Había una vez, en la selva más grande y frondosa, un elefante llamado Bernardo. Bernardo era un elefante muy especial, no solo por su gran tamaño y sus enormes orejas, sino por su gran corazón y su bondad hacia todos los animales de la selva.
Un día, mientras caminaba por el bosque, Bernardo se encontró con una familia de monos jugando en los árboles. Estaban saltando de rama en rama y riendo alegremente.
«¡Hola, monitos!» saludó Bernardo con una sonrisa. «¿Qué están haciendo?»
«Estamos jugando a atrapar la cola», respondió el mono más pequeño.
Bernardo observó el juego con curiosidad y decidió unirse. Pero cuando intentó atrapar la cola de uno de los monos, accidentalmente golpeó una rama, haciendo que el mono se cayera al suelo.
«Oh no, lo siento mucho», dijo Bernardo preocupado mientras ayudaba al mono a levantarse.
El mono se frotó la cabeza y miró a Bernardo con desconfianza. «¡Cuidado con tus grandes patas, elefante torpe!»
Bernardo se sintió triste por haber lastimado al mono, aunque no lo había hecho a propósito. Decidió disculparse y explicar lo sucedido.
«Lo siento mucho, no quería lastimarte», dijo Bernardo con sinceridad. «A veces olvido lo grande que soy y lo fuertes que son mis patas. Prometo tener más cuidado la próxima vez».
El mono lo miró con sorpresa y luego con una sonrisa. «Está bien, elefante amigo. Gracias por disculparte».
Bernardo y los monos continuaron jugando juntos, pero esta vez Bernardo tuvo más cuidado de no causar ningún accidente. Aprendió que, aunque era grande y fuerte, debía ser delicado con los demás seres vivos.
Más tarde, mientras caminaba por el río, Bernardo se encontró con una familia de cocodrilos tomando el sol en la orilla.
«¡Hola, amigos cocodrilos!» saludó Bernardo con entusiasmo.
Los cocodrilos levantaron la cabeza y lo miraron con desconfianza. «¿Qué quieres, elefante?», preguntó el más grande con voz ronca.
«¡Solo quería saludar y decirles que el río se ve muy bonito hoy!» respondió Bernardo con una sonrisa.
Los cocodrilos intercambiaron miradas entre ellos, sorprendidos por la amabilidad de Bernardo. No estaban acostumbrados a que los elefantes se preocuparan por ellos.
«Parece que eres diferente a otros elefantes», dijo uno de los cocodrilos con curiosidad.
«Sí, trato de ser amable con todos los animales de la selva», explicó Bernardo. «Creo que es importante respetarnos y cuidarnos unos a otros».
Los cocodrilos asintieron con aprobación y permitieron que Bernardo se uniera a ellos en la orilla del río. Juntos, disfrutaron del cálido sol y la fresca brisa, compartiendo historias y risas.
Al final del día, Bernardo se despidió de sus nuevos amigos con una sonrisa en el rostro. Estaba contento de haber compartido momentos especiales con los animales de la selva y de haberles enseñado la importancia del respeto y la amabilidad hacia los demás seres vivos. Y así, Bernardo continuó su camino, extendiendo su mensaje de amor y amistad por toda la selva.