La rebelión de las sombras

En el reino de Lúmina, donde la luz danzaba entre los árboles y los ríos susurraban secretos, algo oscuro se cernía sobre el horizonte. Las sombras, que antes se limitaban a ser meras compañeras de los atardeceres, habían comenzado a extenderse, devorando la luz y llenando el aire de un frío ominoso. La gente hablaba en susurros, temerosos de que sus palabras pudieran atraer la oscuridad.

El corazón de la joven Elara latía con fuerza mientras se adentraba en el bosque. Su cabello, de un rubio casi dorado, brillaba bajo la tenue luz que se filtraba entre las hojas. Sabía que debía actuar. Desde que las sombras habían comenzado su invasión, la vida en Lúmina había cambiado drásticamente. Las flores se marchitaban, los animales se volvían escasos, y la tristeza se había apoderado de los corazones de los habitantes.

—¿Por qué no hacemos algo? —exclamó su amigo Kael, un joven de ojos oscuros y cabello rizado, mientras caminaban juntos. —Las sombras no son más que un juego de luces, Elara. Podemos enfrentarlas.

—No son solo sombras, Kael —respondió ella, con la voz temblorosa—. Son entidades que han despertado de su letargo. He escuchado las historias de los ancianos. Ellas no solo buscan luz, sino también almas.

—¿Y qué si son almas? —replicó él, con una chispa de desafío en su mirada—. ¡No podemos quedarnos aquí, esperando a que nos devoren!

Elara se detuvo, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Era la elegida, la que había sido marcada por la profecía. Se decía que una joven de Lúmina traería la luz de vuelta al reino, pero el precio sería alto. La oscuridad no se enfrenta con armas, sino con valor y sacrificio.

Mientras avanzaban, la atmósfera se tornó más densa. Las sombras parecían moverse con vida propia, danzando entre los árboles, burlándose de su presencia. Elara respiró hondo y, con un gesto decidido, sacó de su bolsillo un pequeño amuleto que había heredado de su madre. Era un cristal brillante que emitía una luz tenue, pero reconfortante.

—Este amuleto me conecta con la esencia de Lúmina —dijo, mientras lo sostenía frente a ella—. Tal vez, si lo utilizo, pueda encontrar la fuente de la oscuridad.

Kael asintió, su expresión seria. —¿Y si no funciona?

—Entonces, al menos habremos intentado algo —respondió Elara, con una sonrisa que ocultaba su miedo.

Al llegar a un claro, se encontraron con un espectáculo aterrador. Un torbellino de sombras giraba en el centro, como un vórtice que devoraba todo a su alrededor. Los árboles se retorcían, y el suelo vibraba con una energía oscura. Elara sintió que el amuleto ardía en su mano, como si respondiera a la presencia de la oscuridad.

—Es aquí —murmuró, acercándose con cautela.

Kael la siguió, observando cómo las sombras parecían cobrar vida, formando figuras grotescas que se retorcían y se reían. Eran las risas de las almas atrapadas, un eco de desesperación.

—Elara, ten cuidado —advirtió Kael, su voz un susurro tenso.

Sin embargo, ella no se detuvo. Con el amuleto brillando intensamente, se acercó al centro del vórtice. Las sombras la rodearon, susurrando palabras incomprensibles, tratando de infiltrarse en su mente.

—¡No! —gritó Elara, levantando el amuleto—. ¡Luz de Lúmina, ven a mí!

Un destello de luz emergió del cristal, iluminando el claro y empujando las sombras hacia atrás. Pero, en lugar de desvanecerse, las sombras comenzaron a tomar forma. Una figura alta y oscura surgió del torbellino, con ojos rojos que brillaban como brasas.

—¿Quién se atreve a perturbar mi dominio? —rugió la figura, su voz resonando como un trueno.

Elara tragó saliva, sintiendo que su corazón se detenía por un instante. —Soy Elara, la elegida de Lúmina. He venido a reclamar lo que es nuestro.

La figura se rió, una risa fría y hueca. —¿Crees que puedes desafiarme? He estado atrapado en este mundo de sombras durante siglos. Las almas que he cosechado son mi poder.

—No te pertenezco —dijo Elara, aferrándose al amuleto—. ¡La luz siempre prevalecerá sobre la oscuridad!

Con un movimiento decidido, levantó el amuleto hacia la figura. La luz se intensificó, chisporroteando como un fuego vivo. Las sombras comenzaron a gritar, retorciéndose y tratando de escapar. Pero la figura oscura no se movió. En su lugar, extendió sus brazos y absorbió la luz.

—¿Ves? —dijo, su voz llena de burla—. La luz es débil. Siempre ha sido débil.

Elara sintió que su determinación flaqueaba. ¿Y si realmente la luz no era suficiente? Pero en ese momento, recordó las palabras de su madre: “El verdadero poder de la luz no radica en su intensidad, sino en su capacidad para unir a quienes la portan.”

—Kael —llamó, sin apartar la vista de la figura—. ¡Ven aquí!

Kael, que había estado observando en silencio, se acercó. —¿Qué necesitas?

—Confía en mí. Juntos, podemos hacer que la luz brille más fuerte.

Se unieron, sosteniendo el amuleto entre ambos. La luz comenzó a expandirse, envolviendo a las sombras en un resplandor cálido. Las figuras oscuras comenzaron a desvanecerse, gritando en agonía mientras la luz las consumía.

—¡No! —gritó la figura oscura, su voz llena de furia—. ¡No pueden hacer esto!

—¡Sí podemos! —respondió Elara, sintiendo cómo la energía de Lúmina fluía a través de ella.

El vórtice de sombras comenzó a desmoronarse, y la figura oscura se retorcía, atrapada entre la luz y la oscuridad. En un último intento por aferrarse a su poder, levantó una mano y lanzó un rayo de oscuridad hacia Elara y Kael.

Pero Elara, con el amuleto brillando intensamente, levantó su otra mano. —¡Luz de Lúmina, protégenos!

El rayo de oscuridad chocó contra el escudo de luz, creando una explosión de energía que resonó en el bosque. Las sombras se desvanecieron, y la figura oscura fue absorbida por la luz, gritando hasta que se convirtió en un eco lejano.

Elara cayó de rodillas, agotada, mientras el amuleto se apagaba lentamente. Kael la sostuvo, su mirada llena de preocupación. —¿Estás bien?

Ella asintió, aunque sabía que el camino hacia la restauración de Lúmina apenas había comenzado. —Lo hicimos, Kael. Pero esto no es el final.

Se levantaron, y al mirar a su alrededor, el claro había cambiado. Las sombras se habían desvanecido, y la luz comenzaba a regresar. Las flores brotaban de nuevo, y los árboles se erguían con renovada fuerza.

—Mira —dijo Kael, señalando hacia el horizonte—. La luz está volviendo.

Elara sonrió, sintiendo el calor de la esperanza en su corazón. —Sí, pero debemos seguir luchando. La oscuridad siempre buscará regresar.

Y así, con el amuleto aún en sus manos, Elara y Kael se adentraron en el bosque, decididos a enfrentar cualquier sombra que se atreviera a cruzarse en su camino. La rebelión de las sombras había comenzado, pero la luz de Lúmina brillaría siempre, guiando a aquellos que se atrevían a desafiar la oscuridad.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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