En un pequeño pueblo rodeado de frondosos bosques y colinas, existía un lago que todos conocían como el Lago Sombrío. Sus aguas eran de un azul profundo, casi negro, y siempre parecían reflejar un cielo nublado, sin importar el tiempo que hiciera. Los ancianos del pueblo contaban historias sobre el lago, historias que hacían temblar a los más valientes. Sin embargo, para Valeria, una joven curiosa de once años, esas historias eran solo un misterio por resolver.
Una tarde, mientras paseaba por el bosque, Valeria escuchó a dos ancianos charlando sobre el lago. Se acercó sigilosamente.
—Dicen que aquellos que se atreven a mirar en sus aguas son atrapados por los secretos que guarda —dijo el abuelo Miguel, con voz temblorosa.
—Y que algunos nunca regresan —agregó la abuela Clara, mirando alrededor como si temiera que alguien las escuchara.
Valeria sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero su curiosidad creció aún más. ¿Qué secretos podría tener ese lago? pensó. Decidida a descubrirlo, se despidió de los ancianos y se dirigió hacia el Lago Sombrío.
Al llegar, el paisaje la dejó sin aliento. El lago estaba rodeado de árboles altos que parecían susurrar secretos entre ellos. Valeria se acercó a la orilla y miró las aguas oscuras. Es como un espejo, pero… pensó, sintiendo que algo la llamaba.
De repente, una brisa helada sopló, y las aguas comenzaron a agitarse. Valeria dio un paso atrás, pero su curiosidad la empujó a acercarse de nuevo.
—¿Quién está ahí? —preguntó Valeria, intentando sonar valiente.
Silencio. Solo el sonido del viento y el susurro de las hojas respondieron a su pregunta. Sin embargo, Valeria no se dio por vencida. Se sentó en la orilla y se quedó mirando el agua, esperando que algo sucediera.
Pasaron unos minutos, y de pronto, una figura emergió del lago. Era una joven de aspecto etéreo, con cabello largo y oscuro que flotaba como si estuviera bajo el agua. Sus ojos eran de un azul profundo, y su piel parecía brillar con un resplandor tenue.
—¿Quién eres? —preguntó Valeria, asombrada y asustada a la vez.
—Soy Lira, la guardiana del Lago Sombrío —respondió la joven, su voz era suave, casi un susurro. —He estado esperando a alguien como tú.
Valeria sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. ¿Alguien como yo? se preguntó.
—¿Por qué me has estado esperando? —preguntó, tratando de mantener la calma.
—Porque el lago tiene una historia que contar, y solo aquellos con un corazón valiente pueden escucharla —dijo Lira, extendiendo su mano hacia Valeria. —Ven, te mostraré.
Sin pensarlo dos veces, Valeria tomó la mano de Lira. En ese instante, sintió que el mundo a su alrededor se desvanecía. Las aguas del lago comenzaron a brillar, y Valeria se encontró en un lugar completamente diferente.
Estaba en un pueblo antiguo, donde las casas eran de madera y las calles estaban llenas de gente que reía y bailaba. Sin embargo, algo no estaba bien. La gente parecía ignorar a Valeria, como si fuera un fantasma.
—¿Dónde estamos? —preguntó Valeria, confundida.
—Este es el pueblo que una vez existió junto al Lago Sombrío —explicó Lira. —Pero todo cambió cuando un oscuro secreto fue revelado.
Valeria observó a su alrededor y vio a un grupo de personas reunidas en la plaza. Un hombre de aspecto sombrío estaba hablando con voz firme.
—¡Debemos alejarnos del lago! ¡Es un lugar maldito! —gritaba, mientras la multitud murmuraba con miedo.
—Pero el lago es nuestra vida, ¡nuestros ancestros vivieron aquí! —protestó una mujer con un pañuelo en la cabeza.
Valeria sintió que su corazón se aceleraba. ¿Qué había sucedido para que el lago se convirtiera en un lugar de temor?.
—El hombre que grita es el anciano del pueblo —dijo Lira, señalando al hombre. —Él descubrió un secreto que cambió todo. El lago guarda un espíritu que no puede ser liberado. Aquellos que se atreven a acercarse a sus aguas son arrastrados al mundo de los espíritus.
Valeria miró a Lira, con preocupación.
—¿Y qué pasó con el pueblo? ¿Por qué ya no existe? —preguntó.
—La gente comenzó a temer al lago y, poco a poco, se alejaron de él. El pueblo se fue desvaneciendo, y los que se quedaron fueron atrapados por el espíritu. Ahora, viven en el lago como sombras, sin poder salir —respondió Lira, con tristeza en sus ojos.
Valeria sintió una mezcla de miedo y compasión. No puedo permitir que esto siga así. Pensó.
—¿Qué podemos hacer para liberar a esos espíritus? —preguntó con determinación.
—Debemos encontrar el corazón del lago, el objeto que mantiene al espíritu atrapado. Está escondido en las profundidades, y solo alguien con un corazón puro puede recuperarlo —dijo Lira.
—Yo lo haré —afirmó Valeria, sin dudarlo.
Lira sonrió, pero sus ojos reflejaban preocupación.
—Ten cuidado, Valeria. El espíritu no se dejará atrapar tan fácilmente.
Valeria asintió y se sumergió en las aguas del lago. Las profundidades eran oscuras y frías, pero su determinación iluminaba su camino. Nadó hacia abajo, sintiendo cómo el agua la envolvía, y pronto llegó a una cueva oculta.
En el centro de la cueva, encontró un objeto brillante: un cristal que pulsaba con luz. Este debe ser el corazón del lago, pensó. Sin embargo, al acercarse, una sombra oscura emergió del agua.
—¡No te acerques! —rugió el espíritu, con una voz que resonaba como un eco lejano.
Valeria sintió miedo, pero recordó las historias de valentía que había escuchado. No puedo rendirme ahora, se dijo. Con el cristal en mano, se enfrentó al espíritu.
—¡Libérate! ¡No tienes que seguir atrapado aquí! —gritó Valeria con todas sus fuerzas.
El espíritu se detuvo, sorprendido por su valentía.
—¿Por qué deberías preocuparte por mí? Soy la causa de tu miedo —dijo, su voz temblando.
—Porque todos merecen una segunda oportunidad. El lago puede ser un lugar de vida, no de muerte —respondió Valeria, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.
El espíritu, conmovido por las palabras de Valeria, comenzó a desvanecerse.
—Quizás… quizás tengas razón. Tal vez sea hora de dejar ir —dijo, y con un último suspiro, se desvaneció en una nube de luz.
Valeria sintió cómo el agua vibraba a su alrededor, y el cristal en su mano comenzó a brillar intensamente. Con un destello de luz, el lago se iluminó, y las sombras atrapadas comenzaron a emerger, sonriendo y agradeciendo a Valeria.
Cuando Valeria salió del agua, se encontró de nuevo en la orilla. Lira la esperaba, con lágrimas de felicidad en sus ojos.
—Lo lograste, Valeria. Has liberado a los espíritus del lago —dijo, abrazándola.
El lago, ahora brillante y lleno de vida, reflejaba un cielo despejado. Las historias del pueblo habían cambiado. El Lago Sombrío ya no era un lugar de miedo, sino un símbolo de esperanza y redención.
Valeria sonrió, sabiendo que había hecho lo correcto. A veces, la valentía puede cambiar el destino de muchos. Y así, el Lago Sombrío se convirtió en un lugar de paz, y su historia se contó de generación en generación, recordando siempre a la valiente joven que se atrevió a mirar en sus aguas.