En un bosque lleno de colores brillantes y cantos de aves, vivía una serpiente llamada Suri. Suri era una serpiente especial, porque tenía escamas que brillaban como estrellas. Pero lo más mágico de Suri era que cuidaba de un árbol dorado, que crecía en el centro del bosque. Este árbol no era un árbol cualquiera; sus hojas eran de oro y sus frutos brillaban como el sol.
Un día, mientras Suri se deslizaba entre las ramas del árbol, escuchó un suave susurro. “¡Ayuda! ¡Ayuda!” gritó una pequeña ardilla llamada Titi, que estaba atrapada en un arbusto espinoso.
“¿Dónde estás, Titi?” preguntó Suri, moviendo su cola con curiosidad.
“¡Aquí, aquí! ¡No puedo salir!” respondió Titi, asustada.
Suri se acercó rápidamente y, con mucho cuidado, usó su cuerpo para desenredar a Titi de los espinos. “¡Listo! Ya estás libre,” dijo Suri sonriendo.
“¡Gracias, Suri! Eres muy amable,” dijo Titi, sacudiéndose. “¿Puedo quedarme contigo un rato? Me gustaría ver el árbol dorado.”
“¡Por supuesto! Ven, ven,” invitó Suri, guiando a Titi hacia el árbol.
Cuando llegaron, Titi quedó maravillada. “¡Es hermoso! Nunca había visto algo así,” exclamó, mirando las hojas doradas que brillaban con la luz del sol.
“Este árbol es mágico,” explicó Suri. “Cada vez que alguien comparte algo bueno, el árbol se llena de más magia.”
“¿De verdad? ¿Y cómo se comparte la magia?” preguntó Titi, intrigada.
“Es fácil,” dijo Suri, moviendo su cola. “Solo hay que ser amable y ayudar a los demás. Cada vez que hacemos algo bueno, el árbol nos recompensa.”
Titi pensó por un momento. “¡Quiero ayudar también! ¿Qué puedo hacer?”
“Podemos invitar a otros animales a que vengan y vean el árbol. Así todos podrán disfrutar de su magia,” sugirió Suri.
“¡Sí! ¡Vamos a hacerlo!” gritó Titi, llena de entusiasmo.
Y así, Suri y Titi comenzaron su aventura. Fueron a buscar a sus amigos del bosque. Primero, encontraron a un conejo llamado Rocco.
“¡Rocco! Ven a ver el árbol dorado. Es mágico y hermoso,” dijo Titi emocionada.
“¿Mágico? ¡Quiero verlo!” respondió Rocco, saltando de alegría.
Luego, fueron a buscar a Lila, la tortuga. “Lila, ven con nosotros. Hay un árbol dorado que brilla como el sol,” invitó Suri.
“¡Oh, qué interesante! Me encantaría ir,” dijo Lila, sonriendo lentamente.
Así, todos los amigos del bosque se reunieron alrededor del árbol dorado. Había conejos, ardillas, tortugas y hasta un pájaro llamado Pipo que voló desde lo alto.
“¡Miren! Este es el árbol dorado,” dijo Suri, mostrando con orgullo sus hojas brillantes.
“¡Wow! ¡Es increíble!” exclamó Rocco. “¿Qué hace que sea mágico?”
“Cuando compartimos cosas buenas, el árbol se llena de más magia,” explicó Suri. “Así que, ¿qué podemos hacer juntos para ayudar a otros?”
Pipo, que siempre tenía buenas ideas, dijo: “Podemos organizar un picnic y compartir nuestra comida. ¡Así todos serán felices!”
“¡Sí! ¡Eso es genial!” gritaron todos al unísono.
Así que, con mucha alegría, cada uno llevó algo para compartir. Rocco trajo zanahorias, Titi llevó nueces, Lila trajo hojas verdes y Pipo, frutas del bosque.
Cuando todo estuvo listo, se sentaron bajo el árbol dorado. “¡Qué rico está todo!” dijo Titi mientras mordía una nuez.
“Y lo mejor es que estamos juntos,” añadió Lila, disfrutando de una hoja fresca.
Mientras compartían su comida, el árbol dorado comenzó a brillar aún más. Las hojas centelleaban y los frutos se veían más brillantes que nunca. “¡Miren! ¡El árbol se está llenando de más magia!” gritó Suri, emocionada.
“Es porque estamos compartiendo y siendo buenos amigos,” dijo Rocco, con la boca llena de zanahoria.
“¡Es verdad! ¡La magia del árbol está creciendo!” exclamó Pipo, volando alrededor.
Suri, feliz de ver a sus amigos disfrutar, sonrió y dijo: “Estoy tan contenta de haber compartido este momento con todos ustedes. La magia del árbol nos enseña que cuando ayudamos y compartimos, todos somos más felices.”
Y así, el árbol dorado siguió brillando, y Suri aprendió que compartir la magia era lo más hermoso de todo. Desde ese día, todos los animales del bosque se reunían a menudo bajo el árbol, compartiendo risas, comida y, sobre todo, su amistad.
“¡Gracias, Suri! ¡Eres la mejor!” le dijeron todos, y Suri, con su corazón lleno de alegría, respondió: “¡No hay nada más mágico que tener amigos con quienes compartir!”
Y así, en el corazón del bosque, el árbol dorado y la serpiente Suri se convirtieron en un símbolo de amistad y magia, recordando a todos que compartir es lo que hace brillar la vida.