El Espejo de los Deseos Malditos

En un pequeño pueblo rodeado de bosques oscuros y misteriosos, vivía un niño llamado Lucas. Era un chico curioso, siempre explorando cada rincón del vecindario. Un día, mientras caminaba cerca de un viejo y desmoronado edificio que había estado abandonado durante años, notó algo brillante entre los escombros. Se acercó, y allí, cubierto de polvo y telarañas, encontró un espejo antiguo.

El espejo era grande y tenía un marco de madera oscura, tallado con extraños símbolos que Lucas no podía entender. Cuando se asomó, vio su reflejo, pero algo en sus ojos parecía diferente, como si el espejo estuviera vivo. Intrigado, Lucas se preguntó si podía hacer un deseo. “¿Y si este espejo puede conceder deseos?”, pensó, recordando las historias que había escuchado sobre objetos mágicos.

Decidido a probarlo, Lucas se armó de valor y dijo en voz alta: “Deseo tener el mejor videojuego del mundo.” En ese instante, el espejo comenzó a brillar intensamente, y una risa suave y siniestra resonó en el aire. De repente, un paquete apareció a sus pies. Lucas lo abrió con emoción y, efectivamente, era el videojuego que tanto deseaba.

“¡Increíble!”, exclamó Lucas, pero cuando se sentó a jugar, notó que el juego era tan difícil que no podía pasar ni el primer nivel. “Esto es… raro,” murmuró, sintiendo que algo no estaba bien. A medida que intentaba jugar, la frustración creció, y cada vez que fallaba, sentía que una sombra oscura se cernía sobre él.

Esa noche, mientras se acostaba, Lucas no podía dejar de pensar en el espejo. “Quizás solo necesite desear algo diferente,” se dijo a sí mismo. Al día siguiente, volvió al edificio, decidido a hacer otro deseo. “Deseo ser el mejor jugador de fútbol del mundo,” pronunció con firmeza.

El espejo brilló nuevamente, y esta vez, Lucas sintió una oleada de energía recorrer su cuerpo. Se encontró en el campo de fútbol, jugando como nunca antes. La multitud aplaudía, y él anotó un gol tras otro. Sin embargo, al finalizar el partido, se dio cuenta de que había perdido a todos sus amigos, quienes habían dejado de jugar con él porque ya no podían seguirle el ritmo. El vacío en su corazón era más doloroso que cualquier victoria.

“¿Por qué me pasa esto?”, se preguntó, sintiendo que el espejo le estaba jugando una broma cruel. Pero la curiosidad de Lucas era más fuerte que su miedo. “Solo un deseo más,” se dijo, y volvió a hacer una visita al espejo. “Deseo ser el más popular de la escuela.”

Una vez más, el espejo brilló, y Lucas se encontró rodeado de compañeros que le sonreían y lo alababan. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que su popularidad venía con un precio: sus verdaderos amigos lo ignoraban, y todos los que lo rodeaban solo querían estar a su lado por su nuevo estatus. “¿Es esto lo que realmente quería?”, se cuestionó, sintiendo que la soledad se apoderaba de él.

Desesperado, Lucas se dirigió al espejo una vez más. “¡Basta! Quiero deshacer todo esto. Quiero que todo vuelva a ser como antes,” gritó, pero el espejo no respondió. En su lugar, una voz profunda y resonante emergió de su superficie. “Cada deseo tiene un precio, niño. No puedes desear lo que ya has perdido.”

Lucas sintió un escalofrío recorrer su espalda. “¿Qué precio? ¿Por qué no me lo dijiste?” imploró, pero el espejo solo reflejaba su angustia. De repente, las luces del espejo comenzaron a parpadear, y Lucas vio visiones de lo que había perdido: sus amigos, su felicidad, su vida normal.

“¡No! ¡Esto no puede estar pasando!”, gritó, pero el espejo solo se reía, una risa que resonaba en su mente como un eco aterrador. “Tus deseos han sido concedidos, pero el costo es tu esencia. Ahora eres un reflejo de lo que querías ser, pero nunca serás feliz.”

Con lágrimas en los ojos, Lucas comprendió que había sido un tonto al desear cosas sin pensar en las consecuencias. “¡Por favor, ayúdame! No quiero esto,” suplicó, pero el espejo permaneció en silencio, implacable.

Desesperado, Lucas decidió que debía encontrar una manera de romper la maldición del espejo. Se acordó de las historias que había escuchado sobre objetos mágicos y sus secretos. “Tal vez hay una forma de deshacerlo,” pensó, y comenzó a investigar. Pasó días buscando en libros antiguos y preguntando a los ancianos del pueblo.

Finalmente, una anciana le habló de un ritual que podría ayudarlo. “Debes enfrentarte a tus deseos,” le dijo. “Solo así podrás romper el hechizo. Necesitas enfrentarte a lo que realmente quieres y a lo que has perdido.”

Con renovada determinación, Lucas regresó al espejo. “No soy un reflejo de mis deseos. Soy Lucas, un niño que quiere ser feliz,” proclamó con fuerza. A medida que hablaba, el espejo comenzó a temblar, y las imágenes de sus deseos comenzaron a desvanecerse, como humo en el viento.

“No puedes deshacerte de mí tan fácilmente,” dijo el espejo con voz burlona. “Tus deseos son parte de ti ahora.”

“No, no son parte de mí,” replicó Lucas. “Soy más que lo que deseo. Quiero a mis amigos y mi vida tal como era.” Con cada palabra, el espejo se oscurecía más y más, hasta que finalmente, con un estallido de luz, el espejo se rompió en mil pedazos.

Lucas cayó de rodillas, sintiendo una paz que no había sentido en mucho tiempo. En ese momento, se dio cuenta de que había recuperado lo que más amaba: su esencia, su felicidad y sus amigos. Cuando se levantó, corrió a buscar a sus compañeros, deseando contarles todo lo que había aprendido.

“Chicos, ¡lo siento mucho!”, exclamó al encontrarlos en el parque. “He sido un tonto. Solo quería ser popular y no pensé en lo que eso significaba.”

Sus amigos lo miraron con sorpresa, pero luego sonrieron. “Nosotros también te extrañamos, Lucas,” dijo su mejor amigo, Tomás. “Siempre serás nuestro amigo, sin importar lo que tengas o no.”

Desde ese día, Lucas nunca volvió a mirar el espejo. Aprendió que los deseos pueden ser engañosos y que la verdadera felicidad no se encuentra en lo que uno desea, sino en las personas que ama y en los momentos que comparte con ellas. Y así, el niño curioso del pueblo siguió explorando, pero ahora con un corazón lleno de gratitud y amor.

Y aunque el espejo de los deseos malditos había sido destruido, las lecciones que Lucas aprendió siempre permanecerían con él, recordándole que a veces, lo que realmente deseamos ya está justo frente a nosotros.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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