Había una vez una gata llamada Mía, que vivía en un pequeño pueblo lleno de casas de colores y jardines florecidos. Mía no era una gata común; era muy sabia y conocida por resolver todos los misterios del pueblo.
Un día, mientras paseaba por el centro del pueblo, Mía vio una puerta antigua cubierta de enredaderas. La puerta pertenecía a una biblioteca olvidada, que nadie había visitado en años. «¿Qué habrá detrás de esta puerta?», se preguntó Mía, mientras movía sus bigotes con curiosidad.
Con un empujón suave, la puerta se abrió y Mía entró. Dentro, la biblioteca estaba llena de estanterías polvorientas y libros viejos. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas sucias, creando un ambiente misterioso y mágico.
Mía comenzó a explorar, saltando de estantería en estantería. De repente, vio un libro que brillaba con una luz dorada. «¡Qué curioso!», pensó Mía. Decidió abrir el libro y, al hacerlo, un pergamino cayó al suelo.
El pergamino tenía un mapa dibujado con tinta dorada. En la esquina del mapa, había una nota que decía: «Sigue el camino de la sabiduría y encontrarás el tesoro escondido.»
Mía se emocionó mucho. «¡Un tesoro escondido!», exclamó. Sin perder tiempo, comenzó a seguir el mapa. El camino la llevó a través de la biblioteca, pasando por estanterías llenas de libros sobre magia, historia y aventuras.
De repente, Mía escuchó un ruido. Era un ratoncito llamado Tito, que también vivía en la biblioteca.
—Hola, Mía. ¿Qué haces aquí? —preguntó Tito, con sus ojitos brillantes de curiosidad.
—Hola, Tito. Estoy siguiendo este mapa para encontrar un tesoro escondido —respondió Mía, mostrándole el pergamino.
Tito miró el mapa y sonrió. —¡Yo también quiero ayudarte! —dijo emocionado.
Juntos, Mía y Tito siguieron el mapa hasta llegar a una estantería muy alta. En la parte superior, había un libro dorado con una cerradura.
—¿Cómo vamos a abrir ese libro? —preguntó Tito, preocupado.
—No te preocupes, Tito. Soy una gata sabia. Encontraremos la manera —dijo Mía, con confianza.
Mía miró alrededor y vio una llave pequeña colgando de una lámpara antigua. Con un salto ágil, Mía alcanzó la llave y la llevó al libro dorado. La cerradura hizo un clic y el libro se abrió, revelando un compartimento secreto.
Dentro del compartimento, había un pequeño cofre de madera. Mía y Tito lo abrieron con cuidado y encontraron un montón de gemas brillantes y monedas de oro. Pero lo más sorprendente fue una nota que decía: «El verdadero tesoro es el conocimiento. Comparte lo que has aprendido y serás verdaderamente rico.»
Mía y Tito se miraron y sonrieron. «¡Qué sabias palabras!», dijo Mía.
Desde ese día, Mía y Tito pasaron sus días leyendo y compartiendo historias con los niños del pueblo. La biblioteca antigua volvió a llenarse de vida y risas, y todos aprendieron que el conocimiento es el tesoro más valioso de todos.
Y así, la gata sabia y el ratoncito Tito vivieron felices, enseñando a todos el secreto de la biblioteca antigua. Fin.