La iglesia de los susurros perdidos

Cuando Clara y Tomás se acercaron a la iglesia abandonada, un escalofrío recorrió sus espinas. Las paredes, cubiertas de hiedra y sombras, parecían murmurar secretos olvidados.

—¿Escuchas eso? —preguntó Clara, deteniéndose en seco.

Tomás se inclinó, intentando captar el eco de los susurros. —Es solo el viento, Clara. Vamos, no seas miedosa.

Pero ella no estaba convencida. Los rumores sobre la iglesia eran inquietantes. Se decía que aquellos que entraban nunca volvían a ser los mismos. Sin embargo, la curiosidad pudo más que el miedo.

Al cruzar el umbral, un aire helado les envolvió. Las sombras danzaban en las esquinas, y los murmullos se intensificaron.

—“¡Ayúdanos!” —susurró una voz desgarradora. Tomás se estremeció. —¿Escuchaste eso?

Clara asintió, pero su voz temblaba. —Es solo nuestra imaginación… ¿verdad?

Los susurros crecieron, convirtiéndose en lamentos. “¡Pecadores! ¡Pecadores!” resonaban en sus oídos.

—Debemos salir de aquí —dijo Tomás, pero sus pies parecían pegados al suelo.

—No, espera… —Clara se acercó al altar, donde una figura oscura parecía esperar. —Quiero saber más.

—¡Clara, no! —gritó Tomás, pero ya era demasiado tarde. La figura se abalanzó sobre ella, y un grito desgarrador llenó la iglesia.

Los susurros se convirtieron en risas macabras. Clara desapareció en un instante, dejando a Tomás solo, atrapado en la oscuridad.

—“¡Únete a nosotros!” —llamaron los ecos.

Tomás comprendió, horrorizado, que los susurros eran las almas de los perdidos, y que él sería el próximo.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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