El viento aullaba entre los árboles, y la luna llena iluminaba el sendero que conducía a la antigua cabaña de su abuela. Clara, con el corazón palpitante y la mente llena de dudas, se adentró en el bosque. Había recibido una carta inesperada, un legado que había permanecido oculto durante generaciones. La voz de su madre resonaba en su mente: «Nunca hables de la Bruja Blanca».
La cabaña, cubierta de hiedra y sombras, se alzaba como un espectro en medio de la oscuridad. Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras empujaba la puerta, que chirrió ominosamente. El interior estaba cubierto de polvo y telarañas, pero en el centro de la sala, un antiguo libro de piel oscura brillaba débilmente, como si lo estuvieran esperando.
“¿Qué es esto?” murmuró Clara, acercándose con cautela. Al abrir el libro, las páginas estaban llenas de símbolos extraños y conjuros que parecían cobrar vida ante sus ojos. El aire se volvió pesado, y un susurro helado recorrió la habitación.
“El legado no se elige, Clara…” dijo una voz suave y resonante, que parecía provenir de las paredes mismas. Clara se giró, pero no había nadie. Su corazón latía con fuerza, y la sensación de ser observada la envolvía.
Decidida a desentrañar el misterio, comenzó a leer en voz alta. A medida que pronunciaba las palabras, el ambiente se tornaba cada vez más inquietante. Las sombras danzaban a su alrededor, y una risa lejana resonó en el aire.
“¿Quién eres?” gritó, sintiendo cómo el pánico se apoderaba de ella.
“Soy lo que tú eres, Clara. La sangre de la Bruja Blanca corre por tus venas.” La voz era ahora más clara, y Clara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
Recordó las historias que su madre le contaba de pequeña. La Bruja Blanca, una figura temida y venerada, había sido condenada por su poder. “No puedo ser como ella,” pensó, pero algo en su interior comenzaba a despertar.
Los días siguientes fueron un torbellino de emociones. Clara no podía dejar de pensar en el libro y en la voz que había escuchado. Visitó la biblioteca del pueblo, buscando información sobre su ancestro. Descubrió que la Bruja Blanca había sido acusada de hechicería y asesinada por los aldeanos, pero su espíritu nunca había abandonado el bosque.
Una tarde, mientras hojeaba un viejo diario, encontró un pasaje que la llenó de inquietud. “El poder de la Bruja Blanca se manifiesta en su descendencia. Aquellos que lo ignoren, sufrirán las consecuencias.” Clara sintió un escalofrío al recordar la advertencia de su madre.
“Clara, ¿qué haces aquí?” la interrumpió su amiga Laura, asomándose por la puerta de la biblioteca. “Te he estado buscando.”
“Solo estoy investigando sobre… mi familia,” respondió Clara, tratando de ocultar su ansiedad.
“¿Tu familia? ¿Por qué? ¿No te han contado sobre la leyenda de la Bruja Blanca?” Laura la miró con curiosidad.
“Sí, pero quiero saber más. Hay cosas que no entiendo…”
Laura se acercó, y Clara sintió la necesidad de compartir su descubrimiento. “He encontrado un libro en la cabaña de mi abuela. Habla de magia y conjuros. Creo que tengo un legado que no puedo ignorar.”
Laura frunció el ceño. “Clara, eso suena peligroso. La Bruja Blanca fue condenada por algo, ¿no? No deberías involucrarte en eso.”
Pero Clara no podía dejar de pensar en el poder que le ofrecía su herencia. La noche siguiente, decidió experimentar con un pequeño conjuro que había encontrado en el libro. En el patio trasero de su casa, rodeada de velas y símbolos dibujados en la tierra, comenzó a recitar las palabras.
El aire se volvió denso, y una sombra se alzó ante ella. “¿Qué deseas, descendiente?” La voz resonó como un eco en su mente.
“Quiero poder,” respondió Clara, sintiendo una mezcla de miedo y emoción.
“El poder tiene un precio,” advirtió la sombra, que se materializó en la figura de una mujer de cabello blanco y ojos penetrantes. “¿Estás dispuesta a pagarlo?”
Clara dudó, pero la ambición la impulsó. “Sí, lo estoy.”
La sombra sonrió, y un frío intenso la envolvió. “Entonces, acepta tu herencia. Pero recuerda, el legado de la Bruja Blanca no es solo poder; también conlleva oscuridad.”
A partir de ese momento, la vida de Clara cambió. Comenzó a experimentar con la magia, sintiendo que el poder crecía dentro de ella. Pero cada vez que utilizaba sus habilidades, algo oscuro la acechaba. Las sombras se alargaban, y los ecos de risas lejanas llenaban su mente.
Un día, mientras practicaba un conjuro en el bosque, sintió que algo la observaba. “¿Quién está ahí?” gritó, pero solo el viento respondió. Sin embargo, una presencia se hizo evidente, una sensación de peligro inminente.
