Había una vez un niño llamado Pulgarcito, que era tan pequeño como un pulgar, pero tenía un corazón enorme y una mente brillante. Un día, mientras jugaba con sus hermanos en el bosque, se encontraron con un ogro enorme que tenía un gran apetito.
—¡Oh, miren! ¡Unos deliciosos bocaditos! —rugió el ogro, frotándose las manos.
Pulgarcito, que era muy astuto, miró a sus hermanos y les dijo en voz baja: —No se asusten. ¡Tengo un plan!
El ogro se acercó, y Pulgarcito le habló con valentía: —¡Hola, gigante! ¿Te gustaría escuchar un cuento en lugar de comernos?
El ogro, sorprendido por la audacia del pequeño, respondió: —¿Cuento? Nunca he escuchado uno. ¡Dímelo!
—Había una vez un rey que tenía un tesoro escondido en un lugar muy lejano —comenzó Pulgarcito—. Si me dejas ir con mis hermanos, te llevaré hasta él.
El ogro, intrigado, se rascó la cabeza: —¿Un tesoro? ¡Eso suena interesante! Pero no puedo dejar que te vayas tan fácilmente.
—¡No te preocupes! —dijo Pulgarcito, sonriendo—. Te prometo que te llevaré al tesoro, pero necesito un poco de tiempo para pensar en el camino.
Mientras tanto, Pulgarcito susurró a sus hermanos: —¡Sigamos mi plan! Cuando el ogro se distraiga, debemos correr hacia el bosque.
El ogro, ansioso por escuchar el cuento, se sentó y comenzó a escuchar. Pulgarcito continuó hablando, inventando historias sobre dragones y princesas, mientras sus hermanos se preparaban para escapar.
De repente, el ogro se quedó dormido. Pulgarcito miró a sus hermanos y dijo: —¡Ahora! ¡Corramos!
Los tres hermanos corrieron lo más rápido que pudieron, pero el ogro despertó con un gran rugido: —¡No se escapen, pequeños bocaditos!
Pulgarcito, sin perder la calma, se dio cuenta de que tenían que encontrar un camino seguro. Entonces, recordó un viejo puente que había cruzado antes. —¡Hacia el puente! —gritó.
Al llegar al puente, Pulgarcito tuvo una idea brillante. —¡Hermanos, hagamos ruido! —les dijo mientras comenzaban a saltar y a gritar.
El ogro, al escuchar el alboroto, se detuvo y se preguntó qué estaba sucediendo. —¿Qué es ese ruido? —gritó, confundido.
—¡Es el tesoro que está en el otro lado del puente! —gritó Pulgarcito, tratando de engañarlo.
El ogro, curioso, se acercó al puente y miró hacia el otro lado. —¿Un tesoro? ¡Voy a buscarlo!
Aprovechando la distracción, Pulgarcito y sus hermanos cruzaron el puente rápidamente. Una vez al otro lado, se escondieron detrás de unos arbustos.
—¡Lo logramos! —susurró uno de los hermanos, lleno de alegría.
Pulgarcito sonrió y dijo: —Siempre hay una salida si usamos nuestro ingenio.
Desde aquel día, Pulgarcito y sus hermanos nunca olvidaron la aventura con el ogro. Y aunque Pulgarcito era pequeño, demostró que la valentía y la inteligencia son más grandes que cualquier monstruo.
Y así, regresaron a casa, donde vivieron felices y siempre recordaron que, aunque a veces las cosas se vean difíciles, juntos siempre pueden encontrar el camino de regreso. Fin.