En un viejo caserón abandonado, había una puerta sellada con cadenas oxidadas y un candado enorme. Durante años, los habitantes del pueblo contaban historias de gritos y lamentos que emergían de detrás de esa puerta en las noches de luna llena. Nadie se atrevía a acercarse, excepto Javier, un joven escéptico y curioso.
Una noche, armado con una linterna y un cortapernos, Javier decidió investigar. Cortó las cadenas con esfuerzo y abrió la puerta chirriante. Un aire gélido y fétido lo envolvió al instante. Avanzó lentamente por el pasillo oscuro, cuyas paredes parecían susurrar en un idioma olvidado.
Al final del pasillo, encontró una pequeña habitación. En el centro, había un círculo de velas apagadas y un diario antiguo cubierto de polvo. Al leer el diario, descubrió que pertenecía a un hombre que había invocado a un demonio, sellándolo tras la puerta. Cada entrada describía el creciente terror y los horrores que el demonio infligía.
De repente, las velas se encendieron solas, y Javier sintió que algo lo observaba desde las sombras. Una figura oscura emergió del círculo, sus ojos rojos brillando con malevolencia. Javier intentó retroceder, pero sus pies no respondían. El demonio se acercó lentamente, susurrando promesas de sufrimiento eterno.
En el último instante, Javier lanzó el diario al círculo y las llamas lo envolvieron. Con un grito desgarrador, el demonio desapareció, pero Javier quedó atrapado, sintiendo su alma ser consumida. La puerta se cerró de golpe, las cadenas y el candado reapareciendo por sí solos.
Desde entonces, cada luna llena, se escuchan gritos de desesperación que provienen del viejo caserón, y la puerta sellada sigue esperando a la próxima alma curiosa.