La Silla que Se Mueve Sola

Había una vez en un pequeño pueblo, una casa antigua que todos los niños conocían. En el jardín de esa casa había una silla mecedora muy especial. La silla era de color verde y tenía un cojín rojo. Lo curioso era que, cuando nadie la miraba, se movía sola.

Una tarde, dos amigos, Clara y Tomás, decidieron investigar el misterio de la silla. Clara era valiente y siempre tenía una idea brillante. Tomás, por otro lado, era un poco miedoso, pero le encantaba seguir a Clara en sus aventuras.

—¡Vamos a descubrir por qué se mueve! —dijo Clara con una sonrisa.

Tomás miró la silla desde lejos y dijo:
—Pero, ¿y si está encantada?

Clara se rió y respondió:
—¡No seas tonto! Las sillas no pueden estar encantadas. Solo tenemos que acercarnos.

Los dos amigos se acercaron lentamente a la silla. El sol comenzaba a ponerse y las sombras se alargaban. Cuando estaban a unos pasos, la silla comenzó a mecerse suavemente.

—¡Mira! ¡Se mueve! —gritó Tomás, asustado.

—No te preocupes, Tomás. Solo hay que acercarse un poco más —dijo Clara, tratando de calmarlo.

Con un poco de miedo, Tomás dio un paso adelante. Clara lo siguió. Cuando estaban justo al lado de la silla, esta se detuvo por un momento. Ambos se miraron, sorprendidos.

—¿Y si le preguntamos algo? —sugirió Clara, sonriendo.

Tomás, con la voz temblorosa, dijo:
—¿A quién le vamos a preguntar? ¡Es solo una silla!

—¡Exacto! ¡Es solo una silla! —exclamó Clara. —Voy a preguntarle por qué se mueve.

Clara se agachó y le dijo a la silla:
—Hola, silla. ¿Por qué te mueves sola?

Para su sorpresa, la silla respondió con un suave crujido:
—Porque busco compañía.

Tomás se quedó boquiabierto.
—¿Escuchaste eso? ¡La silla habla!

Clara, emocionada, dijo:
—¡Sí! ¡Vamos a preguntarle más!

—¿Por qué buscas compañía? —preguntó Tomás, aún un poco asustado.

La silla meció su respaldo y dijo:
—Porque estoy sola en este jardín, y me gusta que los niños jueguen conmigo.

Clara sonrió y dijo:
—¡Eso es hermoso!

Tomás, sintiéndose un poco más valiente, preguntó:
—¿Y cómo podemos jugar contigo?

La silla respondió:
—Simplemente siéntense en mí y cuenten historias. Me encanta escuchar cuentos.

Clara y Tomás se miraron y, sin pensarlo dos veces, se sentaron en la silla.

—¿Qué historia vamos a contar? —preguntó Clara.

Tomás pensó un momento y dijo:
—Podemos contar la historia de un dragón que vive en una montaña.

Clara comenzó a narrar:
—Había una vez un dragón llamado Fuego, que tenía escamas brillantes como el sol…

Mientras contaban la historia, la silla se movía suavemente, como si estuviera disfrutando cada palabra. Clara y Tomás se sintieron felices y olvidaron por completo su miedo.

Cuando terminaron la historia, la silla dijo:
—Gracias, amigos. Me alegra tener compañía.

—¡De nada! —respondieron los niños al unísono.

Desde ese día, Clara y Tomás visitaban a la silla mecedora cada tarde. Le contaban historias de valientes caballeros, princesas y aventuras en el espacio.

La silla nunca se sintió sola de nuevo. Y así, en un pequeño pueblo, una silla que se movía sola se convirtió en la mejor amiga de dos niños valientes.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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