El Monstruo del Armario

Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en una casa muy grande con su mamá y su papá. Tomás tenía cinco años y le encantaba jugar con sus juguetes, pero había algo que no le gustaba para nada: el armario de su habitación.

Cada noche, cuando su mamá apagaba la luz y le daba un beso de buenas noches, Tomás se quedaba mirando el armario con los ojos bien abiertos. Estaba seguro de que había un monstruo allí adentro.

Una noche, después de que su mamá se fue, Tomás escuchó un ruido extraño. ¡Creak! El armario se abrió un poquito. Tomás se tapó con las sábanas y trató de no hacer ruido, pero el armario se siguió abriendo lentamente. ¡Creak, creak!

De repente, una voz suave y amistosa dijo: «¿Hola? ¿Hay alguien ahí?»

Tomás se quedó muy quieto, pero la curiosidad fue más fuerte que el miedo. Lentamente, asomó la cabeza por encima de las sábanas y vio una figura pequeña y peluda asomándose por la puerta del armario.

«¿Quién eres?» preguntó Tomás con voz temblorosa.

«Soy el Monstruo del Armario,» dijo la figura con una sonrisa. «Pero no te asustes, no quiero hacerte daño. Solo quiero jugar.»

Tomás no podía creer lo que estaba viendo. El monstruo era pequeño, con grandes ojos verdes y una sonrisa amigable. «¿Jugar?» preguntó Tomás, todavía un poco asustado.

«Sí, jugar,» respondió el monstruo. «Me llamo Momo. Siempre escucho cómo te diviertes con tus juguetes durante el día y me gustaría jugar contigo también.»

Tomás se sentó en la cama y pensó por un momento. «¿No eres un monstruo malo?»

«No, no,» dijo Momo sacudiendo la cabeza. «Solo quiero ser tu amigo.»

Tomás sonrió. «Bueno, ¿qué te gustaría jugar?»

Momo se acercó a la cama y se sentó junto a Tomás. «¿Tienes algún juego de mesa? Me gustan mucho.»

Tomás saltó de la cama y fue a su estantería. «Tengo este,» dijo, sacando un juego de memoria con cartas de animales.

«¡Perfecto!» exclamó Momo. «Me encanta ese juego.»

Los dos amigos jugaron y rieron durante horas, hasta que Tomás empezó a bostezar. «Creo que es hora de dormir,» dijo Momo. «No quiero que te canses mucho.»

Tomás asintió y se metió de nuevo en la cama. «¿Volverás mañana?» preguntó.

«Claro que sí,» respondió Momo. «Siempre estaré aquí para jugar contigo cuando lo necesites.»

«Gracias, Momo,» dijo Tomás con una sonrisa. «Eres el mejor monstruo del armario que podría tener.»

Momo también sonrió y cerró suavemente la puerta del armario. «Buenas noches, Tomás.»

«Buenas noches, Momo,» respondió Tomás, y se quedó dormido con una gran sonrisa en el rostro.

Desde esa noche, Tomás ya no tuvo miedo del armario. Sabía que su amigo Momo estaba allí, listo para jugar y hacerle compañía. Y cada noche, después de que su mamá le daba el beso de buenas noches, Tomás esperaba con ansias el momento en que el armario se abriera y Momo apareciera para jugar con él.

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Señorita Risueña

Una escritora apasionada dedicada a crear historias cautivadoras para niños. Desde temprana edad, descubrió su amor por los cuentos y la narrativa, inspirándose en la magia de la infancia para dar vida a sus relatos. Con una sólida formación en literatura infantil y años de experiencia en la enseñanza, Señorita Risueña comprende la importancia de estimular la imaginación y fomentar la lectura desde edades tempranas.

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