Era una vez, en una granja llena de flores y árboles, una vaca llamada Vivi. Vivi era una vaca muy especial. Siempre llevaba una gran sonrisa en su cara y tenía un sueño: ¡quería bailar!
Un día, mientras pastaba en el campo, Vivi vio a un grupo de animales que se estaban divirtiendo. Eran las ovejas, los patos y hasta el gallo. Todos estaban bailando al ritmo de la música que salía de la casa del granjero. Vivi se acercó y les dijo:
— ¡Hola, amigos! ¡Me encantaría bailar como ustedes!
Las ovejas la miraron con sorpresa. Una de ellas, llamada Lola, respondió:
— Pero Vivi, ¡las vacas no bailan!
Vivi se sintió un poco triste, pero no se rindió. Quiero bailar, y lo haré, pensó. Así que decidió pedir ayuda a sus amigos.
Primero, fue a ver al gallo.
— ¡Hola, Gallo! —dijo Vivi con entusiasmo—. ¿Podrías enseñarme a bailar?
El gallo, que siempre estaba muy ocupado cantando, le respondió:
— Claro, Vivi, pero primero debes aprender a mover tus patas. ¡Intenta saltar como yo!
Vivi intentó saltar, pero era un poco torpe. Se movía de un lado a otro y casi se cae.
— ¡Oh, no! —exclamó—. ¡Esto es más difícil de lo que pensé!
Después, fue a ver a Pedro, el pato.
— ¡Pedro! —gritó Vivi—. ¡Ayúdame a bailar!
El pato sonrió y dijo:
— ¡Por supuesto, Vivi! Solo tienes que mover tus alas y girar. ¡Mira!
Pedro empezó a girar y a mover sus alas, pero Vivi no podía hacer lo mismo. Se sentía un poco frustrada.
— No puedo rendirme, se dijo a sí misma.
Finalmente, decidió visitar a Lola, la oveja.
— Lola, ¿me ayudarías a bailar? —preguntó Vivi con esperanza.
Lola sonrió y dijo:
— ¡Sí! Vamos a practicar juntas. Primero, debes encontrar tu ritmo.
Juntas, empezaron a saltar y a mover sus patas. Vivi se dio cuenta de que no tenía que bailar como los demás. Podía encontrar su propio estilo.
— ¡Mira, Vivi! —dijo Lola—. Solo tienes que disfrutarlo.
Y Vivi empezó a mover su cuerpo de una manera graciosa. Se movía de un lado a otro, y aunque no era un baile perfecto, ¡era muy divertido!
— ¡Eso es, Vivi! —gritó Pedro—. ¡Sigue así!
Con cada día que pasaba, Vivi practicaba más y más. A veces se caía, pero siempre se levantaba riendo. La risa es el mejor baile, pensaba.
Finalmente, llegó el día de la gran fiesta en la granja. Todos los animales estaban emocionados, y Vivi se sentía un poco nerviosa.
— ¡Vivi, ven a bailar con nosotros! —gritó el gallo.
Vivi respiró hondo y se acercó al centro del campo. Todos la miraban y, aunque su corazón latía rápido, recordó todo lo que había aprendido.
— Voy a bailar como yo quiero, pensó.
Y así, Vivi comenzó a bailar. Se movía de una manera única, saltando y girando con alegría. Todos los animales comenzaron a aplaudir y a reírse.
— ¡Bravo, Vivi! —gritaron.
Vivi sonrió y continuó bailando. Se dio cuenta de que lo más importante no era cómo bailaba, sino que estaba disfrutando cada momento.
Al final de la fiesta, todos los animales se acercaron a Vivi.
— ¡Eres una gran bailarina, Vivi! —dijo Lola—. Nunca dejes de bailar.
Y Vivi, con una gran sonrisa, respondió:
— ¡Nunca lo haré!
Desde ese día, Vivi no solo fue conocida como la vaca que quería bailar, sino como la vaca que enseñó a todos que con perseverancia y alegría, ¡se pueden cumplir los sueños!