Laura había visto al perro por primera vez en un callejón oscuro, su pelaje negro como la noche, pero lo que más la inquietó fue su incapacidad para reflejar la luz. «Es solo un perro,» se decía a sí misma mientras lo acariciaba. «No puede ser tan raro.»
Una semana después, el animal se había convertido en su sombra. Cada noche, mientras la luna iluminaba su hogar, Laura notaba que el perro, a pesar de estar a su lado, parecía absorber la luz, como un agujero negro en su sala. «¿Por qué no brillas, amigo?» le preguntó una noche, sonriendo. El perro la miró con ojos profundos, como si pudiera ver más allá de su piel.
Esa misma noche, despertó de un sueño agitado con un susurro en su oído. «Laura…» Era una voz suave, casi familiar. Se levantó y vio al perro sentado al borde de su cama, inmóvil. «¿Qué quieres?» preguntó, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
«Soy el guardián,» respondió el perro, su voz resonando en su mente. «He venido a protegerte.»
Confundida, Laura se levantó y se acercó a la ventana. «¿Protegerme de qué?» El perro no contestó, pero su mirada se volvió más intensa. Esa noche, los sueños de Laura se tornaron oscuros. Vio sombras que se arrastraban por su casa, rostros distorsionados que la llamaban.
Al amanecer, decidió llevar al perro al veterinario. «No puede ser normal,» murmuró mientras el veterinario la examinaba. «Este perro… no tiene reflejo.»
«A veces, lo que no brilla es lo que más debemos temer,» dijo el veterinario, con una mirada sombría. Laura sintió que un peso caía sobre su pecho. «¿Qué quieres decir?»
«Algunas almas buscan un nuevo hogar,» respondió, «y a veces, el guardián se convierte en el cazador.»
Esa noche, Laura se despertó con un grito. Miró a su alrededor, y el perro estaba de pie, mirando hacia la esquina de la habitación. «¿Qué ves?» le preguntó, pero él no respondió. En su lugar, un frío recorrió el aire, y las sombras comenzaron a danzar.
«¡Vete!» gritó, pero el perro se volvió hacia ella, sus ojos ahora vacíos, como pozos sin fondo. «No puedo, Laura. Te he elegido.»
El último grito de Laura se ahogó en la oscuridad, mientras el perro absorbía la luz de su alma, dejando solo un eco de su risa en el aire. Al amanecer, el perro siguió su camino, un nuevo hogar en la búsqueda de otra alma que proteger.
FIN.