La cámara de tortura oculta

La mansión de los Arrieta había sido el centro de leyendas urbanas durante décadas. Se decía que, en su sótano, existía una cámara de tortura donde los gritos de las víctimas aún resonaban. Un grupo de amigos, atraídos por la curiosidad y el desafío, decidió explorarla una noche de luna llena.

“¿De verdad crees en esas historias?” preguntó Clara, con una sonrisa nerviosa, mientras cruzaban la puerta crujiente.

“Es solo una leyenda”, respondió Tomás, intentando sonar valiente. “Vamos, solo será un par de minutos.”

Bajaron por una escalera estrecha, el aire se volvía más frío con cada paso. De repente, un susurro helado recorrió la habitación. “¿Escucharon eso?” murmuró Luis, su rostro pálido.

“Solo es el viento”, dijo Clara, aunque su voz temblaba.

Al llegar al sótano, encontraron una puerta de hierro cubierta de óxido. “Esto debe ser”, dijo Tomás, empujando la puerta que se abrió con un chirrido ominoso. El interior estaba lleno de instrumentos de tortura, pero lo que más les impactó fue una figura en la esquina, cubierta de sombras.

“¿Quién está ahí?” gritó Luis.

La figura se movió, revelando un rostro desfigurado y una sonrisa macabra. “Bienvenidos… a mi hogar.”

“¡Salgan de aquí!” ordenó Clara, pero la puerta se cerró de golpe, atrapándolos.

“¿Por qué han venido?” preguntó la figura, acercándose lentamente. “No se puede escapar de lo que se ha despertado.”

“No queríamos molestar”, balbuceó Tomás, retrocediendo.

No hay forma de irse”, respondió la figura, con una risa que resonaba como ecos de sufrimiento. “Las almas que entran aquí nunca regresan.”

Los amigos intentaron forzar la puerta, pero estaba sellada. “¡Ayuda!” gritó Clara, mientras la figura se acercaba, sus ojos brillando con un hambre insaciable.

¿Quieres saber lo que es el miedo?” susurró, y en un instante, los gritos de sus víctimas comenzaron a llenar la habitación, retumbando en sus cabezas.

Cuando la luz de la luna se desvaneció, la mansión volvió a quedar en silencio. Nadie volvió a ver a los amigos, pero en las noches de tormenta, algunos juraban escuchar sus lamentos, mezclados con la risa de la figura que ahora reclamaba nuevas almas.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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