Había una vez un gato llamado Tito que vivía en un pequeño pueblo. Tito no era un gato común; era un gato músico. Desde que era un gatito, le encantaba crear melodías con cualquier cosa que encontraba, ya fuera una hoja seca o una ramita. Pero Tito tenía un sueño: formar una orquesta con otros animales del bosque.
Un soleado día, Tito salió de su casa decidido a encontrar a los mejores músicos entre sus amigos animales. Primero, se encontró con Lila, una ardilla que siempre estaba saltando de árbol en árbol.
—¡Hola, Lila! —dijo Tito con su voz melodiosa—. ¿Te gustaría unirte a mi orquesta encantada?
Lila lo miró con curiosidad y respondió:
—¿Una orquesta? ¡Eso suena divertido! ¿Qué instrumento podría tocar?
Tito pensó por un momento y luego dijo:
—Podrías tocar las castañuelas con tus patitas rápidas.
Lila aceptó emocionada y siguió a Tito. Mientras caminaban, encontraron a Bruno, un oso pardo que siempre estaba tarareando canciones mientras pescaba en el río.
—¡Bruno! —llamó Tito—. ¿Te gustaría ser parte de nuestra orquesta encantada?
Bruno sonrió y respondió:
—¡Claro que sí! Pero, ¿qué puedo tocar?
Tito observó las grandes manos de Bruno y dijo:
—Podrías tocar el tambor. ¡Tus manos son perfectas para eso!
Bruno asintió y se unió al grupo. Continuaron su viaje y encontraron a Mimi, una ratoncita que tenía una voz muy dulce.
—Mimi, ¿te gustaría cantar en nuestra orquesta encantada? —preguntó Tito.
Mimi, con su vocecita tímida, respondió:
—Me encantaría, Tito. Pero, ¿crees que mi voz sea lo suficientemente fuerte?
Tito sonrió y dijo:
—¡Claro que sí, Mimi! Tu voz es perfecta para las canciones mágicas que tocaremos.
Con su grupo de amigos, Tito decidió que era hora de practicar. Se dirigieron a un claro en el bosque donde la luz del sol iluminaba todo con un brillo especial. Tito repartió los instrumentos: castañuelas para Lila, un tambor para Bruno y un micrófono mágico para Mimi.
—¡Uno, dos, tres! —contó Tito, y empezaron a tocar.
La música que crearon era tan hermosa que los animales del bosque comenzaron a acercarse para escuchar. De repente, algo increíble sucedió: la música era tan mágica que las flores comenzaron a bailar y los árboles a mover sus ramas al ritmo de la melodía.
—¡Miren eso! —exclamó Lila—. ¡Nuestra música está encantada!
Tito sonrió y dijo:
—Sabía que juntos podríamos hacer algo especial.
La orquesta encantada de Tito se hizo muy famosa en el bosque. Cada tarde, los animales se reunían en el claro para disfrutar de la música mágica. Incluso, algunos animales más se unieron a la orquesta: un conejo tocaba el violín y una tortuga tocaba la flauta.
Un día, un búho sabio se acercó a Tito y le dijo:
—Tito, tu música ha traído alegría y magia al bosque. Eres un gato muy especial.
Tito, con humildad, respondió:
—Gracias, señor búho. Pero no lo hice solo. Sin mis amigos, esta orquesta no sería posible.
Y así, Tito y su orquesta encantada siguieron tocando, llevando felicidad y magia a todos los rincones del bosque. La música tenía el poder de unir a todos, y eso era lo más mágico de todo.
Fin.