En un rincón mágico del bosque encantado, vivía una serpiente llamada Serina. Serina no era una serpiente cualquiera; su piel brillaba con todos los colores del arcoíris. Cada vez que se deslizaba entre los árboles, dejaba un rastro de destellos que iluminaban el lugar. Pero un día, algo extraño sucedió. Serina se despertó y, al mirarse en el reflejo de un charco, se dio cuenta de que había perdido su color.
—¡Oh, no! —exclamó Serina, asustada—. ¡¿Dónde han ido mis colores?!
Decidida a encontrar su color perdido, Serina se adentró en el bosque. Mientras se deslizaba entre las hojas, se encontró con su amiga, la mariposa Lila.
—¡Hola, Serina! ¿Por qué te ves tan triste? —preguntó Lila, revoloteando a su alrededor.
—He perdido mis colores, Lila. Sin ellos, me siento… vacía.
Lila, con sus alas brillantes, sonrió y dijo:
—No te preocupes, amiga. ¡Vamos a buscar tus colores juntas!
Las dos amigas comenzaron su búsqueda. Pasaron por un claro lleno de flores de todos los colores. Serina miró las flores y suspiró.
—¡Oh, cómo me gustaría tener esos colores!
—Pero tus colores son especiales, Serina —dijo Lila—. No son como los de las flores.
Serina se sintió un poco mejor, pero aún deseaba encontrar su brillo. Continuaron su camino y llegaron a un pequeño arroyo. Allí, un pez dorado saltó fuera del agua.
—¡Hola! ¿Qué les trae por aquí? —preguntó el pez, brillando bajo el sol.
—¡Hola, pez! —respondió Lila—. Serina ha perdido sus colores y estamos buscando ayuda.
—¿Perdiste tus colores? —dijo el pez, intrigado—. Tal vez deberías mirar en la cueva de los espejos. ¡Allí puedes descubrir algo mágico!
—¿La cueva de los espejos? —preguntó Serina, con los ojos bien abiertos—. ¿Dónde está?
—Sigue el arroyo hacia el norte, y allí encontrarás la entrada —respondió el pez, saltando de alegría—. ¡Buena suerte!
Serina y Lila se despidieron del pez dorado y siguieron el arroyo. Al llegar a la cueva de los espejos, Serina sintió un escalofrío de emoción. Las paredes de la cueva estaban cubiertas de espejos que reflejaban todo lo que había a su alrededor.
—¡Guau! —dijo Lila—. ¡Es tan brillante aquí!
Serina se acercó a un espejo grande y miró su reflejo. Pero en lugar de ver su piel llena de colores, solo vio un tono gris.
—¡Oh, no! —gritó Serina—. ¡No puedo ver mis colores!
De repente, una voz suave resonó en la cueva.
—¿Por qué estás tan triste, pequeña serpiente?
Serina se dio la vuelta y vio a una anciana serpiente con escamas que brillaban como el oro.
—Soy la sabia serpiente del bosque. He estado observando tu búsqueda.
—He perdido mis colores y no sé cómo recuperarlos —dijo Serina, con lágrimas en los ojos.
La sabia serpiente sonrió y dijo:
—Tus colores no han desaparecido, querida. Están dentro de ti. A veces, cuando nos sentimos perdidos, olvidamos lo que realmente somos.
—¿Cómo puedo recordarlo? —preguntó Serina, sintiéndose un poco esperanzada.
—Mira en el espejo y repite después de mí: «Soy única, soy especial, y mis colores brillan en mi corazón».
Serina se acercó al espejo y, con la voz temblorosa, repitió las palabras:
—Soy única, soy especial, y mis colores brillan en mi corazón.
De repente, un brillo cálido comenzó a rodearla. Los colores empezaron a regresar, uno por uno. Primero llegó el rojo, luego el azul, el verde, el amarillo y todos los demás.
—¡Mira! —gritó Lila, volando emocionada—. ¡Tus colores están volviendo!
Serina se miró en el espejo y vio su hermoso cuerpo lleno de colores brillantes. Se sentía feliz y llena de energía.
—¡Gracias, sabia serpiente! —dijo Serina, saltando de alegría—. Ahora entiendo que mis colores siempre estuvieron conmigo.
La sabia serpiente asintió con una sonrisa.
—Recuerda, pequeña, que ser tú misma es el mayor regalo que puedes ofrecer al mundo.
Serina y Lila se despidieron de la sabia serpiente y salieron de la cueva. Al volver al claro de flores, Serina se sintió más fuerte y segura de sí misma.
—¡Mira, Lila! —dijo Serina, deslizándose entre las flores—. ¡Soy yo misma y estoy orgullosa de ser una serpiente arcoíris!
—¡Eres maravillosa, Serina! —respondió Lila, danzando a su alrededor—. ¡Nunca lo olvides!
Desde ese día, Serina no solo disfrutó de su hermoso colorido, sino que también aprendió a aceptar quién era. Juntas, Serina y Lila exploraron el bosque encantado, compartiendo risas y aventuras, siempre recordando que la verdadera belleza viene de dentro.
Y así, en el bosque encantado, la serpiente arcoíris brilló más que nunca, iluminando el camino de todos los que la conocían.