El sol se escondía tras las montañas, tiñendo el cielo de un naranja profundo. En la habitación de Sofía, el aire estaba cargado de recuerdos y nostalgia. Todo seguía en su lugar, como si ella aún estuviera allí, como si en cualquier momento pudiera regresar y reírse de las bromas de su hermano menor, Lucas. Pero Sofía no iba a volver. Había pasado un año desde el accidente, y la familia todavía luchaba por encontrar un nuevo equilibrio.
Lucas, de dieciséis años, se encontraba sentado en el borde de la cama de su hermana. Había venido a buscar algo, cualquier cosa que pudiera acercarlo a ella, aunque fuera solo un poco. Mientras revisaba los cajones del escritorio, encontró un cuaderno de tapas desgastadas. Lo reconoció al instante: el diario secreto de Sofía.
Con el corazón latiendo con fuerza, Lucas abrió el diario. Las primeras páginas estaban llenas de garabatos y dibujos, recuerdos de una infancia feliz. Pero a medida que avanzaba, las palabras se volvían más serias y profundas. Sofía había escrito sobre sus sueños, sus miedos y sus amores. Lucas no podía evitar sentirse como un intruso, pero la necesidad de conocerla mejor era más fuerte.
En una de las páginas, encontró una entrada que le llamó la atención.
«Querido diario, hoy he conocido a alguien que ha cambiado mi vida. Su nombre es Alex, y siento que puedo ser yo misma con él. Pero hay un problema… no puedo contarle la verdad sobre mi enfermedad. No quiero que me vea como una persona débil.»
Lucas se quedó inmóvil, tratando de procesar lo que había leído. Sofía nunca le había hablado de Alex, ni de su enfermedad. ¿Qué más le había ocultado?
Decidido a descubrir la verdad, Lucas siguió leyendo. Las entradas posteriores hablaban de los momentos que Sofía había compartido con Alex, de cómo él la hacía sentir viva y de cómo ella luchaba por mantener su secreto. Pero el diario terminaba abruptamente, sin una despedida, sin una conclusión.
Lucas cerró el diario y se quedó mirando por la ventana. ¿Quién era Alex? ¿Y por qué Sofía había sentido la necesidad de ocultar su enfermedad? Necesitaba respuestas. Decidió buscar a Alex, aunque no sabía por dónde empezar.
Al día siguiente, Lucas fue a la escuela con el diario en su mochila. Durante el recreo, se acercó a su mejor amiga, Clara.
—Clara, necesito tu ayuda —dijo, mostrándole el diario.
Clara lo miró con curiosidad y preocupación.
—¿Es el diario de Sofía? ¿Por qué lo tienes?
—Lo encontré ayer. Hay algo que necesito averiguar. Sofía escribió sobre un chico llamado Alex. ¿Sabes quién podría ser?
Clara frunció el ceño, tratando de recordar.
—Creo que había un Alex en su clase de arte. No estoy segura, pero podríamos preguntar a la profesora de arte.
Con un plan en mente, Lucas y Clara se dirigieron al aula de arte después de clase. La profesora, la señora Gómez, los recibió con una sonrisa.
—¿En qué puedo ayudarles?
Lucas tomó aire antes de hablar.
—Señora Gómez, ¿conoce a un chico llamado Alex que estaba en la clase de arte de mi hermana Sofía?
La sonrisa de la profesora se desvaneció al escuchar el nombre de Sofía.
—Sí, Alex era uno de sus compañeros. Eran muy amigos. ¿Por qué preguntas?
Lucas le explicó brevemente la situación, y la señora Gómez les dio la dirección de Alex. Agradecidos, Lucas y Clara se dirigieron a la casa de Alex esa misma tarde.
Cuando llegaron, Lucas sintió un nudo en el estómago. ¿Qué le diría a Alex? ¿Cómo reaccionaría él? Clara le dio un apretón en el hombro, dándole ánimos. Lucas respiró hondo y tocó el timbre.
Unos segundos después, un chico alto y delgado abrió la puerta. Sus ojos mostraban una mezcla de sorpresa y tristeza al ver a Lucas.
—¿Eres Alex? —preguntó Lucas.
—Sí, soy yo. ¿Tú eres el hermano de Sofía, verdad?
Lucas asintió.
—Necesito hablar contigo. Es sobre Sofía.
Alex los invitó a pasar y los llevó a su habitación. Lucas sacó el diario de su mochila y se lo mostró a Alex.
—Encontré esto en la habitación de Sofía. Ella escribió sobre ti y su enfermedad. Necesito saber qué pasó.
Alex tomó el diario con manos temblorosas y lo abrió en la última página escrita. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras leía las palabras de Sofía.
—Sofía era una persona increíble —dijo Alex, con la voz quebrada—. Nos conocimos en la clase de arte y nos hicimos amigos rápidamente. Un día, me confesó que tenía una enfermedad rara, pero me pidió que no se lo contara a nadie. Quería ser tratada como una persona normal, no como alguien enfermo.
Lucas sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras de Alex. Su hermana había llevado una carga tan pesada en silencio.
—¿Por qué no nos lo dijo? —preguntó Lucas, con lágrimas en los ojos.
Alex se secó las lágrimas y miró a Lucas con tristeza.
—Sofía no quería preocuparlos. Quería que la recordaran como la chica fuerte y feliz que siempre fue. Pero estaba asustada, Lucas. No quería que la enfermedad definiera quién era.
Lucas asintió, comprendiendo por primera vez el verdadero peso de la situación. Sofía había sido increíblemente valiente, pero también había estado muy sola.
—Gracias, Alex. Necesitaba saber esto.
Alex le devolvió el diario a Lucas y le dio una sonrisa triste.
—Sofía te quería mucho, Lucas. Siempre hablaba de ti. Quería que fueras feliz.
Lucas se despidió de Alex y salió de la casa con Clara. Mientras caminaban de regreso, Clara lo tomó de la mano.
—Sofía era una persona increíble, Lucas. Y tú también lo eres. Ella estaría orgullosa de ti.
Lucas sonrió, sintiendo una mezcla de tristeza y alivio. Había descubierto la verdad sobre su hermana, y aunque dolía, también le daba una nueva perspectiva sobre ella y sobre sí mismo.
Esa noche, Lucas volvió a la habitación de Sofía y abrió el diario una vez más. En la última página, escribió una carta a su hermana.
«Querida Sofía, he leído tu diario y he conocido a Alex. Ahora entiendo por qué guardaste tu secreto. Eres la persona más valiente que he conocido, y siempre te llevaré en mi corazón. Prometo vivir mi vida con la misma fuerza y valentía que tú. Te quiero, Lucas.»
Al cerrar el diario, Lucas sintió una paz que no había sentido en mucho tiempo. Sabía que, aunque Sofía ya no estaba físicamente con él, su espíritu y su amor siempre estarían presentes, guiándolo en cada paso de su vida.