El Susurro de las Sombras

El viento soplaba con fuerza en la oscura noche, llevando consigo un eco de lamentos. Julián, con el corazón en la mano, se adentró en el bosque que había sido el último lugar donde su hermana, Clara, había sido vista. Las sombras danzaban entre los árboles, como si el mismo bosque estuviera vivo y consciente de su presencia. La luna, oculta tras nubes espesas, apenas iluminaba su camino.

“Clara, ¿dónde estás?” murmuró, su voz temblorosa resonando en el silencio. La única respuesta fue el crujido de las ramas bajo sus pies.

Después de días de búsqueda infructuosa, Julián no podía permitirse rendirse. La policía había dejado de buscar; sus amigos le aconsejaron que se olvidara, que aceptara la pérdida. Pero él no podía. El recuerdo de su risa, su voz, lo mantenía en pie.

Mientras caminaba, una figura emergió de la penumbra. Era una mujer anciana, con una larga capa negra que parecía absorber la luz. Su rostro estaba arrugado y sus ojos, dos pozos oscuros, parecían leer su alma.

“Buscas a tu hermana, ¿verdad?” dijo la mujer, su voz un susurro que parecía venir de todas partes y de ninguna. Julián se detuvo, sorprendido.

“¿Quién eres?” preguntó, con cautela.

“Soy quien puede ayudarte. Pero todo tiene un precio.” La anciana sonrió, mostrando dientes amarillentos. “El bosque sabe muchas cosas, y yo tengo el poder de revelarlas.”

Julián sintió un escalofrío recorrer su espalda. “¿Qué tipo de precio?”

“Un sacrificio. No te asustes, querido. No es nada que no puedas manejar. Solo un pequeño fragmento de tu ser.”

“¿Un fragmento de mi ser?” Julián frunció el ceño. “¿Qué significa eso?”

“Tu dolor, tu miedo. Lo que más te duele. Lo que te ata a ella.” La anciana extendió una mano temblorosa. “Dame eso, y te daré la verdad.”

La desesperación lo consumía. No podía dejar de pensar en Clara, en su risa. “¿Y si no me gusta lo que descubro?”

“Eso es un riesgo que debes estar dispuesto a correr. Pero si no lo haces, la oscuridad se tragará tu esperanza.”

Julián cerró los ojos, sintiendo el peso de la decisión. “Está bien. ¿Qué debo hacer?”

La anciana sonrió, y su mirada se volvió aún más intensa. “Solo di su nombre, y el bosque te responderá.”

“Clara…” susurró Julián, y un viento gélido recorrió el bosque. Las sombras se agitaron, y un eco lejano pareció repetir su nombre.

“Ahora, espera,” dijo la anciana, mientras su figura se desvanecía en la bruma. Julián sintió que el aire se volvía denso, como si la misma esencia del bosque lo estuviera envolviendo.

“Clara…” repitió, más fuerte esta vez. Las sombras comenzaron a moverse, a formar figuras que danzaban a su alrededor. Un murmullo creció, y Julián se sintió arrastrado hacia el centro de una tormenta de oscuridad.

“Julián…” una voz suave y familiar llegó a sus oídos. Su corazón se detuvo. “Julián…”

“¿Clara?” gritó, desesperado. “¿Dónde estás?”

“Estoy aquí, pero no puedo salir. Ayúdame…” La voz se desvaneció, dejando un eco de angustia que se apoderó de su pecho.

“¿Qué te ha pasado?” preguntó, sintiendo que las lágrimas le nublaban la vista.

“Ellas… las sombras… me han atrapado. No puedo escapar.”

“¿Qué sombras? ¡Dime cómo puedo ayudarte!”

“Debes hacer un sacrificio, Julián. Solo así podré regresar.”

La angustia se apoderó de él. “¿Qué tipo de sacrificio?”

“Tu dolor, tu miedo… lo que más te duele. Solo así el bosque me dejará ir.”

La anciana apareció de nuevo, como un espectro. “¿Lo harás? ¿Estás dispuesto a perder parte de ti para salvarla?”

Julián miró a su alrededor, sintiendo el peso de las sombras. “Sí,” dijo, aunque su voz temblaba. “Estoy dispuesto.”

