Había una vez en la sabana africana, una jirafa llamada Luna. Luna era una jirafa muy especial, ya que siempre confiaba en sus habilidades y nunca se dejaba vencer por la duda. Tenía unas largas patas y un cuello aún más largo, lo que la hacía destacar entre las demás jirafas.
Un día, mientras Luna paseaba por la sabana, se encontró con un grupo de jirafas que se burlaban de ella por ser tan alta. Luna, en lugar de sentirse triste o avergonzada, levantó la cabeza con orgullo y les dijo: «Yo soy Luna, y me encanta ser alta. Mis largas patas me ayudan a alcanzar las hojas más sabrosas de los árboles. ¡Y mi cuello largo me permite ver todo lo que sucede a mi alrededor!»
Las otras jirafas se quedaron sorprendidas por la seguridad y la confianza de Luna en sí misma. Una de ellas se acercó y le preguntó: «¿Cómo haces para ser tan segura de ti misma, Luna?».
Luna sonrió y respondió: «Creo en mí misma y en mis habilidades. Sé que soy única y especial, y eso me hace sentir feliz y segura. Todos somos diferentes, y eso es lo que nos hace especiales».
Las demás jirafas reflexionaron sobre las palabras de Luna y se dieron cuenta de que cada una de ellas también tenía sus propias cualidades especiales. A partir de ese día, todas las jirafas aprendieron a valorarse a sí mismas y a tener confianza en lo que eran.
Luna siguió recorriendo la sabana con su cabeza en alto, inspirando a todos los animales con su actitud positiva y segura. Siempre animaba a los demás a creer en sí mismos y a nunca rendirse, recordándoles que el amor propio puede llevarnos lejos en la vida.
Y así, Luna se convirtió en un ejemplo para todos en la sabana, demostrando que la autoestima y la confianza en uno mismo son cualidades valiosas que nos ayudan a enfrentar cualquier desafío que se nos presente. ¡Y colorín colorado, este cuento ha terminado!
