La Canción de la Serpiente

En lo profundo de la selva, donde los árboles eran tan altos que parecían tocar el cielo, vivía una serpiente llamada Suri. Suri no era una serpiente común; tenía un canto tan hermoso que todos los animales se detenían a escucharla. Su melodía era suave como el murmullo del río y alegre como el canto de los pájaros.

Un día, mientras Suri se deslizaba entre las hojas, escuchó un gran alboroto. “¡Ayuda! ¡Ayuda!” gritaba Tito, el pequeño tucán. Suri se acercó rápidamente.

—¿Qué pasa, Tito? —preguntó Suri, con su voz melodiosa.

—Los humanos están viniendo a talar los árboles de nuestra selva. ¡No sé qué hacer! —respondió Tito, con los ojos muy abiertos.

Suri se quedó pensativa. La selva era su hogar, y todos los animales dependían de ella. Tenía que hacer algo. De repente, una idea brillante iluminó su mente.

—¡Voy a cantar! —exclamó Suri.

—¿Cantar? —preguntó Tito, confundido—. ¿Y eso ayudará?

—Sí, Tito. Si canto con todo mi corazón, quizás los humanos se detendrán y escucharán la belleza de la selva.

Tito no estaba seguro, pero decidió confiar en su amiga. Juntos, fueron a la gran colina, donde Suri podía ver todo el bosque. Los árboles estaban temblando, y los humanos se acercaban con sus enormes sierras.

—¡Es el momento! —dijo Suri, tomando una profunda respiración.

Y comenzó a cantar. Su voz llenó el aire, y las notas flotaron como mariposas. Los animales de la selva se unieron a ella. Los monos aplaudían, los pájaros trinaban, y los ciervos movían sus cabezas al ritmo de la canción.

—¡Escucha! —dijo uno de los humanos, deteniéndose—. ¿Qué es ese sonido tan hermoso?

—No lo sé —respondió su compañero—, pero debemos averiguarlo.

Los dos hombres se acercaron, y cuando llegaron a la colina, quedaron boquiabiertos. La selva parecía un espectáculo de magia. Los colores eran más vivos, y el canto de Suri resonaba en sus corazones.

—¿Qué es esto? —preguntó el primer hombre, con lágrimas en los ojos—. Nunca había escuchado algo tan bello.

Suri continuó cantando, y poco a poco, los hombres comenzaron a sentir el amor que los animales tenían por su hogar. La selva no era solo un lugar; era un hogar lleno de vida y sueños.

—¡Detengamos la tala! —gritó uno de los hombres—. ¡No podemos destruir esto!

Los animales vitorearon. Tito aleteó emocionado y gritó:

—¡Lo logramos, Suri! ¡Tu canción ha salvado la selva!

Suri sonrió, pero sabía que no podía dejar de cantar. Su melodía era la voz de la selva, y siempre debía ser escuchada. Así que, cada día, Suri cantaba para que todos recordaran la belleza que había en su hogar.

Los humanos, en lugar de talar, comenzaron a cuidar la selva. Plantaron nuevos árboles y aprendieron a vivir en armonía con los animales. La selva floreció más que nunca, y Suri se convirtió en la guardiana de su canto.

Y así, la serpiente Suri, con su hermosa canción, unió a todos los seres de la selva. Nunca olvidaron que la música podía cambiar el mundo, y cada vez que escuchaban su canto, recordaban la importancia de cuidar su hogar.

Desde entonces, cada vez que alguien se adentra en la selva, puede escuchar a Suri cantando, y los animales siempre se detienen a disfrutar de su melodía. Porque en la selva, la música nunca se detiene.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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