“Entonces, ofrece tu dolor. Deja que las sombras lo absorban.” La anciana levantó sus manos, y las sombras comenzaron a acercarse, como serpientes dispuestas a devorar.

“¡No!” gritó Julián. “¡No puedo!” Pero la desesperación por salvar a su hermana lo empujó a seguir adelante. “¡Toma mi dolor!”

Las sombras se abalanzaron sobre él, y sintió cómo su angustia, su miedo, todo lo que había acumulado a lo largo de los años, se deslizaba fuera de su cuerpo. Un grito ahogado escapó de sus labios mientras la oscuridad lo envolvía.

“¡Clara!” gritó, sintiendo que algo dentro de él se rompía. “¡Clara!”

“Julián…” la voz de su hermana se volvió más fuerte, más clara. “¡Ayúdame!”

Las sombras se detuvieron, y un rayo de luz atravesó la oscuridad. Julián vio una figura familiar, su hermana, atrapada entre las sombras. Ella extendió la mano hacia él, y él, con todas sus fuerzas, corrió hacia ella.

“¡Clara!” gritó, mientras las sombras intentaban retenerlo. Pero él estaba decidido. Extendió su mano, y sus dedos se entrelazaron.

“¡Sujétate!” dijo, sintiendo que la oscuridad comenzaba a desvanecerse. Pero a medida que lo hacía, una parte de él se sentía vacía, como si una parte de su alma se estuviera desgajando.

Finalmente, Clara fue liberada, pero Julián sintió que algo se había perdido. Las sombras se retiraron, pero su hermana no parecía igual. Su mirada era distante, como si algo oscuro la hubiera marcado.

“¿Estás bien?” preguntó Julián, preocupado.

“Sí, pero…” Clara miró a su alrededor, como si no reconociera el lugar. “¿Qué ha pasado?”

“No lo sé, pero estamos juntos de nuevo. Eso es lo que importa.”

La anciana observaba desde las sombras, una sonrisa siniestra en su rostro. “El sacrificio ha sido hecho. La oscuridad siempre toma su parte.”

Julián sintió un escalofrío. “¿Qué quieres decir?”

“Tu dolor, tu miedo… ahora son parte de este bosque. Siempre estarán aquí, como parte de ti.”

“¿Qué has hecho?” Julián se dio cuenta de que no solo había perdido su dolor, sino que había ganado algo mucho más aterrador.

“Ahora, cada vez que sientas miedo, cada vez que sientas dolor, recordarás lo que has sacrificado. Serás parte de este lugar, y las sombras te susurrarán.”

Clara lo miró, confundida. “¿Qué está pasando, Julián?”

“¡No lo sé!” gritó, sintiendo que la desesperación lo consumía nuevamente. “¡No sé qué hacer!”

“Debemos salir de aquí,” dijo Clara, su voz resonando con una urgencia desconocida. Pero mientras intentaban encontrar el camino de regreso, Julián sintió que el bosque se cerraba a su alrededor, como si las sombras estuvieran tomando forma.

“Julián…” susurró Clara, y él pudo ver el terror en sus ojos. “No puedo… no puedo sentirte.”

“¿Qué?” Julián sintió que el mundo se desvanecía. “Clara, ¿qué quieres decir?”

“Las sombras… están volviendo. No puedo escapar…” La figura de su hermana comenzó a desvanecerse, como un espejismo en el aire.

“¡No! ¡No te vayas!” Julián extendió la mano, pero era demasiado tarde. Clara fue tragada por la oscuridad, y él se quedó solo, con el eco de su voz resonando en su mente.

“Siempre estarás aquí, Julián,” susurró la anciana, mientras las sombras lo rodeaban. “Tu sacrificio fue en vano. Ahora, serás parte de este bosque para siempre.”

Las sombras se abalanzaron sobre él, y Julián sintió cómo el terror se apoderaba de su ser. La oscuridad lo abrazó, y en ese instante, comprendió que nunca podría escapar.

El susurro de las sombras se convirtió en su única compañía, un eco de su dolor y su miedo, un recordatorio constante de lo que había perdido. Y mientras la noche caía sobre el bosque, Julián supo que su historia no terminaría bien. La oscuridad siempre ganaría.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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