Había una vez, en un pequeño granja, una gallinita roja llamada Clara. Clara era muy curiosa y siempre estaba buscando aventuras. Un día, mientras picoteaba en el suelo, notó algo brillante entre la hierba.
—¡Mira eso! —exclamó Clara, acercándose con cuidado. Era una llave dorada, que brillaba como el sol.
—¿Qué será esta llave? —se preguntó Clara, con sus ojos llenos de emoción.
Decidió buscar a sus amigos para que la acompañaran. Fue a ver a Paco, el pato, que estaba nadando en el estanque.
—¡Paco! ¡Paco! —gritó Clara—. ¡He encontrado una llave dorada! ¿Quieres venir conmigo a descubrir qué abre?
Paco salió del agua, sacudiéndose las plumas.
—¡Claro, Clara! —dijo Paco, emocionado—. ¡Vamos a ver qué hay!
Juntos, Clara y Paco fueron a buscar a Lola, la oveja, que estaba pastando en el campo.
—¡Lola! —llamó Clara—. ¡Ven, tenemos una aventura!
Lola levantó la cabeza, curiosa.
—¿Una aventura? ¡Me encanta! —respondió, saltando hacia ellos.
Los tres amigos decidieron seguir el camino del bosque, donde la luz del sol brillaba a través de los árboles. Después de un rato, encontraron una puerta antigua cubierta de enredaderas.
—¡Mira! —dijo Clara, sosteniendo la llave dorada—. ¡Creo que esta es la puerta que debemos abrir!
Paco miró la puerta con curiosidad.
—¿Y si hay un dragón detrás? —preguntó, un poco asustado.
—No te preocupes, Paco —dijo Clara—. ¡Yo soy valiente! ¡Vamos a abrirla!
Clara insertó la llave en la cerradura y, con un giro, la puerta se abrió con un crujido. Al otro lado, había un corral mágico lleno de colores brillantes y plantas que crecían a toda velocidad.
—¡Guau! —exclamó Lola—. ¡Es hermoso!
De repente, un pequeño conejo apareció y dijo:
—¡Bienvenidos al Corral Encantado! Aquí todo crece más rápido que en cualquier otro lugar.
—¿Cómo es eso posible? —preguntó Clara, fascinada.
—Es un lugar mágico —respondió el conejo—. Si plantas una semilla, ¡en un abrir y cerrar de ojos, tendrás una planta enorme!
Clara, Paco y Lola se miraron con asombro.
—¡Vamos a probarlo! —dijo Clara, llena de entusiasmo.
El conejo les llevó a un pequeño jardín donde había semillas de todo tipo. Clara eligió una semilla de maíz, Paco una de zanahoria y Lola una de trébol.
—¡A plantar! —gritó Clara, y todos comenzaron a cavar en la tierra.
Después de unos minutos, sembraron las semillas y esperaron. De repente, comenzaron a brotar plantas enormes que crecían ante sus ojos.
—¡Mira cómo crece mi maíz! —dijo Clara, saltando de alegría.
—¡Y mis zanahorias son gigantes! —añadió Paco, con una sonrisa.
—¡Y yo tengo tréboles que parecen árboles! —exclamó Lola, maravillada.
Mientras disfrutaban de su descubrimiento, el conejo les dijo:
—Recuerden, amigos, que esta magia no solo es para ustedes. Pueden ayudar a otros con lo que han aprendido.
Clara se puso a pensar.
—¡Podemos llevar comida a los animales de la granja! —sugirió.
—¡Sí! —respondieron Paco y Lola al unísono.
Así que, llenos de emoción, comenzaron a cosechar. Clara recogió maíz, Paco zanahorias y Lola tréboles. Cuando llenaron sus canastas, se despidieron del corral encantado y regresaron a la granja.
Al llegar, se encontraron con Don Manuel, el granjero, que parecía preocupado.
—¿Qué les pasa, Don Manuel? —preguntó Clara.
—No hay suficiente comida para los animales —respondió Don Manuel—. Estoy preocupado por ellos.
Clara, Paco y Lola se miraron y sonrieron.
—¡No se preocupe, Don Manuel! —dijo Clara—. ¡Hemos encontrado un corral mágico donde todo crece rápido!
Don Manuel los miró con sorpresa.
—¿De verdad? —preguntó, con curiosidad.
—¡Sí! —respondió Paco—. ¡Y hemos traído comida para todos!
Don Manuel sonrió, y su rostro se iluminó.
—¡Qué maravilla! —exclamó—. ¡Ustedes son unos héroes!
Los amigos comenzaron a repartir la comida entre los animales. Las vacas, los cerdos y las cabras estaban muy contentos.
—¡Gracias, Clara! —dijo una cabra—. ¡Estábamos muy hambrientos!
—¡Sí, gracias! —gritó un gallo—. ¡Eres la mejor gallina del mundo!
Clara se sintió muy feliz al ver a sus amigos animales disfrutar de la comida.
—Recuerden, amigos —dijo Clara—. La magia no solo está en el corral encantado, sino en compartir y ayudar a los demás.
Y así, Clara, Paco y Lola aprendieron que la verdadera magia está en la bondad y la amistad. Desde aquel día, cada vez que necesitaban comida, regresaban al corral encantado, siempre listos para ayudar a los demás.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.