En un hermoso prado lleno de flores de colores, vivía una vaca llamada Lola. Lola no era una vaca común y corriente; ella tenía un talento especial. ¡Era una vaca pintora! Usaba su cola como pincel para crear maravillosas obras de arte en la tierra.
Un día, mientras el sol brillaba en el cielo y las mariposas danzaban a su alrededor, Lola decidió que era el momento de hacer algo especial. Se acercó a su mejor amiga, Mimi, la oveja.
—¡Mimi! —llamó Lola con entusiasmo—. ¡Hoy quiero pintar un gran mural en el prado!
Mimi, que siempre había admirado el talento de Lola, respondió con curiosidad:
—¿Un mural? ¿Qué vas a pintar, Lola?
—Voy a pintar un paisaje con el arcoíris, montañas y flores. ¡Quiero que todos en la granja lo vean! —dijo Lola mientras movía su cola de un lado a otro.
Mimi saltó de alegría.
—¡Eso suena genial! ¡Te ayudaré!
Así que juntas, Lola y Mimi comenzaron su obra maestra. Lola sumergió su cola en colores brillantes que había encontrado en la tierra: rojo, amarillo, azul y verde. Con movimientos suaves, comenzó a trazar el arcoíris en el suelo.
—¡Mira, Mimi! —exclamó Lola—. El rojo es para el comienzo del arcoíris.
—¡Es hermoso! —respondió Mimi—. ¿Y qué color usarás para la montaña?
—Usaré un marrón oscuro, como la tierra. ¡Las montañas son fuertes y majestuosas! —dijo Lola con una sonrisa.
Mientras pintaban, otros animales de la granja comenzaron a acercarse, intrigados por lo que estaba sucediendo. Pedro, el gallo, fue el primero en llegar.
—¿Qué están haciendo, chicas? —preguntó con su voz cantarina.
—¡Estamos pintando un mural! —respondió Lola, emocionada—. ¡Ven a ver!
Pedro se acercó y miró con asombro.
—¡Guau! ¡Eso se ve increíble! Pero… ¿por qué estás pintando, Lola?
Lola pensó un momento y luego dijo:
—Porque me encanta crear cosas hermosas. Todos tenemos talentos especiales, y este es el mío.
—¿Talentos? —preguntó Pedro, rascándose la cabeza—. ¿Tú crees que yo tengo uno?
—¡Claro que sí! —dijo Mimi—. Tú cantas muy bien. ¡Eres el mejor gallo cantante de la granja!
Pedro se sonrojó un poco y sonrió.
—¡Gracias, chicas! Quizás un día pueda cantar en tu mural.
Mientras tanto, Tito, el cerdo, se acercó con curiosidad.
—¿De qué se trata todo esto? —preguntó, moviendo su colita.
—¡Estamos creando un mural! —dijo Lola—. ¿Quieres unirte?
Tito se emocionó.
—¡Sí! Pero… no sé pintar.
—No te preocupes, Tito. ¡Tú puedes usar tu cuerpo para hacer huellas en la pintura! —sugirió Mimi.
Tito sonrió de oreja a oreja.
—¡Eso suena divertido!
Así que Tito se unió a la diversión y comenzó a saltar sobre la pintura, dejando huellas de barro que se mezclaban con los colores. Todos los animales estaban felices y se reían mientras trabajaban juntos.
Después de un rato, Lola se detuvo y miró su mural. Había pintado un hermoso arcoíris, montañas altas y un campo lleno de flores.
—¡Es perfecto! —dijo con alegría—. Pero creo que falta algo.
—¿Qué más necesitas? —preguntó Mimi, mirando a su alrededor.
—¡Necesitamos más colores! —exclamó Lola—. ¡Vamos a buscar flores para añadir sus colores!
Los animales se pusieron a buscar flores por el prado. Encontraron margaritas amarillas, violetas y rojas. Con mucho cuidado, Lola y sus amigos comenzaron a aplastar las flores para obtener más colores.
—¡Mira, Lola! —gritó Tito—. ¡Ahora podemos hacer un sol brillante!
—¡Sí! —respondió Lola—. ¡Vamos a pintarlo en la esquina del mural!
Con mucho cuidado, Lola usó su cola para dibujar un sol radiante que iluminaba todo el mural. Todos los animales aplaudieron.
—¡Es asombroso! —dijo Pedro—. ¡Nunca había visto algo tan bonito!
Finalmente, después de muchas risas y colores, el mural estaba terminado. Los animales se sentaron a ver su obra maestra.
—¡Lo hicimos juntos! —dijo Mimi, saltando de felicidad.
—Sí, y cada uno de nosotros aportó algo especial —agregó Lola—. Todos tenemos talentos únicos.
—¡Yo puedo cantar! —dijo Pedro—.
—Y yo puedo hacer huellas con mi pancita —dijo Tito, riendo.
Lola miró a sus amigos y sonrió.
—Y yo puedo pintar. ¡Y juntos hacemos algo maravilloso!
Desde ese día, la vaca pintora y sus amigos aprendieron que todos tienen algo especial que ofrecer, y que al trabajar juntos, podían crear cosas mágicas. El mural se convirtió en un lugar donde todos los animales se reunían para jugar, cantar y disfrutar de su amistad.
Y así, el prado se llenó de colores, risas y amor, gracias a la vaca pintora y sus amigos. ¡Fin!