Era un hermoso día en el Valle de los Dinosaurios. El sol brillaba y los árboles bailaban con la suave brisa. Dino, un amigable braquiosaurio de cuello largo y corazón aún más grande, estaba jugando con sus amigos.
—¡Mira, Dino! —gritó Pati, la pequeña pterodáctilo—. ¡Hay un arcoíris en el cielo!
Dino levantó su cabeza y vio un arcoíris brillante que se extendía de un lado a otro. Sus colores eran tan vivos que parecía que estaban bailando.
—¡Vamos a seguirlo! —exclamó Dino emocionado.
—¿Crees que nos llevará a un lugar mágico? —preguntó Tico, el travieso triceratops.
—¡Sí! ¡Vamos! —respondió Dino, moviendo su cola con alegría.
Los tres amigos comenzaron a caminar hacia el arcoíris. A medida que se acercaban, los colores parecían más intensos y llenos de vida. De repente, un suave viento los envolvió y, en un parpadeo, se encontraron en un lugar maravilloso.
—¡Guau! —dijo Pati, mirando a su alrededor—. ¡Es un mundo lleno de colores!
El suelo estaba cubierto de flores de todos los colores imaginables. Los árboles eran de un azul brillante y los ríos parecían de jugo de frutas.
—¡Miren! —gritó Tico—. ¡Hay un grupo de dinosaurios!
Se acercaron y vieron a unos dinosaurios con escamas de colores que estaban pintando un enorme mural en una roca.
—¡Hola, amigos! —dijo uno de ellos, un estegosaurio de color verde—. ¿Quieren ayudarnos a mezclar colores?
—¡Sí! —respondió Dino, saltando de alegría—. ¿Cómo se hace?
El estegosaurio les mostró una paleta llena de colores.
—Para hacer el color naranja, necesitamos mezclar rojo y amarillo —explicó—. ¡Intenten hacerlo!
Dino, Pati y Tico se pusieron a trabajar. Dino tomó un poco de rojo y un poco de amarillo.
—¡Mira! —dijo Pati—. ¡Se está volviendo naranja!
—¡Qué divertido! —gritó Tico—. ¡Ahora hagamos verde!
Juntos, mezclaron azul y amarillo. Pronto, un hermoso verde apareció en su paleta.
—¡Estamos creando magia! —exclamó Dino, mientras pintaban el mural.
Los dinosaurios de colores los animaban y aplaudían. Cada vez que mezclaban un nuevo color, el mural se hacía más bonito y brillante.
—¡Ahora hagamos morado! —sugirió Pati.
—¡Sí! —respondió Dino—. ¡Me encanta el morado!
Mientras mezclaban, Dino se dio cuenta de que cada color tenía su propia personalidad. El rojo era fuerte y valiente, el azul era tranquilo y sereno, y el amarillo era alegre y brillante.
Después de un rato, el mural estaba terminado. Era una obra de arte llena de colores que brillaban bajo el sol.
—¡Es hermoso! —dijo Tico, admirando su trabajo.
—¡Gracias por ayudarnos! —dijo el estegosaurio—. Ustedes son unos grandes artistas.
Dino sonrió y se sintió muy feliz. Había aprendido a mezclar colores y a trabajar en equipo con sus amigos.
—Siempre recordaré este día —dijo Dino—. Los colores son mágicos.
—Y nosotros también lo somos cuando estamos juntos —añadió Pati, sonriendo.
Los amigos se despidieron de los dinosaurios de colores y comenzaron a caminar de regreso hacia el arcoíris. Mientras se alejaban, Dino miró hacia atrás y vio cómo el mural brillaba con todos los colores del mundo.
—¡Hasta pronto! —gritaron juntos.
Cuando regresaron al Valle de los Dinosaurios, Dino sabía que siempre llevaría en su corazón la magia del arcoíris y los colores. Y así, Dino y sus amigos aprendieron que el verdadero color de la amistad es el más brillante de todos.