Era una fría mañana de diciembre, y la nieve cubría el pequeño pueblo de Villanieve como un suave manto blanco. Los niños jugaban en las calles, haciendo muñecos de nieve y lanzándose bolas heladas. Sin embargo, en medio de la alegría invernal, había un lugar que estaba envuelto en misterio: la antigua estación de tren.
Esa mañana, Clara y su hermano Lucas decidieron explorar la estación. Habían oído historias sobre un tren mágico que solo aparecía en Navidad. “¿Y si encontramos ese tren?” dijo Clara con entusiasmo. Lucas, que siempre había sido un poco más escéptico, sonrió y respondió: “Sí, claro. Y tal vez también encontremos un unicornio en el camino.”
Cuando llegaron a la estación, se sorprendieron al ver que el andén estaba cubierto de nieve, pero había un tren brillante y colorido esperándolos. “¡Mira, Clara! ¡Es el tren!” exclamó Lucas, apuntando con el dedo. El tren tenía luces parpadeantes y una chimenea que echaba humo de colores.
“¿Te imaginas a dónde nos llevará?” preguntó Clara, sus ojos brillando de emoción. Justo en ese momento, una figura apareció en la puerta del tren. Era un anciano con una larga barba blanca y un gorro rojo. “¡Bienvenidos, viajeros! Soy el Capitán Nieve, y este es el Tren Navideño. ¿Están listos para un viaje en el tiempo?”
Clara y Lucas intercambiaron miradas de asombro. “¿Un viaje en el tiempo? ¿A dónde nos llevará?” preguntó Clara, con el corazón latiendo rápido.
“A las épocas más mágicas de la Navidad,” respondió el Capitán Nieve. “Pero deben recordar, cada viaje tiene su propia lección. ¿Están listos?”
Sin pensarlo dos veces, los niños subieron al tren. Una vez dentro, se sintieron como si hubieran entrado en un cuento de hadas. Había decoraciones brillantes, dulces de colores y un ambiente cálido que los envolvía. “¡Esto es increíble!” dijo Lucas, mientras miraba a su alrededor.
El tren comenzó a moverse suavemente, y en un instante, el paisaje cambió. La nieve se desvaneció, y en su lugar, apareció un pueblo antiguo con luces de colores y un gran árbol de Navidad en la plaza central. “¿Dónde estamos?” preguntó Clara, mirando por la ventana.
“Bienvenidos a 1820, en el pueblo de Alegría,” anunció el Capitán Nieve. “Aquí es donde la Navidad comenzó a ser celebrada como la conocemos hoy.”
Los niños bajaron del tren y se encontraron rodeados de gente que reía y cantaba villancicos. “¡Mira, Clara! ¡Están haciendo galletas de jengibre!” dijo Lucas, mientras se acercaba a un grupo de mujeres que horneaban en una casa de madera.
Una de las mujeres los vio y sonrió. “¿Quieren ayudar? Estamos preparando dulces para la fiesta de esta noche.”
“¡Sí!” gritaron los niños al unísono. Pasaron la tarde ayudando a hacer galletas, decorando el árbol y aprendiendo sobre las tradiciones de la época. Clara se dio cuenta de que la gente era feliz no solo por los regalos, sino por estar juntos.
“Esto es maravilloso,” dijo Clara mientras decoraban el árbol. “La Navidad es más que solo cosas materiales.”
“Exacto,” respondió la mujer. “Es un tiempo para compartir y estar con nuestros seres queridos.”
Cuando el sol comenzó a ponerse, el Capitán Nieve apareció nuevamente. “Es hora de continuar nuestro viaje, pequeños viajeros del tiempo.”
Los niños se despidieron de sus nuevos amigos y subieron al tren. Esta vez, el paisaje cambió a una ciudad llena de luces brillantes y música alegre. “¿Dónde estamos ahora?” preguntó Lucas, emocionado.
“Bienvenidos a 1945, en Nueva York,” dijo el Capitán Nieve. “Aquí, la Navidad se celebra con grandes desfiles y luces deslumbrantes.”
El tren se detuvo cerca de una gran plaza donde había un gigantesco árbol de Navidad. La gente estaba reunida, disfrutando de la música y la comida. Clara y Lucas caminaron por la plaza, maravillándose de los espectáculos.
“¡Mira, Clara! ¡Es el desfile navideño!” dijo Lucas, señalando a un grupo de personas vestidas de manera festiva. “¡Quiero ver eso!”
Se acercaron al desfile y comenzaron a bailar al ritmo de la música. “¡Esto es increíble!” gritó Clara, mientras se unía a otros niños que también bailaban. “Nunca había visto algo así.”
Después de un rato, se dieron cuenta de que había un hombre vestido de Santa Claus repartiendo regalos. “¡Santa! ¡Santa!” gritó Lucas, corriendo hacia él. “¿Puedes darnos un regalo?”
Santa sonrió y se agachó. “La Navidad no se trata solo de regalos, pequeño. Se trata de dar amor y alegría a los demás.”
Clara miró a Lucas y dijo: “Creo que tenemos que recordar eso. Es lo que aprendimos en el pueblo de Alegría.”
El Capitán Nieve apareció nuevamente. “Es hora de irnos, amigos.” Los niños se despidieron de Santa y subieron al tren.
Esta vez, el tren los llevó a una cabaña en el bosque, donde un grupo de niños estaba haciendo juguetes de madera. “¿Dónde estamos ahora?” preguntó Clara.
“Estamos en 1970, en un taller de juguetes,” explicó el Capitán Nieve. “Aquí, los niños aprenden a hacer regalos para sus amigos y familiares.”
Los niños se unieron al grupo y comenzaron a hacer juguetes. “¡Mira, Clara! ¡Estoy haciendo un caballito de madera!” dijo Lucas, emocionado.
“¡Y yo estoy pintando un cochecito!” respondió Clara. Pasaron horas riendo y creando, y al final del día, se sintieron felices de haber hecho algo especial para otros.
Cuando el sol comenzó a ocultarse, el Capitán Nieve apareció una vez más. “Es hora de regresar, viajeros. Espero que hayan aprendido lo que significa la Navidad.”
“Sí, lo hemos hecho,” dijo Clara. “La Navidad es sobre compartir, dar amor y estar juntos.”
“Exactamente,” respondió el Capitán Nieve, sonriendo. “Recuerden siempre eso.”
El tren comenzó a moverse y en un abrir y cerrar de ojos, Clara y Lucas se encontraron de vuelta en la estación, rodeados de la nieve que había cubierto Villanieve. “¿Lo soñamos?” preguntó Lucas, mirando a su hermana.
“No, fue real,” respondió Clara, sonriendo. “Y ahora sabemos lo que realmente importa en la Navidad.”
“¡Vamos a hacer galletas y juguetes para nuestros amigos!” sugirió Lucas.
Clara asintió con entusiasmo. “¡Sí! ¡Es hora de compartir nuestra alegría!”
Y así, con el corazón lleno de amor y gratitud, los hermanos se dirigieron a casa, listos para hacer de esa Navidad la más especial de todas.