El Fantasma de la Biblioteca Perdida

Era una tarde nublada en el pequeño pueblo de Villaverde. Las hojas de los árboles danzaban al ritmo del viento, y el cielo gris parecía presagiar algo extraño. Tomás, un niño de once años con una curiosidad insaciable, decidió visitar la biblioteca del pueblo, un antiguo edificio de ladrillos rojos que había estado cerrado durante años.

Cuando llegó, la puerta estaba entreabierta, como si alguien lo estuviera esperando. “¿Es posible que haya alguien aquí?” se preguntó Tomás mientras empujaba la puerta. Al entrar, el aire era frío y olía a papel viejo. Las estanterías estaban cubiertas de polvo, y el silencio era tan profundo que podía escuchar el latido de su corazón.

“¡Hola! ¿Hay alguien?” gritó, su voz resonando en las paredes vacías. No obtuvo respuesta. Decidido a explorar, se adentró más en el lugar. Las estanterías estaban repletas de libros antiguos, algunos con títulos que apenas podía leer. “Esto es increíble,” murmuró, mientras acariciaba el lomo de un libro titulado Los secretos de la noche.

Mientras buscaba entre los libros, sintió una ráfaga de aire helado que lo hizo estremecerse. “¿Qué fue eso?” pensó, mirando a su alrededor. Fue entonces cuando escuchó un susurro suave, casi como un eco. “Ayúdame…” resonó en el aire.

Tomás se dio la vuelta rápidamente, pero no había nadie. Su curiosidad, sin embargo, era más fuerte que su miedo. “¿Quién eres?” preguntó con voz temblorosa. “¿Por qué necesitas ayuda?”

“Soy el guardián de la biblioteca,” respondió una voz etérea. Tomás miró hacia la esquina más oscura de la sala y allí, entre las sombras, apareció una figura translúcida. Era un fantasma, con una apariencia amable y ojos que brillaban con una luz suave. “Me llamo Elías,” dijo el espectro, “y he estado aquí por mucho tiempo.”

“¿Un fantasma?” exclamó Tomás, sin poder ocultar su sorpresa. “¿Por qué estás aquí?”

Elías suspiró, como si el peso de los años cayera sobre él. “Soy el guardián de un libro muy especial, uno que contiene los secretos del pueblo. Pero hace años, alguien lo robó y lo escondió en un lugar desconocido. Sin él, la biblioteca ha perdido su magia y yo no puedo descansar.”

Tomás sintió una mezcla de miedo y emoción. “¿Y cómo puedo ayudarte?” preguntó, sintiendo que esta era una aventura que no podía dejar pasar.

“Debes encontrar el libro,” explicó Elías, “pero ten cuidado. Hay trampas y sombras que intentarán detenerte. Solo aquellos con un corazón valiente podrán triunfar.”

“¡Lo haré!” exclamó Tomás, decidido. “¿Dónde empiezo?”

El fantasma sonrió. “Las pistas están escondidas en los libros. Debes buscar el libro de los cuentos olvidados. Allí encontrarás la primera pista.”

Tomás se dirigió rápidamente a la sección de cuentos, buscando un libro que parecía más desgastado que los demás. Finalmente, encontró un volumen polvoriento titulado Cuentos de la Noche Perdida. Al abrirlo, una hoja cayó al suelo. Era un mapa, dibujado a mano, que mostraba un camino que conducía a un lugar marcado con una X.

“Esto es increíble,” murmuró Tomás, mientras Elías se acercaba.

“Esa es la primera pista,” dijo el fantasma. “Debes seguir el camino hasta el viejo molino al final del bosque. Allí encontrarás la siguiente pista.”

Sin pensarlo dos veces, Tomás se despidió de Elías y salió de la biblioteca. El aire fresco lo recibió, y con el mapa en mano, se adentró en el bosque. Las ramas crujían bajo sus pies y el canto de los pájaros era el único sonido que lo acompañaba.

Después de caminar un rato, llegó al viejo molino. Las aspas estaban cubiertas de hiedra y parecía que el tiempo se había detenido allí. “¿Qué haré ahora?” se preguntó, mirando a su alrededor.

De repente, notó que había una puerta entreabierta en la parte trasera del molino. “Tal vez allí esté la siguiente pista,” pensó. Con el corazón latiendo con fuerza, se acercó y empujó la puerta. El interior era oscuro y polvoriento, pero a medida que sus ojos se acostumbraban a la penumbra, vio algo brillante en el suelo.

