Había una vez, en un lugar muy lejano, un cocodrilo llamado Coco. Coco era un cocodrilo grande y fuerte, con escamas verdes que brillaban bajo el sol. Pero había algo que lo hacía diferente a los demás cocodrilos: Coco era muy solitario. Vivía solo en un río tranquilo, y su única compañía era el suave murmullo del agua.
Un día, mientras Coco descansaba al sol, vio algo brillante al otro lado de su río. Se levantó y nadó hacia el lugar. Al llegar, descubrió un puente mágico que cruzaba el río. El puente estaba cubierto de flores de colores y destellos de luz. Coco se quedó asombrado.
—¡Guau! —exclamó Coco—. ¡Este puente es hermoso! Pero, ¿a dónde lleva?
Coco decidió que debía proteger ese puente mágico. Así que se acomodó en la orilla y se puso a vigilarlo. Sin embargo, no pasaba nadie. Los días se convirtieron en semanas, y Coco se sentía más solo que nunca.
Un día, mientras Coco estaba pensando en lo solitario que era, escuchó un ruido. ¡Crac! ¡Crac! Al mirar, vio a una pequeña tortuga que intentaba cruzar el puente.
—¡Alto! —gritó Coco—. ¡No puedes pasar! Este puente es muy especial y yo soy su guardián.
La tortuga, que se llamaba Tina, se detuvo y miró a Coco con curiosidad.
—¿Por qué no puedo pasar? —preguntó Tina con su voz suave—. Quiero ver qué hay al otro lado.
Coco frunció el ceño.
—Es peligroso. No sabes lo que hay allí.
Tina sonrió y dijo:
—Pero yo soy valiente. Siempre he querido conocer el mundo mágico. Además, ¿y si hay amigos allí?
Coco se sintió un poco confundido.
—¿Amigos? —repitió—. ¿Qué son esos amigos?
Tina se acercó un poco más al puente.
—Los amigos son personas que te entienden, que se divierten contigo. ¡Ven, Coco! ¿No te gustaría tener amigos?
Coco pensó en esto. Había pasado tanto tiempo solo que había olvidado lo que era tener un amigo.
—No sé… —dijo Coco—. Pero, ¿y si no te gusta el lugar? ¿Y si hay peligros?
Tina se rió.
—¡Soy una tortuga! ¡Soy más rápida que un rayo! Además, puedo ayudarte.
Coco se sintió intrigado.
—¿Ayudarme? ¿Cómo?
—Si cruzamos juntos, yo estaré a tu lado. Y si hay algo peligroso, ¡podemos enfrentarlo juntos! —dijo Tina con determinación.
Coco miró el puente y luego a Tina. ¿Podría ser que tener un amigo no fuera tan malo?
—Está bien —dijo Coco—. Pero si algo pasa, ¡yo te protegeré!
Tina sonrió de oreja a oreja.
—¡Vamos! —dijo—. ¡Un, dos, tres, a cruzar!
Ambos comenzaron a caminar por el puente. Las flores brillaban y el aire estaba lleno de risas. De repente, escucharon un ruido fuerte.
—¡Crac! —sonó de nuevo.
Coco se puso nervioso.
—¿Qué fue eso? —preguntó.
—No te preocupes —dijo Tina—. ¡Vamos a averiguarlo!
Siguieron caminando y vieron que un grupo de pequeños pájaros estaba jugando en el aire.
—¡Hola! —gritaron los pájaros—. ¿Quiénes son ustedes?
—Yo soy Coco, el guardián del puente, y ella es Tina, mi amiga —respondió Coco con orgullo.
Los pájaros aplaudieron.
—¡Qué bien! ¡Nos encanta conocer nuevos amigos!
Coco se sintió feliz.
—¿Quieren jugar con nosotros? —preguntó Tina.
—¡Sí! —gritaron los pájaros.
Así, los cuatro comenzaron a jugar juntos en el puente mágico. Hicieron carreras, saltaron y se rieron tanto que el eco de sus risas llenó todo el lugar. Coco nunca había sentido tanta alegría.
Después de un rato, Tina se acercó a Coco y le dijo:
—¿Ves? ¡Esto es lo que significa tener amigos!
Coco sonrió.
—Sí, es maravilloso. Nunca pensé que podría sentirme así.
Al caer la tarde, los pájaros se despidieron.
—¡Hasta pronto, amigos! —dijeron volando hacia el horizonte.
Coco y Tina se quedaron mirando cómo se alejaban.
—¿Ves, Coco? —dijo Tina—. Ahora tienes amigos.
Coco se sintió tan feliz y al mismo tiempo un poco triste porque el día había terminado.
—Prométeme que volverás mañana —dijo Coco.
—¡Lo prometo! —respondió Tina—. ¡Y cada día que pueda!
Desde ese día, Coco ya no era un cocodrilo solitario. Cada mañana, Tina venía a jugar con él y juntos exploraban el puente mágico. Hicieron nuevos amigos, como un sabio búho y un pequeño conejo travieso.
Coco aprendió que la amistad era un tesoro. Y aunque seguía siendo el guardián del puente, ahora tenía a Tina a su lado, y nunca más se sintió solo.
Y así, el cocodrilo guardián del puente mágico se convirtió en el cocodrilo más feliz de todo el mundo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.