“Clara, tienes que parar,” la instó Laura, quien había seguido a su amiga al bosque. “Esto no es un juego. La Bruja Blanca no es alguien a quien quieras invocar.”
“No entiendes, Laura. Esto es parte de mí. No puedo ignorarlo.”
“Pero estás poniendo en riesgo a todos. No solo a ti misma.”
“¿A todos? ¿Qué sabes tú de esto?” Clara se volvió hacia ella, su voz cargada de frustración. “Esto es mi legado, y no voy a dejar que nadie me detenga.”
Laura, alarmada, dio un paso atrás. “Clara, por favor. No tienes idea de lo que estás haciendo.”
Esa noche, Clara decidió llevar su práctica al siguiente nivel. En el claro del bosque, rodeada de velas y símbolos, comenzó a invocar a la Bruja Blanca. A medida que pronunciaba las palabras, la atmósfera se tornó pesada.
“Ven, ancestro. Dame tu poder.”
De repente, un viento violento sacudió el claro, y la figura de la Bruja Blanca apareció ante ella, más imponente que nunca. “Has llamado a tu destino, Clara,” dijo la bruja, su voz como un susurro de tormenta.
“Quiero ser poderosa,” declaró Clara, sintiendo que su corazón latía con fuerza.
“El poder no se da sin sacrificio. ¿Estás dispuesta a perder lo que amas?” La bruja sonrió, y Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda.
“Sí,” respondió, sin pensar en las consecuencias.
La bruja extendió su mano, y una energía oscura la envolvió. Clara sintió que algo se rompía dentro de ella, como si su humanidad se desvaneciera. En ese momento, comprendió que había cruzado una línea que no podía regresar.
Los días pasaron, y Clara se volvió cada vez más distante. La magia que había deseado se convirtió en una carga. Las sombras la seguían, y las risas se convirtieron en gritos. Laura, preocupada, intentó acercarse a ella, pero Clara se había sumergido demasiado en la oscuridad.
“Clara, tienes que luchar contra esto,” suplicó Laura una noche, al encontrar a su amiga en el bosque. “No puedes dejar que te consuma.”
“No entiendo de qué hablas,” respondió Clara, su voz fría y distante. “Ahora soy más poderosa que nunca.”
“Pero a qué costo, Clara. Estás perdiendo tu esencia. No eres la misma.”
“Soy lo que siempre debí ser,” dijo Clara, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. “Y tú no lo entiendes.”
Laura, con el corazón roto, decidió actuar. “Si no puedes detenerte, lo haré yo.” Con determinación, comenzó a recitar un conjuro que había encontrado en un viejo libro de magia blanca, tratando de liberar a su amiga de la oscuridad.
Pero Clara, al sentir la energía de su amiga, se volvió furiosa. “¡No! ¡No puedes hacer esto!” gritó, y una ráfaga de energía oscura la envolvió. Laura fue lanzada contra un árbol, y Clara sintió que su poder se desbordaba.
“¡Eres una traidora!” Clara se acercó a ella, la sombra de la Bruja Blanca proyectándose sobre su figura. “No entiendes nada de lo que he logrado.”
Laura, adolorida pero firme, respondió: “Lo que has logrado es un abismo de oscuridad. No eres tú. Lucha contra esto, Clara.”
En ese momento, Clara sintió un tirón en su interior. La voz de la Bruja Blanca resonaba, pero también la de Laura, llena de amor y preocupación. “¡Basta!” gritó, pero la lucha interna la consumía.
“Tú elegiste este camino,” dijo la bruja, riendo. “Ahora, acepta tu destino.”
Clara, en un último intento de recuperar su humanidad, cerró los ojos y se concentró. “No quiero esto. No quiero ser como tú.” Pero la sombra la envolvió, y la oscuridad la atrapó.
Cuando abrió los ojos, ya no era la misma. Laura, temblando de miedo, la miró con lágrimas en los ojos. “Clara…”
“¿Qué has hecho?” preguntó la bruja, su voz ahora llena de poder y malevolencia. “He venido a quedarme.”
Laura, sintiendo que todo estaba perdido, retrocedió. “No, Clara. ¡Lucha!”
Pero Clara, ahora completamente bajo la influencia de la Bruja Blanca, sonrió con una mezcla de tristeza y malicia. “No hay lucha, Laura. Este es mi legado.”
La risa de la Bruja Blanca resonó en el bosque, y el viento aulló como un lamento. “El legado de la Bruja Blanca vive en ti, Clara. Y ahora, tú también serás temida.”
Mientras la oscuridad se cernía sobre el bosque, Laura comprendió que había perdido a su amiga para siempre. La figura de Clara se desvaneció en la noche, dejando solo un eco de risas y un profundo vacío en su corazón.
El legado de la Bruja Blanca había encontrado su nueva portadora, y la oscuridad se extendía como una sombra sobre el pueblo, prometiendo un destino aterrador para todos aquellos que se cruzaran en su camino.