Era un medallón antiguo, con una inscripción que decía: La verdad se revela en la oscuridad. Tomás lo recogió y sintió una extraña energía fluir a través de él. “Esto debe ser importante,” pensó.

“¡Tomás!” escuchó la voz de Elías resonar en su mente. “Ese medallón te guiará hacia el siguiente paso. Debes regresar a la biblioteca y buscar en la sección de misterios.”

Sin perder tiempo, Tomás corrió de regreso a la biblioteca. Al entrar, el aire frío lo envolvió de nuevo, pero esta vez, sentía que estaba más cerca de descubrir el misterio. Se dirigió a la sección de misterios y comenzó a buscar. Después de unos minutos, encontró un libro titulado Los misterios del pasado.

Al abrirlo, una luz brillante iluminó la sala, y una nueva hoja apareció entre las páginas. “La oscuridad guarda secretos, pero la luz revela la verdad. Busca donde los sueños se encuentran con la realidad.”

“¿Dónde podría ser eso?” se preguntó Tomás. “¿Los sueños y la realidad?”

“Piensa, Tomás,” le dijo Elías. “¿Dónde los sueños se encuentran con la realidad?”

Tomás cerró los ojos por un momento, recordando su lugar favorito en el pueblo: el parque de atracciones abandonado, donde había jugado de niño y había imaginado mundos fantásticos. “¡El parque de atracciones!” gritó. “Debo ir allí.”

Con el medallón en el bolsillo y el libro en la mano, Tomás salió corriendo hacia el parque. La emoción lo invadía mientras se acercaba a las viejas atracciones cubiertas de telarañas. “¿Qué encontraré aquí?” pensó.

Al llegar, se dio cuenta de que el lugar estaba más oscuro de lo que recordaba. Las luces parpadeantes de las antiguas atracciones parecían susurrar secretos olvidados. Se dirigió hacia la noria, que se alzaba majestuosamente en medio del parque.

“Aquí es donde los sueños se encuentran con la realidad,” murmuró, mirando hacia arriba. Fue entonces cuando notó una pequeña puerta en la base de la noria. “¿Qué habrá dentro?”

Tomás empujó la puerta y entró. El interior era un laberinto de espejos y luces tenues. “¿Elías?” llamó, sintiendo que el ambiente se volvía más espeluznante. “¿Estás aquí?”

“Sí, Tomás,” respondió Elías, apareciendo ante él. “Debes encontrar el espejo que refleja tu verdadero yo. Solo así podrás descubrir el libro perdido.”

Tomás se adentró en el laberinto, mirando cada espejo que encontraba. Algunos mostraban su reflejo, otros distorsionaban su imagen, pero ninguno parecía ser el correcto. Finalmente, llegó a un espejo que brillaba intensamente. Al mirarse, no vio solo su rostro, sino también imágenes de su vida, sus sueños y sus miedos.

“Esto es… diferente,” pensó, sintiendo que algo dentro de él cambiaba. “¿Es este el espejo?”

“Sí,” dijo Elías, “toca el espejo y la verdad se revelará.”

Tomás extendió la mano y tocó la superficie brillante. De repente, el espejo se rompió en mil pedazos, y una luz cegadora lo envolvió. Cuando la luz se desvaneció, se encontró en una sala llena de libros, pero uno de ellos brillaba con fuerza.

“¡El libro!” exclamó, corriendo hacia él. Al abrirlo, vio que estaba lleno de historias y secretos del pueblo. “¿Esto es lo que buscabas, Elías?”

“Sí, gracias a ti, Tomás,” respondió el fantasma, con una sonrisa de gratitud. “Ahora puedo descansar en paz, y la biblioteca volverá a cobrar vida.”

Tomás sintió una oleada de felicidad. “¿Y qué pasará con el libro?”

“Deberás cuidarlo y compartirlo con el pueblo,” dijo Elías. “Las historias tienen el poder de unir a las personas.”

Con el libro en mano, Tomás salió del parque, sintiendo que había vivido una aventura que jamás olvidaría. La biblioteca, ahora llena de vida, lo esperaba. Y así, el niño que había descubierto el secreto del fantasma se convirtió en el nuevo guardián de las historias de Villaverde.

“Gracias, Elías,” susurró mientras se alejaba. “Prometo cuidar de la biblioteca y de sus secretos.”

Y así, la biblioteca de Villaverde volvió a ser un lugar mágico, donde los cuentos cobraban vida y los sueños se encontraban con la realidad. Tomás sabía que, aunque Elías ya no estaba, su espíritu siempre viviría en las páginas de los libros.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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