Era un hermoso día en el Valle de los Dinosaurios. Los árboles eran altos y verdes, y el sol brillaba como un gran huevo dorado en el cielo. En este lugar vivía un velociraptor llamado Rapi. Rapi era muy juguetón y siempre estaba buscando aventuras. Su mejor amigo, Tico, un pequeño triceratops, siempre lo acompañaba.
“¡Vamos a jugar al escondite, Rapi!” dijo Tico con su voz alegre. Rapi movió su cola emocionado. “¡Sí, sí! ¡Me encanta esconderme!”
Contaron juntos hasta diez. “Uno, dos, tres…” Rapi cerró los ojos y Tico se fue a buscar un buen lugar para esconderse. “¡Diez! ¡Listo o no, aquí voy!” gritó Rapi, abriendo los ojos.
Buscó por detrás de un gran árbol. “¿Dónde estás, Tico?” Rapi miró hacia todos lados, pero no podía encontrar a su amigo. “Quizás está detrás de la roca gigante,” pensó.
Corrió hacia la roca y la rodeó. “¡Tico! ¡Sal, sal donde estés!” Pero no había respuesta. Rapi se sintió un poco preocupado. “¿Y si se perdió?” pensó.
Después de buscar en muchos lugares, Rapi decidió que tenía que encontrar a Tico. “¡Tico! ¡Tico! ¿Dónde estás?” gritó. Pero solo escuchó el suave canto de los pájaros.
Mientras tanto, Tico estaba escondido detrás de un arbusto espeso, tratando de contener la risa. “¡Rapi nunca me encontrará aquí!” pensó. Pero a medida que pasaba el tiempo, comenzó a sentirse un poco solo.
Rapi, por su parte, estaba cada vez más preocupado. “Debo buscarlo más lejos,” decidió. Así que se adentró en el bosque. “¡Tico! ¡Por favor, responde!” gritó con todas sus fuerzas.
De repente, escuchó un pequeño ruido. “¿Qué fue eso?” Rapi se detuvo y miró a su alrededor. Fue entonces cuando vio a un pequeño dinosaurio, un pterosaurio llamado Pico.
“Hola, Rapi. ¿Por qué estás tan triste?” preguntó Pico.
“He perdido a mi mejor amigo, Tico. Estamos jugando al escondite, pero no lo encuentro,” respondió Rapi con un suspiro.
“No te preocupes. Yo puedo ayudarte a buscarlo,” dijo Pico con una sonrisa. “Vuela alto y mira desde arriba, quizás lo veas.”
Rapi se sintió aliviado. “¡Eres un gran amigo, Pico! ¡Gracias!” Pico voló alto en el cielo y comenzó a buscar. Después de un rato, gritó desde las alturas: “¡Rapi! ¡Lo veo! ¡Está detrás del arbusto grande!”
Rapi sintió una gran alegría. “¡Vamos, vamos!” corrió hacia el arbusto. Cuando llegó, Tico salió de su escondite y se sorprendió al ver a Rapi.
“¡Te encontré, Tico!” gritó Rapi feliz.
“¡Yo también te extrañaba!” dijo Tico, dando un gran abrazo a su amigo. “No debería haberme escondido tan lejos.”
Rapi asintió. “Es importante que siempre estemos juntos. Prometemos cuidarnos el uno al otro.”
“¡Sí! ¡Prometido!” respondieron al unísono. Y así, Rapi y Tico aprendieron que la amistad es un tesoro que hay que cuidar, y siempre es mejor jugar juntos.
Desde ese día, nunca volvieron a separarse mientras jugaban. ¡Y siempre se aseguraban de contar hasta diez, pero muy cerquita el uno del otro!