La marca del licántropo

El viento aullaba entre los árboles del bosque, como si la misma naturaleza supiera que algo oscuro se cernía sobre el pueblo de Elmswood. En una de sus casas, Clara observaba su reflejo en el espejo del baño, inquieta. Había algo en su piel que no estaba allí antes. Una marca, un símbolo en forma de luna creciente, se dibujaba en su antebrazo izquierdo. Su corazón latía con fuerza, y una sensación de terror comenzaba a apoderarse de ella.

—¿Qué demonios es esto? —murmuró, tratando de recordar si había sufrido alguna herida o raspón reciente. Pero no había nada. La marca parecía estar grabada en su piel, como si perteneciera a otra vida.

Clara tenía diecisiete años y, a pesar de su carácter fuerte, siempre había sentido una conexión especial con la luna. Se pasaba horas mirando sus fases, buscando respuestas en su luz plateada. Pero aquella noche, la luna llena se asomaba por la ventana, y su brillo parecía intensificarse, como si estuviera llamándola.

Decidida a entender lo que le ocurría, Clara se vistió y salió de casa. La noche era oscura y silenciosa, pero el aire estaba cargado de una energía extraña. Caminó hacia el bosque, sintiendo que la marca en su brazo ardía con cada paso que daba. Era como si estuviera viva, como si algo dentro de ella despertara.

Al llegar a un claro, el sonido de su respiración se mezcló con el crujir de las hojas bajo sus pies. Fue entonces cuando escuchó un aullido a lo lejos. Un escalofrío recorrió su espalda. La leyenda del licántropo de Elmswood siempre había sido un susurro entre los habitantes del pueblo, una historia que se contaba en las noches de tormenta, pero que nadie tomaba en serio. Sin embargo, ahora, frente a la luna llena, Clara no podía evitar sentir que la leyenda estaba más viva que nunca.

—¡Hola! —gritó, tratando de romper el silencio y su propia tensión—. ¿Hay alguien ahí?

No hubo respuesta, solo el eco de su voz. Clara sintió que el aire se volvía más denso, como si algo estuviera acechando en la oscuridad. La marca en su brazo comenzó a pulsar, y un dolor agudo atravesó su cuerpo. Se llevó la mano al antebrazo, pero no había nada visible, solo el símbolo que parecía brillar con la luz de la luna.

—¡Esto no es normal! —se dijo a sí misma, dando un paso atrás. Pero el bosque no la dejaba escapar tan fácilmente. Un movimiento detrás de un arbusto la hizo detenerse en seco.

—¿Quién está ahí? —preguntó, su voz temblando ligeramente.

Del arbusto emergió un chico de su escuela, Lucas, con el rostro pálido y los ojos desorbitados.

—Clara… —dijo, jadeando—. Debes irte de aquí. ¡Es peligroso!

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, confundida y asustada—. ¿Qué sabes de la marca?

Lucas miró a su alrededor, como si temiera que alguien los estuviera observando.

—He estado investigando sobre el licántropo. La marca… puede ser un signo de que estás en peligro.

—¿Peligro? —repitió Clara, sintiendo que el pánico se apoderaba de ella—. ¿Qué quieres decir?

—Hay personas que han desaparecido en este bosque. Se dice que el licántropo busca a aquellos que tienen la marca.

El corazón de Clara se detuvo por un momento.

—¿Desaparecido? ¿Como quién?

Lucas tragó saliva, su mirada se tornó sombría.

—María. La chica que vivía en la casa al final de la calle. La vieron por última vez en la noche de luna llena, y… su madre encontró una marca similar en su piel.

Clara sintió que el aire se le escapaba de los pulmones.

—¿Y si yo…?

—No lo sé. Pero debemos salir de aquí. No podemos quedarnos.

Sin pensarlo dos veces, Clara asintió. Ambos comenzaron a caminar de regreso, pero el bosque parecía cambiar a su alrededor. Los árboles se alzaban más altos, sus ramas se entrelazaban como garras, y el aullido del licántropo resonaba más cerca.

Un grito desgarrador rompió el silencio. Clara se detuvo en seco, su corazón se aceleró.

—¿Qué fue eso? —preguntó, con la voz entrecortada.

