En un hermoso prado verde, donde el sol brillaba y las flores bailaban al ritmo del viento, vivía una oveja llamada Oli. Oli no era una oveja común, ¡no, no! Tenía una imaginación desbordante y un talento especial: tejía nubes.
Cada mañana, cuando el sol despertaba, Oli salía a su lugar favorito, un pequeño montículo con vista al cielo. Allí, con su lana suave y esponjosa, comenzaba a tejer. Pero, ¿cómo podía una oveja tejer nubes? ¡Era un secreto mágico que solo Oli conocía!
Un día, mientras tejía con su lanita, su amigo Tito, el pato, se acercó volando.
—¡Hola, Oli! —gritó Tito—. ¿Qué haces hoy?
Oli sonrió y levantó su ovillo de lana.
—¡Estoy tejiendo nubes! —dijo emocionada.
—¿Nubes? —preguntó Tito, con los ojos muy abiertos—. ¿De verdad?
—¡Sí! —respondió Oli—. ¡Mira!
Oli alzó su lana hacia el cielo y, con un movimiento ágil, comenzó a tejer. Pronto, una nube suave y esponjosa tomó forma. Era una nube en forma de estrella.
—¡Guau! —exclamó Tito—. ¡Es hermosa!
—¿Quieres que teje algo más? —preguntó Oli, sonriendo.
—¡Sí! ¡Teje un pato! —pidió Tito, emocionado.
Oli se rió y comenzó a trabajar. Con cada giro y vuelta de su lana, la nube fue tomando la forma de un pato. Cuando terminó, la nube flotaba en el cielo, ¡parecía que Tito estaba volando entre las nubes!
—¡Mira, Tito! —gritó Oli—. ¡Eres un pato de nube ahora!
Tito aplaudió con sus alas, feliz de ver su forma en el cielo. Pero, de repente, el viento comenzó a soplar fuerte.
—¡Oh, no! —dijo Oli—. ¡Las nubes se están moviendo!
—¡No te preocupes! —dijo Tito—. ¡Son solo nubes!
Oli miró al cielo y vio cómo su nube-pato se alejaba.
—¿Crees que volverá? —preguntó Oli, un poco triste.
—Claro que sí. Las nubes siempre regresan —respondió Tito—. ¡Son tus creaciones!
Oli sonrió, pero aún así decidió hacer algo más. Se concentró y tejió otra nube, esta vez en forma de corazón.
—¡Mira, Tito! —dijo Oli—. ¡Es un corazón!
La nube flotó suavemente y, cuando el viento la empujó, se deshizo en pequeños pedacitos que brillaban como estrellas.
—¡Qué bonito! —dijo Tito—. ¡Es como si lanzaras estrellas al cielo!
—Sí, ¡y cada estrella es un sueño! —exclamó Oli—. ¡Podemos crear nuestros propios sueños!
Tito se sintió inspirado.
—Oli, ¿puedo intentar tejer también? —preguntó.
—¡Por supuesto! —respondió Oli—. Aquí tienes un poco de lana.
Tito tomó la lana con sus patitas y, aunque al principio le costó, empezó a hacer su propio tejido. Después de un rato, logró crear una nube en forma de flor.
—¡Mira, Oli! —dijo Tito, emocionado—. ¡Es una nube-flor!
Oli aplaudió entusiasmada.
—¡Es maravillosa, Tito! —dijo—. ¡Ahora tenemos una nube de flores en el cielo!
Ambos se rieron y disfrutaron de su creación. Pero, de repente, una pequeña gaviota pasó volando y se llevó la nube-flor con ella.
—¡Oh, no! —gritó Tito—. ¡Se la llevó!
Oli miró al cielo y, aunque se sintió un poco triste, dijo:
—No te preocupes, Tito. ¡Podemos hacer más!
—¿De verdad? —preguntó Tito, con una sonrisa.
—¡Claro! —respondió Oli—. Las nubes nunca se acaban. Siempre podemos crear nuevas.
Así, Oli y Tito continuaron tejiendo nubes de todas las formas y colores. Crearon nubes de mariposas, nubes de gatos, y hasta nubes de pastel. Cada nube era un nuevo sueño que volaba alto en el cielo.
Y así, en aquel prado verde, Oli enseñó a Tito que los sueños se pueden crear con un poco de imaginación y amor.
Desde aquel día, cada vez que miraban al cielo, veían sus nubes y recordaban que siempre podían tejer más sueños, juntos, con su lana y su amistad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.