Era una noche estrellada en el tranquilo prado donde vivía Lila, una ovejita muy especial. A diferencia de sus amigas, Lila no quería dormir. Mientras las demás ovejas se acomodaban en la suave hierba, ella saltaba de aquí para allá, mirando las estrellas y escuchando los sonidos de la noche.
—¡Lila, ven a dormir! —llamó su amiga, la oveja Blanca, con una voz suave y cansada.
—¡No quiero! —respondió Lila, con un brinco—. ¡Hay tanto que ver y hacer!
Las estrellas brillaban como pequeñas luces en el cielo, y Lila se sentía llena de energía. Se acercó a un grupo de luciérnagas que danzaban en el aire.
—¡Hola, luciérnagas! —saludó Lila—. ¿Puedo jugar con ustedes?
Las luciérnagas se rieron y respondieron:
—¡Claro, Lila! Pero ten cuidado, ya es tarde y las ovejas necesitan descansar.
Lila hizo un gesto con la pata.
—¡No necesito dormir! ¡Quiero jugar!
Así que comenzó a saltar y a correr, persiguiendo a las luciérnagas que iluminaban la noche. Pero, después de un rato, se dio cuenta de que sus patas comenzaban a cansarse. Se detuvo y miró a su alrededor. Todo estaba tranquilo, y las estrellas seguían brillando.
—Quizás un pequeño descanso no me haría mal —pensó Lila.
De repente, escuchó un suave susurro. Era el búho sabio, que estaba posado en una rama.
—Hola, Lila. ¿Por qué no estás durmiendo como el resto de tus amigas?
—No quiero dormir, Búho —respondió Lila—. Hay tantas cosas divertidas que hacer.
El búho sonrió y dijo:
—Entiendo, pequeña. Pero, ¿sabes? Dormir es muy importante. Te ayuda a crecer y a tener energía para jugar mañana.
Lila frunció el ceño.
—Pero si me duermo, me perderé de todo lo divertido.
—No te preocupes —dijo el búho—. Mañana será otro día lleno de aventuras. Y si no descansas, no tendrás fuerzas para disfrutarlas.
Lila pensó en lo que dijo el búho.
—¿De verdad? ¿Puedo perderme de las aventuras de mañana?
—Así es —respondió el búho—. Pero si duermes bien, mañana podrás correr más rápido, saltar más alto y jugar con tus amigas.
Lila miró hacia el prado, donde sus amigas ya estaban soñando.
—¿Y si me despierto temprano? —preguntó.
—Eso sería perfecto. Podrás ver el amanecer y jugar todo el día —dijo el búho, guiñando un ojo.
Lila se sintió un poco cansada.
—Está bien, Búho. Creo que intentaré dormir un poco.
—¡Eso es! —exclamó el búho—. ¡Buena decisión, Lila!
Lila se acomodó sobre la suave hierba, cerró los ojos y respiró hondo. Mientras la brisa nocturna acariciaba su lana, se sintió tranquila y segura.
Pero antes de que se durmiera del todo, recordó algo.
—Oye, Búho, ¿puedes contarme una historia antes de que me duerma?
El búho sonrió y comenzó a narrar.
—Había una vez un pequeño corderito que no quería dormir. Un día, decidió explorar el bosque y encontró un lago mágico. En el lago, vio reflejadas las estrellas y se dio cuenta de que el mundo era hermoso, pero también se dio cuenta de que necesitaba descansar para disfrutarlo.
Lila escuchaba atentamente, con los ojos medio cerrados.
—¿Y qué pasó después? —preguntó.
—El corderito se durmió bajo un árbol y soñó con aventuras increíbles. Cuando despertó, estaba lleno de energía y listo para explorar el mundo —respondió el búho.
Lila sonrió y se sintió feliz.
—¡Quiero soñar con aventuras también!
—Entonces, duerme, pequeña Lila. Mañana será un gran día —dijo el búho mientras se alejaba volando.
Y así, Lila se dejó llevar por el sueño, soñando con luciérnagas que danzaban y prados llenos de flores. Finalmente, entendió que descansar era parte de la diversión.
Cuando el sol salió al día siguiente, Lila se despertó sintiéndose fresca y lista para jugar. Miró a su alrededor y vio a sus amigas despertando también.
—¡Buenos días, Lila! —gritaron las ovejas.
—¡Buenos días! —respondió Lila con una gran sonrisa—. ¡Estoy lista para nuevas aventuras!
Y así, Lila aprendió que dormir no era aburrido, sino una puerta a un mundo lleno de sueños y diversión.