En una granja muy colorida, donde el sol brillaba y las flores bailaban al viento, vivía una vaca llamada Clara. Clara no era una vaca cualquiera; tenía un corazón lleno de sueños y una mente repleta de palabras. ¡Oh, sí! Clara amaba escribir poemas.
Cada mañana, cuando el gallo cantaba su “¡kikirikí!”, Clara se levantaba de su cama de paja y se dirigía a su rincón favorito, un hermoso prado lleno de flores silvestres. Allí, bajo la sombra de un gran árbol, sacaba su cuaderno y su lápiz, y comenzaba a escribir.
“Hoy voy a escribir sobre el cielo”, pensó Clara un día. Y así, con gran emoción, escribió:
«El cielo es un lienzo azul,
donde juegan nubes de algodón.
Brillan estrellas en la noche,
como risas de un corazón.»
Cuando terminó, Clara sonrió y dijo en voz alta: “¡Qué bonito! ¡Quiero que todos lo escuchen!”
Decidida, se fue a buscar a sus amigos. Primero encontró a la gallina, que estaba picoteando semillas en el suelo.
—¡Hola, Clara! —dijo la gallina, levantando la vista—. ¿Qué haces tan feliz?
—¡He escrito un poema sobre el cielo! —exclamó Clara, moviendo su cola de un lado a otro.
—¿Puedo escucharlo? —preguntó la gallina, emocionada.
Clara, con voz melodiosa, recitó su poema. La gallina aplaudió con sus alas y dijo:
—¡Es precioso, Clara! ¡Deberías compartirlo con todos en la granja!
Clara se sintió muy contenta. Así que siguió su camino hasta el estanque, donde encontró al pato nadando.
—¡Hola, Pato! —gritó Clara—. ¡Tengo un poema nuevo!
El pato salió del agua y, con su cabeza inclinada, preguntó:
—¿De qué trata, Clara?
—¡Del cielo! —respondió Clara, lista para recitarlo nuevamente.
Cuando terminó, el pato aplaudió con sus patas y dijo:
—¡Eres una gran poeta, Clara! ¡Me encantaría escuchar más!
Clara se sentía como una estrella. ¡Sus amigos la animaban! Con una gran sonrisa, decidió que era hora de compartir su poema con todos.
Fue entonces cuando se le ocurrió una idea brillante.
—¡Voy a hacer un recital de poesía! —gritó Clara, emocionada.
Corrió hacia el establo donde estaban los demás animales. Cuando llegó, todos estaban reunidos: el caballo, las ovejas, y hasta el gato que siempre estaba durmiendo.
—¡Atención, amigos! —dijo Clara, con su voz clara—. ¡Voy a organizar un recital de poesía! ¡Todos están invitados!
Los animales se miraron entre sí, intrigados.
—¿Qué es un recital? —preguntó una oveja con curiosidad.
—Es un momento especial donde se comparten poemas y se disfruta de la belleza de las palabras —explicó Clara—. ¡Quiero que cada uno de ustedes también comparta algo!
El caballo, que siempre había sido un poco tímido, dijo:
—Yo no sé escribir poemas, Clara.
—¡Eso no importa! —respondió Clara—. Puedes contar una historia o cantar una canción. Lo importante es que todos participemos.
Así, los animales comenzaron a prepararse para el gran evento.
El día del recital, el prado estaba lleno de risas y emoción. Clara decoró el lugar con flores y la música del viento hacía que todo se sintiera mágico. Los animales se sentaron en círculos, y Clara, con su cuaderno en la mano, abrió el evento.
—¡Bienvenidos, amigos! —gritó Clara—. ¡Hoy vamos a celebrar la poesía y la amistad!
La gallina fue la primera en compartir. Cantó una canción sobre los granos de maíz, y todos aplaudieron. Luego, el pato hizo una divertida imitación de un pez saltando del agua, que hizo reír a todos.
Cuando llegó el turno del caballo, respiró hondo y dijo:
—No tengo un poema, pero tengo una historia. Una vez conocí a un ciervo que…
Los animales escucharon atentamente mientras el caballo contaba su historia. Al final, todos aplaudieron, y el caballo sonrió, sintiéndose orgulloso.
Finalmente, llegó el momento de Clara.
—Ahora, compartiré un poema sobre la naturaleza —anunció, y todos se quedaron en silencio.
Clara recitó:
«Las flores son risas de colores,
las mariposas son sueños voladores.
El viento susurra secretos al río,
y el sol pinta el cielo con su brillo.»
Cuando terminó, los animales estallaron en aplausos.
—¡Eres increíble, Clara! —gritó la gallina.
—¡Sí! ¡Eres la mejor poeta de la granja! —añadió el pato.
Clara se sonrojó, pero estaba muy feliz. Había descubierto que compartir sus palabras hacía a todos más felices.
Desde ese día, Clara no solo escribió poemas, sino que también organizó recitals cada mes. Todos los animales esperaban con ansias esos momentos, donde la poesía y la amistad florecían como las flores en el prado.
Y así, en la granja de Clara, la risa y la poesía se convirtieron en parte de la vida diaria. La vaca que escribía poemas había inspirado a todos a encontrar su propia voz y a compartirla con el mundo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.