Había una vez, en un rincón muy especial del mundo, un grupo de gatos que vivían en el encantador pueblo de Gatolandia. Estos gatos no eran gatos comunes y corrientes. Eran gatos mágicos que podían entrar en el País de los Sueños cada vez que cerraban los ojos para dormir.
Un día, el gato más sabio de todos, el viejo y astuto Don Miau, anunció una gran noticia en la plaza del pueblo.
—¡Atención, gatos de Gatolandia! —dijo Don Miau con su voz ronroneante—. ¡Vamos a tener una increíble carrera a través del País de los Sueños! ¡El ganador recibirá una corona de estrellas y un collar de lunares dorados!
Todos los gatos se emocionaron mucho. Entre ellos estaban Lila, una gata blanca y esponjosa; Tigre, un gato naranja con rayas negras; y Mina, una gatita gris con ojos verdes brillantes.
La noche de la carrera, todos los gatos se acurrucaron en sus camas y cerraron los ojos. De repente, se encontraron en el País de los Sueños, un lugar lleno de colores brillantes, nubes de algodón y ríos de leche.
—¡Miren! —exclamó Lila—. ¡Ese arcoíris parece un puente!
—¡Vamos a cruzarlo! —dijo Tigre, saltando de alegría.
Mina, siempre curiosa, se acercó a una flor gigante que cantaba una melodía dulce.
—¡Qué hermoso lugar! —dijo Mina, maravillada.
Don Miau apareció de repente, flotando en una nube dorada.
—¡Bienvenidos al País de los Sueños! —anunció—. La carrera comenzará en tres, dos, uno… ¡Ya!
Los gatos comenzaron a correr, saltando sobre almohadas gigantes y deslizándose por toboganes de caramelo. Lila corría rápidamente, sus patas casi no tocaban el suelo. Tigre, con su agilidad, saltaba de estrella en estrella, mientras que Mina exploraba cada rincón, siempre encontrando atajos secretos.
—¡Miren, un río de leche! —gritó Tigre—. ¡Vamos a nadar!
Los tres gatos se lanzaron al río y nadaron rápidamente, sus bigotes salpicando gotas de leche.
—¡Esto es tan divertido! —dijo Lila, riendo.
De repente, encontraron un bosque de árboles de algodón de azúcar. El aroma dulce llenaba el aire y los gatos no pudieron resistir darle un mordisco a las ramas esponjosas.
—¡Delicioso! —dijo Mina, relamiéndose los labios.
Pero no podían olvidar la carrera. Continuaron corriendo y saltando, siguiendo el camino de estrellas doradas que los guiaba hacia la meta. En el camino, encontraron a otros gatos que también competían, pero todos se ayudaban mutuamente, porque en el País de los Sueños, la amistad era lo más importante.
Finalmente, llegaron a una colina de cojines suaves. En la cima, brillaba la meta, una corona de estrellas y un collar de lunares dorados esperaban al ganador.
—¡Vamos, no nos rindamos ahora! —animó Tigre.
Con un último esfuerzo, los tres amigos llegaron juntos a la meta. Don Miau los esperaba con una gran sonrisa.
—¡Felicidades, Lila, Tigre y Mina! —dijo Don Miau—. Todos ustedes son ganadores, porque han demostrado valentía, amistad y alegría.
Los tres gatos se miraron y sonrieron. Don Miau les colocó la corona de estrellas y el collar de lunares dorados.
—¡Esto es para todos! —dijo Lila, compartiendo la corona y el collar con todos los gatos de Gatolandia.
Esa noche, todos los gatos celebraron juntos, bailando y cantando bajo las estrellas del País de los Sueños. Y así, aprendieron que en la vida, lo más importante no es ganar, sino disfrutar del viaje y compartirlo con amigos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.