Había una vez un pequeño osito de peluche llamado Teddy, que vivía en la habitación de un niño llamado Lucas. Teddy era un osito muy especial, con un suave pelaje marrón y unos ojos brillantes que parecían llenos de vida. Sin embargo, había un pequeño secreto que Teddy guardaba: tenía un miedo enorme a la oscuridad.
Cada noche, cuando Lucas apagaba la luz y se metía en la cama, Teddy se sentía muy asustado. La habitación se volvía oscura y silenciosa, y los ruidos de la casa le parecían aterradores. Una noche, mientras Lucas se preparaba para dormir, Teddy decidió que ya no podía soportar más su miedo.
—Lucas, ¿puedes dejar la luz encendida un poco más? —preguntó Teddy con una voz temblorosa.
Lucas, que estaba a punto de apagar la lámpara de su mesita, se detuvo y miró a su osito.
—Pero Teddy, ya sabes que los monstruos no existen. La oscuridad no es tan mala —dijo Lucas con una sonrisa.
Teddy se encogió un poco, sintiendo que su corazón latía rápido.
—Lo sé, pero… y si hay algo escondido en la sombra? —respondió Teddy, mirando hacia la esquina oscura de la habitación.
Lucas se acercó a Teddy y lo abrazó con fuerza.
—No te preocupes, yo estoy aquí contigo. Nunca dejaré que nada te haga daño —aseguró Lucas.
Esa noche, Lucas se quedó despierto un poco más, contando historias sobre valientes héroes y mágicas aventuras. Teddy escuchaba atentamente, sintiéndose un poco más seguro con cada palabra. Pero cuando Lucas finalmente se quedó dormido, Teddy se encontró otra vez solo en la oscuridad.
¡Ay! pensó Teddy, ¿qué haré ahora?
De repente, escuchó un pequeño ruido. Era un leve crujido que venía de la ventana. Teddy se quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos.
—¿Quién está ahí? —preguntó asustado.
Nadie respondió. Teddy decidió que debía ser valiente. Con un suave salto, se acercó a la ventana y miró hacia afuera. La luna brillaba en el cielo, iluminando todo a su alrededor.
—Es solo la brisa —se dijo a sí mismo—. No hay nada que temer.
Pero, justo cuando se dio la vuelta, escuchó un nuevo ruido, esta vez más cerca. ¡Creeeeak! Era el armario. Teddy sintió que su pelaje se erizaba.
—¿Hay alguien ahí? —preguntó con voz temblorosa.
El armario permaneció en silencio. Teddy decidió que tenía que ser valiente, así que se acercó lentamente. Al abrir la puerta del armario, se encontró con un viejo sombrero de copa que había pertenecido a Lucas.
—¡Oh, solo eres tú! —exclamó Teddy, aliviado.
Pero justo cuando iba a cerrar la puerta, un suave susurro salió del fondo del armario.
—Ayuda…
Teddy se quedó paralizado. ¿Había alguien más en el armario?
—¿Quién eres? —preguntó con un hilo de voz.
—Soy Luzia, la luz mágica del armario —respondió una pequeña voz. Teddy se asomó y vio a una diminuta hada con alas brillantes.
—¿Una luz mágica? —preguntó Teddy, sorprendido.
—Sí, y estoy aquí para ayudarte —dijo Luzia, sonriendo. —Sé que tienes miedo de la oscuridad.
—Es que hay cosas que no puedo ver… —confesó Teddy, sintiéndose un poco más valiente al hablar con alguien.
Luzia voló hacia Teddy y lo tocó suavemente con su varita. De repente, la habitación se iluminó con un suave resplandor dorado.
—Ahora puedes ver que la oscuridad no es tan aterradora —dijo Luzia—. Solo hay sombras, y las sombras no pueden hacerte daño.
Teddy miró a su alrededor. Las sombras danzaban en las paredes, pero ya no parecían tan amenazadoras.
—¡Es hermoso! —exclamó Teddy, sintiéndose más tranquilo.
—Recuerda, siempre que sientas miedo, solo llama a la luz —dijo Luzia mientras comenzaba a desvanecerse—. La luz siempre estará contigo.
Teddy sonrió y se sintió más fuerte. Cuando Lucas despertó a la mañana siguiente, Teddy estaba listo para contarle todo.
—¡Lucas! ¡Conocí a una hada anoche! —dijo Teddy emocionado.
—¿De verdad? —preguntó Lucas, abriendo los ojos con sorpresa.
—Sí, se llama Luzia. Me enseñó que la oscuridad no es tan mala como parece —respondió Teddy.
Lucas abrazó a Teddy y sonrió.
—Me alegra que hayas aprendido a no tener miedo. Siempre estaré aquí para protegerte —dijo Lucas.
Desde ese día, Teddy ya no temía a la oscuridad. Sabía que tenía a Lucas a su lado y a Luzia, la luz mágica, siempre que la necesitara. Y así, cada noche, cuando Lucas apagaba la luz, Teddy sonreía, listo para soñar con nuevas aventuras, sabiendo que la oscuridad era solo un lugar lleno de misterios por descubrir.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.