—No lo sé. ¡Vamos! —Lucas tomó su mano y comenzaron a correr. Pero el bosque se volvía más oscuro, y el aullido se transformó en un rugido, como si algo estuviera persiguiéndolos.

De repente, Clara sintió un dolor punzante en su brazo, como si la marca estuviera ardiendo. Se detuvo, incapaz de seguir adelante.

—¡Clara! —gritó Lucas, volviéndose hacia ella—. ¡No te detengas!

—No puedo… —respondió, mirando su antebrazo—. La marca… me duele.

En ese momento, el aire se volvió helado y una sombra se alzó entre los árboles. Clara miró hacia arriba y vio una figura gigantesca, cubierta de pelo oscuro, con ojos amarillos que brillaban como faros en la oscuridad. Era el licántropo.

—¡Corre! —gritó Lucas, pero era demasiado tarde. La criatura se abalanzó sobre ellos con una velocidad inhumana. Clara sintió que algo la atrapaba por el brazo, y el dolor se intensificó.

El mundo se volvió un torbellino de gritos y aullidos. Clara luchó, pero la fuerza del licántropo era abrumadora. Con un movimiento brusco, la criatura la arrojó al suelo, y el impacto la dejó sin aliento. Lucas gritó, pero Clara no podía apartar la vista de la bestia que la miraba con una mezcla de hambre y furia.

—¡Déjala! —gritó Lucas, lanzándose hacia el licántropo, pero fue fácilmente desviado. Clara sintió que el terror la envolvía, y en ese momento, comprendió que estaba a merced de la criatura.

El licántropo se acercó lentamente, su aliento caliente y fétido llenando el aire. Clara podía ver la marca en su piel, la misma que ahora tenía, y comprendió que no era una simple coincidencia. Era un vínculo, un llamado que la había llevado hasta allí.

—¿Por qué? —susurró, sintiendo que sus lágrimas caían sobre la tierra—. ¿Por qué yo?

La criatura se detuvo, inclinando su cabeza, como si entendiera sus palabras. Clara sintió que la marca en su piel ardía intensamente, y en un instante, una visión la invadió. Vio a otras personas, a otros que habían sido marcados, a otros que habían desaparecido. Todos estaban conectados de alguna manera, todos eran parte de un oscuro ritual.

En ese momento, todo cobró sentido.

—¡Lucas! —gritó, pero él estaba luchando por levantarse, tratando de alejarse de la criatura. Clara comprendió que su destino estaba sellado, que la marca era más que una advertencia; era una invitación.

—¡Clara! ¡Corre! —gritó Lucas, pero sus palabras se desvanecieron en el aire.

La criatura se lanzó hacia ella, pero en lugar de sentir miedo, Clara sintió una extraña calma. La marca en su piel brilló intensamente, y, por un instante, se sintió conectada con el licántropo, como si sus almas estuvieran entrelazadas.

—No… —susurró, sintiendo que su propia humanidad se desvanecía. Lucas gritó su nombre una vez más, pero Clara ya no podía escucharlo.

La criatura se abalanzó sobre ella, y en un instante, todo se volvió negro.


Cuando Clara despertó, el bosque estaba en silencio. La luna llena brillaba sobre ella, iluminando su piel. Se levantó lentamente, sintiendo la marca arder con fuerza. Miró a su alrededor, y Lucas no estaba.

El terror se apoderó de su corazón.

—¡Lucas! —gritó, pero no hubo respuesta.

La marca en su brazo pulsaba, y Clara comprendió que ya no había vuelta atrás. Era parte de algo más grande, algo oscuro. La luna la había reclamado, y el bosque susurraba su nombre.

Mientras la noche se adentraba en la oscuridad, Clara se dio cuenta de que el licántropo no solo había tomado su humanidad, sino que también había despertado su verdadera naturaleza. Y con cada luna llena, la marca en su piel la llamaría de nuevo, y el ciclo comenzaría una vez más.

El pueblo de Elmswood nunca volvería a ser el mismo.

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Cuentomanía

Don Cuento es un escritor caracterizado por su humor absurdo y satírico, su narrativa ágil y desenfadada, y su uso creativo del lenguaje y la ironía para comentar sobre la sociedad contemporánea. Utiliza un tono ligero y sarcástico para abordar los temas y usas diálogos rápidos y situaciones extravagantes para crear un ambiente de comedia y surrealismo a lo largo de sus historias.

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