Las luces apagadas de la fiesta de Halloween

La música retumbaba en el aire, mezclándose con las risas y los gritos de los asistentes. La casa de los Miller, decorada con telarañas y calaveras, era el epicentro de la fiesta de Halloween. Entre los disfraces espeluznantes, Clara, vestida de bruja, se movía entre la multitud, disfrutando de la atmósfera festiva. Sin embargo, había algo en el aire que la inquietaba.

“¡Clara! ¡Ven, ven!” gritó su amigo Tomás, señalando a un grupo de chicos que jugaban a un juego de terror. “¡Tienes que verlo!”

Ella sonrió, pero una sensación extraña le recorrió la espalda. Algo no estaba bien. Sin embargo, se acercó al grupo. Mientras reían, las luces parpadearon brevemente, y Clara sintió un escalofrío.

“¿Viste eso?” preguntó Clara, mirando a su alrededor.

“¿Qué cosa?” replicó Tomás, encogiéndose de hombros. “Solo fue un parpadeo.”

Pero Clara no estaba convencida. La noche avanzaba, y cada vez que las luces titilaban, el ambiente se tornaba más pesado. Finalmente, un grito desgarrador resonó en la sala. Las luces se apagaron de repente, sumiendo a todos en la oscuridad.

“¡¿Qué está pasando?! ¡Enciendan las luces!” gritó Clara, tratando de mantener la calma.

Un silencio inquietante se apoderó de la habitación. Clara podía oír sus propios latidos, acelerados y ensordecedores. Finalmente, después de unos segundos que parecieron eternos, las luces volvieron a encenderse. Pero lo que vio la dejó helada.

Los rostros de sus amigos estaban pálidos, como si la vida se hubiera desvanecido de ellos. Sus ojos, normalmente llenos de alegría, ahora eran vacíos, como si hubieran sido reemplazados por espejos oscuros.

“¿Chicos? ¿Están bien?” preguntó, su voz temblando.

Nadie respondió. Se miraban unos a otros, pero no había rastro de la chispa que solía unirlos. Tomás, que estaba a su lado, la miró fijamente, y Clara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

“Tomás, ¿me escuchas?” insistió.

“Clara…” dijo él lentamente, como si estuviera intentando recordar su nombre. “¿Qué… qué pasó?”

“¡No lo sé! ¡Estábamos en medio de la fiesta y las luces se apagaron!” Clara estaba al borde del pánico. “¡Algo raro está sucediendo!”

“¿Raro?” repitió Tomás, su voz resonando vacía. “No siento nada. Solo… vacío.”

Clara retrocedió, sintiendo el frío de la pared detrás de ella. ¿Vacío? Esa palabra resonó en su mente. Se dio cuenta de que no solo Tomás estaba afectado. Todos los demás estaban en la misma situación.

“¿Dónde está el resto de la gente?” preguntó Clara, buscando entre la multitud. “¿Alguien más está aquí?”

“¿Resto?” murmuró uno de los chicos, con una sonrisa inquietante. “No hay resto. Solo estamos nosotros.”

Clara sintió que el aire se le escapaba. ¿Qué significaba eso? La idea de que algo había sucedido durante la oscuridad la aterrorizaba.

“¡Tenemos que salir de aquí!” gritó, tratando de abrirse paso entre la multitud. Pero todos parecían estar en un trance, atrapados en su propia oscuridad.

“¿A dónde vas, Clara?” preguntó una voz suave detrás de ella. Era Sofía, otra amiga, pero su rostro estaba pálido y sus ojos vacíos. “No puedes irte. No puedes dejarlo todo atrás.”

Clara sintió un sudor frío recorrer su frente. “¿De qué hablas? ¡No puedo quedarme aquí!”

“Ya es demasiado tarde,” dijo Sofía, acercándose lentamente. “Nosotros… ya no somos nosotros.”

Clara se dio la vuelta y corrió hacia la puerta, pero esta estaba cerrada con llave. Golpeó la madera con desesperación. “¡Déjenme salir! ¡Por favor!”

“Clara, no puedes escapar,” dijo Tomás, su voz ahora más profunda y resonante. “Te estamos esperando.”

“¿Esperando? ¿Esperando qué?” Clara se dio la vuelta, y vio que todos estaban mirándola, sus ojos vacíos centrados en ella. “¡No! ¡Esto no puede estar pasando!”

Se dio cuenta de que el pánico comenzaba a apoderarse de ella. Tenía que encontrar una salida. Comenzó a buscar en la oscuridad, pero cada rincón parecía estar lleno de sombras que la acechaban.

“Clara…” susurró Sofía, acercándose más. “No puedes luchar contra lo inevitable.”

“¿Inevitables? ¡Déjenme en paz!” gritó, mientras sentía que su corazón latía con fuerza.

De repente, se sintió atrapada en un abrazo frío y oscuro. La oscuridad parecía envolverla, y Clara comprendió que no había escapatoria. Algo se había llevado a sus amigos, y ahora la estaba reclamando a ella.

“¡No! ¡No quiero ser parte de esto!” gritó, pero su voz se desvaneció en el aire.

Las luces parpadearon una vez más, y cuando se estabilizaron, Clara se encontró sola en la habitación. La música había cesado, y el eco de las risas se había desvanecido. Miró a su alrededor, y solo había espejos rotos y vacíos.

“¿Dónde están todos?” murmuró, y en ese momento, comprendió la verdad. Ella era la siguiente.

La puerta se abrió lentamente, y una figura oscura apareció en el umbral. Clara sintió el frío recorrer su cuerpo mientras la figura se acercaba, sus ojos vacíos reflejando su propia desesperación.

“Bienvenida, Clara,” dijo la figura con una voz que resonaba en su mente. “Ahora eres parte de nosotros.”

Y así, en la fiesta de Halloween, las luces se apagaron una vez más, dejando solo un eco de risas y un vacío que nunca se llenaría.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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