy abiertos.
“No te preocupes,” dijo Tina. “Puede ser solo un león o un jaguar. No todos los ruidos son malos.”
Timo respiró hondo. “Tienes razón. Debo ser valiente.”
Decidieron seguir el sonido y, para su sorpresa, encontraron a un gran león. “Hola, pequeños amigos,” dijo el león con una voz profunda. “¿Qué hacen aquí en la noche?”
“Estamos explorando,” respondió Timo, tratando de sonar valiente. “Quiero ser valiente como tú.”
El león sonrió. “La valentía no es la ausencia de miedo, sino enfrentar lo que nos asusta. ¡Sigan explorando!”
Con esas palabras, Timo se sintió más fuerte. “Gracias, señor león. ¡Seguiré explorando!”
Y así, Timo y Tina continuaron su aventura, descubriendo más maravillas de la noche. Al final, Timo ya no tenía miedo. “Esta noche ha sido mágica,” dijo con una gran sonrisa.
“Sí, y lo mejor es que lo hiciste sin miedo,” respondió Tina.
Cuando regresaron a su cueva, Timo se sintió muy orgulloso. “¡Soy un tigre valiente!” gritó.
Y así, en la selva, el pequeño tigre aprendió que la oscuridad puede ser maravillosa y que, a veces, solo hay que dar un paso adelante para encontrar el coraje que llevamos dentro.